La Gran paradoja

Hay sucesos grandes, mayúsculos, verdaderos hitos de la Historia, que sin embargo olvidamos pronto. Es como si nuestra memoria evitativa estuviera defectuosa y peor ajustada que la de otros animales, que rehuyen sin vacilaciones lo que les produjo daño en el pasado. Una distracción o un fallo de nuestra memoria histórica que puede costarnos caro y que más pronto que tarde nos pasa factura.

Por una parte está la "Gran depresión" de los años treinta, consecutiva al crack financiero de aquel tiempo y que derivó en el auge del nazismo y en la segunda guerra mundial, con sus millones de muertos, incluidos los del Holocausto.

Por otra la "Gran recesión", consecutiva a la estafa financiera de alcance global que nos alcanzó de lleno a nosotros, en nuestro propio tiempo, con sus secuelas de "austericidio" para las víctimas y recompensa a los autores.

Y luego está la "Gran paradoja", que es reiterativa, y en la que con gran insistencia se manifiesta -a pesar de las experiencias previas- la irracionalidad humana, porque en todas esas crisis y golpes, paradójicamente salen triunfantes y fortalecidos los autores del golpe (o sea, los autores de la estafa), que son aplaudidos y aupados, o incluso votados por los que han sido golpeados, robados, y hundidos por ellos. Misterios de la psique humana.

El primero de esos hitos históricos, la “Gran depresión”, que condujo al hundimiento de la economía y a la segunda guerra mundial, tuvo como causas el endiosamiento del dios mercado en su forma más salvaje, y la desregulación absoluta de sus trampas y fraudes. Se estableció como artículo de fe en un catecismo de un único pensamiento aquel "laissez faire", el mercado salvaje y desregulado, y poco después una gran parte de la Humanidad estaba inmersa en una guerra igual de salvaje y desregulada.

No debe extrañarnos que en aquel contexto de falta de reglas proliferaran los bárbaros, ni que a la sombra de aquel crack financiero creciera el partido nazi, nacido del caos y fundado para cometer genocidio.

Tras ese golpe y su asociada mortandad hubo un periodo de escarmiento y un desprestigio de aquellas tesis que desregulan de forma salvaje el mercado, pues sus consecuencias habían sido siniestras, no solo en forma de quiebra de la economía global sino como impulso que aupó a los partidos fascistas.

Hubo durante un tiempo vergüenza por aquella barbarie, y se tuvo consciencia empírica y contrastada de la necedad de aquellos planteamientos económicos extremistas, y se impulsó el futuro sobre tesis económicas más moderadas, que tuvieron éxito.

Aquello por tanto sirvió de vacuna y se disfrutó un periodo -que se creyó irreversible- de inmunidad, de rechazo del mercado salvaje y de rechazo del fascismo, pues ambos elementos quedaron asociados en la memoria como partes indisolubles de una misma fórmula y de un mismo desastre.

Pero en los años ochenta aquella vacuna dejó de surtir efecto. Vino de nuevo el ascenso de la ultraderecha económica defendiendo otra vez aquellos mismos principios tóxicos de antaño, más propios del siglo XIX que del siglo XXI; vino el prestigio de auténticos extremistas como Reagan y Thatcher; y vinieron también los falsarios de la "tercera vía" para servir de máscara en esa operación de involución y desmemoria (incluso la gestión de los servicios públicos utilizó las mismas artimañas y trampas que la gestión neoliberal, como hemos visto en la explotación y estafa cometida con los trabajadores interinos).

Vino después la caída del muro de Berlín y con ella vino el intento oportunista de detener la Historia sobre los principios del mercado salvaje; y luego ya vinieron en serie, la nueva estafa financiera de 2008, fruto del olvido de la Historia, la "Gran recesión", el "austericidio", y como salidos de la misma fabrica o del mismo delirio, Trump, Ayuso, Milei, Abascal, Meloni..., los de la motosierra y la lejía en vena, y los de la culpa de todo la tienen los inmigrantes.

“Dejá vu” si recordamos a personajes como Hitler y Mussolini.

Y en eso consiste la "Gran paradoja", en que tras aquellas crisis-estafas financieras, de autoría bien conocida, lo mismo la de los años treinta como la que nos ha golpeado a nosotros, paradójicamente se ha producido una vez más el ascenso de los movimientos políticos fascistas y de ultraderecha, es decir, de aquellos que de forma natural y sobradamente financiada defienden a los autores y últimos responsables de esas estafas.

¿Alguien lo entiende?

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