Sánchez, en las mismas

Con el corazón "tocado" y a la espera de que el verano y las vacaciones judiciales lleguen cuanto antes para que cuanto antes se olvide su falta de credibilidad y decoro, ya indisociable de su imagen pública, Sánchez no logró convencer con sus disculpas por no haber detectado la corrupción. Ni de que merece un voto de confianza para aplicar un plan de lucha contra la inmoralidad en la vida pública (quince medidas) y unos curiosos cursillos para prevenir el acoso sexual en el funcionariado.

Al tiempo se conocían nuevos detalles sobre la implicación de altos cargos del Ministerio de Transportes en el tráfico de mordidas por adjudicación de obras públicas. O sea, del Gobierno, no del PSOE, a pesar de los esfuerzos por encapsular el problema en la organización del partido.

"Más corrupto es usted", y punto. Junto al no menos cansino mantra de que el PP está en política para blanquear a la ultraderecha, ese fue el cemento argumental del presidente del Gobierno en su presunta contrición por los escándalos que le acorralan.

La mayor parte del tiempo de su paso por el bronco pleno del miércoles en el Congreso (excesos verbales de ida y vuelta), sobre todo en turnos de réplica y contrarréplica, estuvo dedicado a demostrar que el PSOE lava más blanco que el PP en materia de lucha contra la corrupción.

Adujo como prueba la limpieza de sus Gobiernos y los de Zapatero, no el de Felipe González que "hizo grandes cosas, pero en materia de corrupción no fue perfecto". (Será cosa suya, queridos lectores, si relacionan la desafección antisanchista de tan señalado compañero de partido con este sartenazo en el bajo vientre del histórico líder del PSOE).

En cuanto a la reseña de lo ocurrido en la sesión matinal del pleno, dedicada a la corrupción de cercanías en el entorno de Pedro Sánchez (sus hombres de confianza, su mujer, su hermano, su fiscal general...), digamos que todo lo demás fue una nueva entrega sobre la fase terminal en la que se encuentra este Gobierno y este gobernante.

Nada parecido ni de lejos a una salida de la grave crisis que domina el aquí y ahora de la política nacional. Cabeza caliente y pies fríos para saber lo que ya sabíamos con anterioridad: Nada de renunciar porque, aunque "lo fácil sería tirar la toalla" -eso dice Sánchez- un capitán nunca abandona el barco en los momentos difíciles. No a las elecciones porque quien podría convocarlas sabe que las perdería. No a la moción de censura porque la perdería quien podría presentarla. Y no a la cuestión de confianza "porque no" (ministro López dixit); o sea, porque los aliados de Sánchez tendrían que apoyarle expresamente tapándose la nariz (ahí se vota, a diferencia de la sesión del miércoles pasado).

En otras palabras, que seguimos en las mismas.

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