¿Llegará Feijóo a La Moncloa?

El panorama, tras una manifestación que se anunciaba como grande (y temo que el Partido Popular abusa de este recurso) es siempre doble: el éxito se discute entre el Gobierno civil y los convocantes por una diferencia de cientos de miles de personas; el mayor o menor entusiasmo de los que salen a la calle en un día frío y lluvioso es siempre algo subjetivo, y la eficacia de esta marcha suele ser perfectamente descriptible, o sea, poca.

Feijóo fue valiente convocado la manifestación de este domingo apenas con tres días de antelación, sin autocares ni bocadillos, aunque con la ayuda de los 'barones' regionales, que son cada vez más importantes. Pero lo que ni puede ni debe, ni creo que la haga, es descuidar sus mensajes a los españoles, algo mucho más importante que sus ruegos a Junts, a los empresarios catalanes o incluso a su, en el fondo, gran enemigo, que es VOX.

Estuve en la periferia de la manifestación dominical -no en medio de la misma- y escuché hablar mucho de las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo de llegar, como muy tarde en el verano de 2027, a ocupar el principal despacho de La Moncloa y a habitar el famoso colchón monclovita. El líder de la oposición sería el lógico beneficiario del desgaste tremendo del Gobierno de Sánchez, arrinconado a la espera de si un par de delincuentes deciden tirar de la manta, pero lo cierto es que el PSOE, en las encuestas, para lo que valgan, retiene siete millones de votos, que son unos cientos de miles menos que los que se le da al PP, que necesitaría un millón más para gobernar sin alianzas ni servidumbres incómodas e indeseadas.

Y, para lograr ese millón más no basta con sacar a la calle a los incondicionales con el voto ya decidido, que son los que acuden a las manifestaciones: es preciso un programa convincente que 'llegue' a la gente, arrebatar bastiones socialdemócratas que ya no creen ni en Sánchez ni en su Internacional Socialista, llevar a las urnas a los tibios, a los absentistas, a los jóvenes que parecen encantados con Vox y con sus soluciones que, en el fondo, son problemas. Y, más allá de entrevistarse con el presidente de Foment en Barcelona, Josep Sánchez Llibre, y de dar ruedas de prensa -con preguntas, eso sí- denunciando lo mal que lo hace el Ejecutivo de Sánchez, su corrupción y su 'mafia', Feijóo no está logrando, hay que decirlo, su objetivo último: convencer a los españoles de que él no solo es la mejor opción, sino también la única.

Sigo sin comprender por qué el presidente del PP no se lanza a un proyecto rupturista, revolucionario, de reconciliación -sí, incluyendo tolerar el retorno del gran fugado y desactivarlo como enemigo del Estado-, de reforma constitucional reforzando la institución de la Corona y pacificando el oleaje territorial. Siempre he dicho que el diagnóstico sobre lo malo que es el Gobierno no da votos: las soluciones, sí. Feijóo tiene que convencernos de que será un jefe de Gobierno mejor que jefe de la oposición. Lo está intentando, sin duda, pero no acaba de cuajar su propuesta, si es que la ha lanzado como tal, que no me consta. Y Sánchez le gana por goleada en cuanto a recursos de imagen, a audacia y a saber cómo copar espacios en las portadas; de manera que el que Feijóo sea más honrado, mucho más veraz y bastante más serio en su política que la del Gobierno de PSOE/Sumar no significa ya casi nada.

A Feijóo le queda este mes de diciembre para empezar a ser, en enero, el candidato cierto a ocupar el poder, convenciendo a los españoles de que usará ese poder para mejorar la nación, no en provecho de una clique, de una camarilla o de sus simpatizantes. Y que no será el mendicante que pide clemencia, a saber a qué precio, a Puigdemont. Eso, me parece, a los españoles les gusta poco. Son muchos los que le piden que se lance, como hizo Felipe González en su día, a presentar una moción de censura, aunque la pierda: así tendrá la oportunidad de decirnos, de verdad y sin intermediarios, lo que piensa hacer cuando llegue al paraíso monclovita.

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