La estrella de Sánchez

El fulgor de la estrella de Sánchez no es que decline, sino que se ha tornado algo espectral. La buena estrella que le ha acompañado en la última década, incluso cuando sufrió el golpe palaciego que le sirvió a la postre para reforzar su poder en el PSOE, no es que ya no rutile como antes, cegando a sus enemigos de dentro y de fuera, sino que desprende una luz mortecina que baña cuanto últimamente hace, dice, toca o intenta. Diríase que, trasladando lo suyo de la astronomía a la floricultura, se le ha amustiado la flor del culo, aquella que al inolvidable míster de la Selección Española de fútbol, Miguel Muñoz, que la tenía tan lozana, se le acabó marchitando igualmente.

Bajo la ropa o el disfraz de un político hay una persona por mucho que a menudo no lo parezca, y cada persona lleva consigo una estrella. Ésta puede ser mala o buena, y la de Pedro Sánchez era, como se dice ahora, "premiun", pero como todas las estrellas, la suya iba prendida a su vez a la Rueda de la Fortuna, que no para de girar, dando y quitando. Sánchez había sorteado obstáculos, trampas, añagazas y la permanente cacería de la derecha sin apenas despeinarse, es más, los cinco días de asueto que se tomó los empleó en retocarse el peinado precisamente, pero ésto de que el mismo día en que iba a comunicar a su Ejecutiva las medidas contra la corrupción en su partido, se desayunara con las denuncias por presunto baboso de uno de los que venía a implementarlas, el tal Salazar, ha sido la confirmación de que ha mudado a mala su buena estrella.

Aunque iba como adjunto en la nueva Secretaría de Organización, Salazar se sumaba al desastre de los dos anteriores secretarios, ellos, como él, de la "máxima confianza" de Sánchez. ¡Qué ojo! La estrella de uno, por buena que sea, no resiste semejantes y reincidentes cagadas, y más que por su desempeño como presidente del Gobierno, bastante mejor que el de los Aznares y Rajoys que hoy conspiran para derribarle como sea, es por esto que su estrella, su otrora buena estrella, parece irse fundiendo irremediablemente en negro.

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