Las aldeas de Juan Belda

El cuerpo le pide a uno escribir del escándalo del Tribunal Constitucional sobre la amnistía, cuando ya se prepara la negociación de una financiación "especial" para Cataluña -lean: más dinero para ellos, menos solidaridad, más privilegios, más gasto público en políticas discriminadoras- o sobre los escándalos que vienen. Pero no. Hoy habla el corazón y toca hacerlo de alguien que se acaba de marchar y que dejó la política para dedicar su vida entera a los más vulnerables, a los niños sin hogar, sin padres, sin futuro, sin esperanza. Un hombre esencialmente bueno y humano, abierto, negociador, tolerante, solidario, apasionado. Y si por sus obras los conoceréis, la suya es grande, buena, solidaria, acogedora, llena de amor y de esperanza para los más pequeños, para los más desprotegidos, para aquellos que estaba en situación de riesgo. En España hay hoy 300.000 niños que crecen sin cuidados parentales o en riesgo de perderlos, uno de cada tres está en riesgo de pobreza o exclusión social, muchos son víctimas del maltrato.

Hablo de Juan Belda, el hombre que en la transición cogió las riendas de Aldeas Infantiles en España, el hombre que quería dar hogar -nunca un orfanato- a 5.000 niños y se lo dio a 200.000. Aldeas nació en Austria tras la II Guerra Mundial con el fin de dar acogida a los niños y niñas que habían quedado huérfanos y que de ellos se encargaran madres que habían perdido a sus hijos. Nacían las admirables "madres SOS". Y otra de las características diferenciales de Aldeas era no separar a los hermanos. En España, la primera aldea nació en Cataluña, por iniciativa de Montserrat Andreu, y la segunda en Galicia en 1971 por el impulso de Rita Regojo. Juan Belda, granadino de corazón, abogado y graduado social, con despacho en Granada, donde fundó y presidió la asociación de abogados jóvenes, creó el colegio Lux Mundi y un colegio mayor, que también dirigió, se vino a Madrid a montar su despacho y fue llamado por Adolfo Suárez para ser uno de los hombres de su círculo de confianza. En la sombra, negoció con discreción, dialogó con acierto, buscó acuerdos, pactos, entendimiento. Y tuvo tiempo para participar en la constitución de Antena 3 Radio, de la que fue vicepresidente y presidente de Antena 3 Publicidad o consejero del INI.

Pero un día, Adolfo Suárez le pidió que cogiera las riendas de Aldeas para hacer de ella la gran casa de acogida de niños en riesgo. Y a las aldeas ya citadas se unieron las Madrid, Granada, Cuenca, Tenerife, Zaragoza y Las Palmas. Acoger a los niños hasta los 18 años, darles un hogar donde sentirse queridos, seguros, cuidados como hijos propios y, al llegar a esa edad, caminar con ellos sin desentenderse para buscarles un futuro. Con la figura insustituible de las madres SOS, que nunca dejaban de serlo, aunque los niños abandonaran las aldeas. Y, poco a poco, se fue pasando de protección a prevención, de ser una familia nueva para los que la habían perdido a apoyar a las familias para que los niños no perdieran sus raíces. Aldeas, escuelas infantiles, centros de día, programas de familia, equipos profesionales de ayuda, una Academia de formación para los equipos. Enseñar a vivir y a convivir. Y de recibir ayuda de la organización internacional a darla desde 1996 para construir y mantener aldeas en otros países de Latinoamérica o de África. Por todo ello, Aldeas recibió en 2016 el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Felipe VI es presidente de honor de Aldeas desde que era Príncipe y tanto él como la Reina Sofía y la Reina Leticia han visitado las aldeas y conocen sobradamente su labor.

"Os invito a que descubramos lo que cada niño puede llegar a ser", decía Juan Belda, alguien que renunció a todo para dárselo todo a los niños. Los conocía por su nombre, a ellos, a sus madres de oficio y de corazón, a todos los educadores. Llevó a miles de niños a los distintos Parlamentos para reivindicar sus derechos y para que les dijeran a los políticos lo que eran y lo que querían ser: ciudadanos de primera, con igualdad de oportunidades, con presente y con futuro. En 2012 cedió la presidencia y quedó como presidente fundador.

Juan se ha ido en paz, con la tarea cumplida, el alma y el corazón limpios, siempre dispuesto al abrazo, ligero de equipaje, firme y confortado en su fe de cristiano. Hay que hablar de hombres como él para creer que no todo está perdido y que este mundo tiene futuro. Gracias, Juan.

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