Araceli Hidalgo, la centenaria y primera vacunada, ejemplo de la lucha frente a la covid

Araceli Hidalgo, la mujer de 101 años que en diciembre de 2020 se convirtió en la primera persona en España en recibir la vacuna contra la covid-19, recuerda con orgullo este hito en el que fue ejemplo de lucha frente a la pandemia en un momento de incertidumbre.
En una entrevista con EFE cuando se cumple un lustro del inicio de la pandemia, y ya superado el centenar de años, Araceli señala que se encuentra "bien".
"Paso el día con las compañeras, hablando y jugando al bingo, que me distrae mucho. Lo pasamos bien", asegura esta mujer, que sigue viviendo en la residencia de Los Olmos de Guadalajara, el lugar donde se tomó la imagen de su vacunación que dio la vuelta al país y se convirtió en emblema de la lucha contra el virus.
A las nueve de la mañana del domingo 27 de diciembre de 2020, Araceli Hidalgo se convirtió en la primera persona de España en recibir la vacuna frente a la covid: 21 días después, el 18 de enero de 2021, recibió la segunda dosis.
Nacida en Guadix (Granada), Araceli conserva el buen carácter y la energía, si bien ya le cuesta andar y se maneja en silla de ruedas, pero continúa con su gimnasia diaria, algo que le permite estar en buena forma.
Sobre cuál es el secreto para mantenerse tan bien a sus 101 años, ha manifestado que es “estar tranquila, no tener preocupaciones y pasarlo bien”.
Araceli recuerda cómo fueron los días en lo peor de la pandemia: “No podíamos salir de la habitación, estábamos encerradas, nos servían la comida”.
Afirma que no se lo pensó dos veces cuando le propusieron ponerse la vacuna: “Fui rápida, me lo dijeron y me la puse sin miedo, tranquila”, ya que su objetivo era poder volver a ver a su familia lo antes posible.
Frente a quienes dudaban sobre las vacunas, Araceli fue un ejemplo porque no dudó en ser la primera vacunada frente a la covid y se siente orgullosa de que España esté entre los países que mayor número de personas vacunadas.
También recuerda cuando asistió al acto en memoria de las víctimas de la pandemia, junto a los reyes, y que doña Letizia la dijo que se conservaba "muy bien con los años que tenía”.
Los residentes y profesionales de la residencia de Los Olmos son sus compañeros desde 2013, cuando llegó a este centro tras fallecer su marido.
Sus dos hijos, cuatro nietos y tres biznietas la visitan a menudo, pero reconoce que cada día le cuesta más salir y está a gusto en este centro que es su casa y donde su mayor entretenimiento es jugar al bingo cada miércoles.
Cinco años de la primera víctima por covid en residencias
Más de 35.000 personas murieron por covid en residencias, en un goteo doloroso que aumentaba semana a semana y que solo pudo frenar en diciembre de 2021 la vacuna. Carmen, de 99 años, que vivía en una residencia de Madrid, fue la primera víctima de un virus que entró como un tsunami en unos centros que evidenciaron su vulnerabilidad.
¿Qué ha cambiado en esos cinco años? ¿Qué lecciones se han aprendido para no repetir? ¿Se ha recuperado la confianza de los residentes y sus familias? ¿Estarían preparadas las residencias para una nueva pandemia? EFE conversa con patronales de centros residenciales y organizaciones de mayores para dar respuesta a esas cuestiones.
Coinciden en que sigue pendiente la coordinación sociosanitaria que permita una comunicación fluida y eficaz entre servicios sociales y sanidad, para que la atención de los residentes no dependa de la capacidad de la atención primaria de la zona donde se viva o de si la residencia tiene mejores servicios.
La tecnología ha entrado a los centros y se han abierto las puertas a las familias y al entorno del residente. Se avanza a distintas velocidades entre comunidades en ese cambio de modelo que persigue la atención integrada y centrada en la persona, según sus necesidades de apoyo.
Al menos 350.000 personas reciben apoyos en recursos de atención residencial en unos 22.000 centros, recoge la 'Estrategia estatal para un nuevo modelo de cuidados en la comunidad', diseñada por el ministerio de Pablo Bustinduy.
Es una hoja de ruta -dotada de fondos europeos- para que las comunidades autónomas transformen el modelo de atención en grandes residencias en otro de pequeña escala dentro de los entornos comunitarios, además de avanzar en los cuidados personalizados en el hogar de cada usuario.
Las residencias recorren ese camino con 17 regulaciones diferentes, las que cada comunidad aprueba en el ámbito de sus competencias.
"La pandemia aceleró unos cambios que ya se estaban dando", explica el presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED), Ignacio Fernández-Cid: "Los centros están en permanente innovación y ajustándose a las necesidades de la demanda".
"Tenemos cada vez personas más dependientes y más mayores porque existen nuevas ofertas para que la gente pueda permanecer más tiempo en su casa", añade. Estima que los centros tienen una media de unas 120 plazas.
Respecto a las residencias que se están construyendo, indica que se hacen con unidades de convivencia: "Se tiende a entornos mucho más personalizados y muchísimo más amables".
"Son unidades para atender unas 25 personas, intentando adaptar horarios a sus deseos y costumbres, con un personal de referencia para que no haya cambios en los cuidados y también para que las familias tengan un referente y puedan preguntar el devenir del día y el estado de sus familiares", asegura el responsable de una de las patronales mayoritarias del sector.
También apunta que "tímidamente" aparecen otras opciones, como los apartamentos con servicios para mayores o 'senior living'. "Más que un realidad sigue siendo un proyecto por la falta de normativa, el principal problema es que tenemos 17 autonomías y 17 modelos de atención".
"Empieza a haber cambios en esa famosa coordinación sociosanitaria que llevamos años reclamando; no se entiende muy bien por qué en tu casa sí te atienden y en la residencia, que es tu hogar, ya no te atienden", añade.
Las cifras de personas mayores fallecidos en las residencias se cerró en enero de 2023: 34.666 fallecidos en centros de mayores y 293.594 contagiados. Fue el último balance del Imserso que semana a semana fue publicando con los datos facilitados por las comunidades.
De ellos, casi 20.000 muertes se produjeron durante la primera ola, entre el 14 de marzo y el 22 de junio (con covid confirmado o con síntomas compatibles).
En marzo de 2020 se cerraron los centros. Las residencias lanzaron llamadas de auxilio ante la alarmante tasa de letalidad y los problemas de atención en hospitales desbordados en fechas críticas. "Nos sentimos abandonados", cuenta José Luis Pareja, presidente del Grupo Social Lares, que agrupa a un millar de residencias sin ánimo de lucro.
A lo largo de los meses fueron recibiendo instrucciones de las autoridades sanitarias. Recuperaron el aliento cuando llegaron de manera prioritaria las vacunas, que redujeron los contagios el 95 % en las primeras semanas del año.
Admite que durante la pandemia se hicieron muchas cosas mal, "por pánico o desconocimiento, pero el personal estuvo dándolo todo", asevera el responsable de los centros del sector solidario.
Cuenta que en ocasiones las instrucciones que les impartían para frenar los contagios no eran coherentes. "El propio sistema sanitario no sabía la realidad del día a día en los centros y se dedicaron simplemente a dar órdenes y eso sí que provocó en su momento hasta situaciones de maltrato para los residentes".
"Plantear que la pandemia nos ha reconfigurado y cambiado la forma de trabajar no tiene sentido, es dar la razón a los que argumentan que se hacía mal el trabajo en las residencias", opina.
"Ya se hablaba de modelo centrado en la persona y eso hacíamos", añade el presidente de Lares. "La persona es la protagonista absoluta, independientemente de su situación de mayor o menor dependencia en el día a día".
"Los centros estamos preparados para futuras pandemias: nuestro personal está formado, hay planes de contingencia que se actualizan anualmente", pero es necesaria la coordinación con el mundo sanitario. "Si vuelven a considerarnos como hospitales o clínicas, pues lamentablemente volveremos a las mismas", afirma Ignacio Fernández-Cid.
Pareja lamenta que en estos cinco años las autoridades sociosanitarias no hayan llamado a los responsables de las residencias para analizar qué se puede hacer mejor.
Desde la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), el presidente de la Comisión de Salud y Coordinación Sociosanitaria, Antonio Burgueño, cree que la pandemia fue "una lección y un aprendizaje" para los centros, que nunca se habían enfrentado a un brote infeccioso de esa magnitud.
"Los profesionales están ahora más preparados" y se enfrentaría "de una manera más humana y técnicamente mejor", opina el doctor Burgueño.
"Las personas mayores quieren que se les tenga en consideración, que en el trato que reciben se evite el edadismo, la falta de respeto o la infantilización", explica el asesor de la asociación de mayores.
Pero sobre todo, añade, les preocupa a dónde van a ir tras una hospitalización y dónde van a morir. "Quieren decidir dónde hacerlo; los que viven en residencias, prefieren hacerlo allí" y evitar los hospitales que ofrecen un trato más deshumanizado.
Destaca que otras de sus grandes preocupaciones es la dependencia que les genera las enfermedades que puedan acarrear con el envejecimiento. "El lugar de vida ideal para una persona mayor que tenga todavía capacidad de decidir es su casa", apunta.
En estos cinco años las residencias han pasado de tener un 40 % de personas con demencia a un 67 %. "La sociedad está recurriendo a las residencias para atender esos cuidados especiales", concluye.