¿Qué vio el padre de Rociito en Fidel que no le gustó y por lo que le sentenció?

En la serie de publicaciones que la revista Semana está recuperando sobre las memorias escritas por Amador Mohedano, regresan a la actualidad episodios que marcaron para siempre la historia íntima de la familia Jurado Carrasco. La figura de Pedro Carrasco, campeón del mundo y padre de Rocío Carrasco, ocupa un lugar central en el relato por su firme rechazo hacia Fidel Albiac, el hombre que terminó convirtiéndose en el gran apoyo de su hija.
La intuición de un padre vigilante
Según el testimonio de Amador, Pedro nunca confió en Fidel. Desde los primeros encuentros, percibió gestos y actitudes que lo incomodaban. No se trataba de un prejuicio fugaz ni de una impresión alimentada por terceros, sino de una sensación persistente que jamás logró abandonar.
Para Pedro, Rocío era su debilidad. La preocupación y la protección paternal eran parte de su carácter. Su experiencia vital le había enseñado a leer el peligro antes de que se mostrara abiertamente. Y, en ese sentido, Fidel nunca pasó su filtro.
Un romance en tiempos convulsos
Rocío iniciaba su relación con Fidel en un momento emocionalmente complejo y con la prensa vigilando cada movimiento. Dentro del clan, las opiniones se dividieron. Pero la oposición de Pedro no dejó de crecer, pues temía que aquel noviazgo terminara aislando a su hija de su entorno familiar.
El carácter reservado de Fidel tampoco ayudaba a generar confianza, y cualquier gesto ambiguo era interpretado por Pedro como una señal de alerta.
El accidente que lo cambió todo
El 12 de febrero del año 2000 marcó un antes y un después. El coche en el que viajaban Fidel y Rocío sufrió un accidente brutal y quedó reducido a chatarra. Rocío resultó herida de gravedad. Fidel salió casi ileso.
En las memorias recuperadas por Semana, Amador recuerda cómo aquel suceso clavó aún más el rechazo de Pedro.
El padre no podía quitarse de la cabeza que el hombre al volante había llevado a su hija “a las puertas de la muerte”.
Lejos de aliviar la tensión, el accidente provocó un punto de ruptura emocional.
Distancia en la familia
Como narra Amador, Pedro comenzó a sentirse apartado. Su hija tomaba decisiones sin consultarle y Fidel se convertía en el centro de su vida. Las reuniones familiares se volvieron tensas, los silencios cargados y la sensación de pérdida se instaló definitivamente en él.
Rocío Jurado hizo cuanto pudo para mantener la paz. Pero ni sus esfuerzos ni el paso del tiempo lograron suavizar el rechazo de Pedro. La convivencia resultaba imposible y el conflicto se enquistó de forma irreversible.
Amor y miedo en guerra abierta
Detrás de cada gesto de dureza había un padre que solo intentaba proteger a su hija. Pedro no odiaba: temía. Temía equivocarse, temía que Rocío sufriera, temía que el destino le arrebatara lo más valioso.
Para él, Fidel era un riesgo. Y ese convencimiento no cedió jamás. Ni siquiera cuando las cosas parecían estabilizarse.
La muerte de Pedro dejó preguntas sin formular y discusiones sin cerrar. El tiempo congeló el conflicto sin darle la oportunidad de resolverse.
Un relato que reabre heridas
Las memorias de Amador no buscan crear nuevos frentes, pero devuelven a la actualidad una verdad emocional: el origen del distanciamiento en una de las familias más mediáticas de España.
Se trata de una historia de amor, intuición y miedo, donde un padre actuó según lo que su corazón le gritaba, aun cuando ello implicara oponerse a las decisiones de su hija.
Semana recupera ahora estos episodios para arrojar luz sobre un conflicto que nace en la desconfianza y que se transformó en una sentencia silenciosa. Según Amador, Pedro vio algo que no le gustó en Fidel y jamás cambió de opinión. Y ese instinto protector marcó el destino de la familia.