Bulos, cloacas y otra política
"Las cloacas atascan la política española", titula un diario nacional y uno de sus mejores columnistas hace una viñeta en la que dice: "Recordamos a la ciudadanía que si busca desinformación lo mejor es recurrir a los canales oficiales". Apenas han pasado unas horas de que otro medio de información - ¿de los buenos, de los de la sincronizada, independiente?- y una cadena de televisión -¿cuál va a ser?- publicaran que un ex capitán de la UCO, ahora al servicio de la Comunidad de Madrid -buena ocasión para atacar a Isabel Díaz Ayuso, la mala de todas las películas- estaba planeando nada menos que poner una bomba lapa a Pedro Sánchez. Y tres ministros del Gobierno, los de siempre -Montero, Alegría y Oscar López, sólo faltaba Puente- se tirasen del avión sin paracaídas, como casi siempre, para recordar lo de la ultraderecha empresarial, mediática, judicial y policial. (La conspiración judeo-masónica reactualizada que era el arma de Franco, tan querido por los socialistas de Sánchez). Luego resultó que lo que decía y temía el ex agente de la UCO es que le pusieran una bomba lapa a él. Es lo que tiene mirar la política con anteojeras y escribir sin tomarse la molestia de comprobar la información.
Con un Gobierno frágil, agotado, desgastado, cercado por la fontanería propia, por la corrupción de sus dirigentes y por la avaricia de sus socios, no sé si la solución es una manifestación, por muchos que acudan, hartos como estamos una gran mayoría de ciudadanos. Ya se encargará la organización de multiplicar la cifra y la Delegación del Gobierno -¿de quién depende la Delegación, que diría Pedro Sánchez, y para qué está?- de rebajarla hasta el mínimo. Hacen falta muchas más cosas, pero sobre todo, un debate serio, riguroso, profundo sobre la infinidad de problemas que tiene España y que hay que resolver con la mayor urgencia posible antes de que los problemas resuelvan por sí solos y nos dejen peor de lo que estamos hoy. Digan lo que digan las grandes cifras macroeconómicas, cada día salimos peor en la foto del desempleo, de la desigualdad, de la pobreza, de la educación, de la transparencia, de la confianza empresarial, de la independencia judicial, del abuso de las instituciones y de las empresas públicas, de la inutilidad del Parlamento, de la imposición fiscal, del absentismo laboral, de la imprescindible separación de poderes. ¿Sigo?
Lo que España necesita es un compromiso de quien puede formar Gobierno en dos años o antes, de abrir un debate serio y riguroso con los afectados. Ya debería estar haciéndolo. No se puede hacer una reforma fiscal, educativa, de la justicia, laboral, de las fuentes de producción, de la innovación científica y tecnológica, sin escuchar muy atentos a los empresarios, grandes, pequeños, medianos y autónomos, a los sindicatos, a los jueces, fiscales, abogados y el resto de los operadores jurídicos, a los sanitarios, a los tecnólogos, a los profesores, a las empresas energéticas, a los empresarios del comercio, a los del turismo, nuestra mayor empresa. También a los inmigrantes que ocupan millones de puestos laborales, los más duros, que los españoles no queremos ni ver, a los que se les niega o se retrasa 'sine die' la solicitud de asilo o el permiso de residencia y se les convierte en delincuentes por necesidad o en mano de obra fraudulenta y barata, a los menores hacinados en condiciones lamentables, y a las entidades e instituciones que los acogen y les dan el apoyo que la Administración les niega.
Sobre todo eso hay que hablar y acordar. También sobre sobre reformas políticas estructurales, sobre la reforma de la Administración, la estabilidad institucional, el papel de las autonomías y la cogobernanza real y eficiente para evitar enfrentamientos y no duplicar esfuerzos y gastos. En serio, con argumentos, sin dar espacio a los bulos o a la desinformación, sin sectarismo, civilizadamente. Para crear proyectos compartidos, consensuados y solidarios, sin dejar a nadie atrás. Para alcanzar la concordia, como hicimos en la Transición. ¿Por qué no podemos intentarlo ahora? A esa mayoría de españoles es a la que hay que movilizar frente al odio, la confrontación y la exclusión de los que piensan de otra manera.