La relación de Felipe con su hermana Elena, en jaque por su padre Juan Carlos

La publicación de las memorias del rey emérito, Reconciliación, ha reabierto viejas heridas en el seno de la familia real y ha situado a la infanta Elena en una posición incómoda entre la lealtad a su padre y la estabilidad institucional que encarna su hermano, el rey Felipe VI.
En la imagen de archivo las infantas Cristina y Elena junto a su padre el rey Juan Carlos I
En la imagen de archivo las infantas Cristina y Elena junto a su padre el rey Juan Carlos I

La salida al mercado en Francia y España de Reconciliación, las memorias de Juan Carlos I, y la intensa agenda paralela que ha acompañado su lanzamiento han generado una notable controversia. No solo en el ámbito político y mediático, sino también dentro de la propia familia del Rey, donde el contenido del libro y algunos gestos recientes han vuelto a poner de relieve tensiones que parecían encauzadas.

Desde la Casa del Rey se ha optado por el silencio institucional respecto al contenido de las memorias, incluidas las críticas explícitas del emérito hacia la reina Letizia Ortiz. En el libro, Juan Carlos I la acusa de no haber contribuido a la cohesión familiar y expresa su malestar por no haber podido disfrutar de sus nietas, Leonor y Sofía, como sí —según sostiene— ha ocurrido con otros nietos.

Donde sí ha habido comentarios desde Zarzuela, aunque sin atribución directa a los Reyes, ha sido en relación con el vídeo difundido por Juan Carlos I en el que pedía a los jóvenes respaldo para su hijo, el rey Felipe VI. Un gesto calificado en el entorno de la Casa del Rey como innecesario e inoportuno, y que sirve para medir el grado de incomodidad con el que se ha recibido esta nueva exposición pública del emérito.

Normalidad oficial y distancias medidas

Pese al revuelo, la estrategia de la Corona ha sido mantener una apariencia de normalidad tanto en el plano familiar como en el institucional. Juan Carlos I fue invitado al almuerzo privado con motivo del 50 aniversario de la restauración de la monarquía, pero quedó excluido de los actos oficiales, una fórmula ya aplicada en otras ocasiones relevantes, como la mayoría de edad de la princesa Leonor.

A ese almuerzo acudieron varios miembros de la familia, entre ellos la infanta Elena de Borbón, tradicionalmente vista como el nexo entre dos ramas de los Borbones que, sin estar abiertamente enfrentadas, sí han vivido un progresivo distanciamiento marcado por los escándalos de la última década.

El cambio de rol de la infanta Elena

El papel institucional de la duquesa de Lugo fue siempre considerado impecable hasta el estallido del caso Nóos. Tras la imputación y posterior condena de Iñaki Urdangarin y el apartamiento de la infanta Cristina, la Casa del Rey decidió relegar también a doña Elena, en un movimiento destinado a preservar la imagen de la institución.

El Día de la Hispanidad de 2012 marcó un punto de inflexión: la infanta ya no ocupó la tribuna junto a los Reyes y los entonces príncipes de Asturias ni participó en el tradicional saludo en el Palacio Real. En 2013 se repitió el mismo esquema y fue la última vez que asistió a esos actos. Desde la proclamación de Felipe VI, doña Elena dejó de formar parte de la Familia Real en sentido estricto para pasar a ser considerada familia del Rey, sin agenda oficial salvo encargos muy puntuales.

Desde entonces, ha ejercido un papel discreto pero constante como elemento de unión familiar: primero con la familia de la infanta Cristina y, más recientemente, con su padre, especialmente desde que Juan Carlos I fijó su residencia en Abu Dabi.

La aliada más visible del rey emérito

La relación entre la duquesa de Lugo y Juan Carlos I siempre ha sido especialmente estrecha. Comparten aficiones como la vela y la tauromaquia, y ha sido ella quien con mayor frecuencia ha acompañado al emérito en Galicia y en otras estancias, tanto antes como después de su salida de España.

Hasta ahora, esa cercanía no parecía afectar a su relación con Felipe VI. De hecho, el 60 cumpleaños de la infanta, celebrado hace dos años en Madrid, propició un reencuentro familiar al que acudieron los Reyes, aunque sin la princesa Leonor ni la infanta Sofía. Además, el pasado mes de octubre, doña Elena y la infanta Cristina participaron juntas en un acto en Torrejón de Ardoz que, sin figurar en la agenda oficial, tuvo un marcado carácter institucional.

Dos bandos tras Reconciliación

La publicación de las memorias ha alterado ese delicado equilibrio. La infanta Elena no solo ha respaldado públicamente la decisión de su padre, sino que ha acudido tanto a la presentación oficial del libro en Madrid como a una firma de ejemplares en la capital. En ambas citas fue evidente su complicidad con la autora, la historiadora y biógrafa Laurence Debray.

Gestos que muchos interpretan como una toma de partido en una guerra silenciosa con dos frentes bien definidos: el del rey emérito y el de la institución que hoy representa Felipe VI. La incógnita ahora es si esta exposición pública de lealtad hacia Juan Carlos I acabará pasando factura a la relación entre los hermanos y al papel, hasta ahora irreprochable, de la infanta Elena dentro del entorno del Rey.

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