Zarzuela, incapaz de frenar el duro drama entre el Felipe y su padre Juan Carlos

Según recoge EsDiario, las palabras del rey emérito, filtradas recientemente —“He callado mucho, por el bien de la institución y de España, pero hay cosas que no tolero más. Mi vida la gestiono yo”—, no han caído en saco roto. Muy al contrario, han reactivado una tensión familiar que en Zarzuela se vive como un verdadero drama. Según ha podido saber ESdiario, el desgaste entre Don Juan Carlos y su hijo, Felipe VI, no solo no se ha mitigado, sino que podría haber alcanzado un punto de no retorno.
Durante los últimos meses, parecía que las relaciones entre padre e hijo se estaban normalizando, al menos en la superficie. La presencia esporádica del Rey Emérito en España, el tono prudente de sus apariciones y la ausencia de declaraciones polémicas apuntaban a una cierta distensión. Sin embargo, la reciente demanda contra Miguel Ángel Revilla, por supuestas ofensas al honor, ha vuelto a desatar la tormenta. Y esta vez, todo apunta a que las consecuencias pueden ser definitivas.
“Don Felipe está saturado”, aseguran al portal Monarquía Confidencial fuentes habituales próximas a Zarzuela. El Rey no comparte ni aprueba la estrategia de su padre y considera que cada movimiento de este tipo genera un nuevo frente que erosiona, aún más, la imagen de la institución que él encabeza.
El pulso que mantiene el Emérito, bajo la justificación de una supuesta injusticia personal y de la necesidad de preservar su reputación, está siendo leído dentro del núcleo institucional como una señal de distanciamiento profundo. Ya no se trata solo de estilos distintos, sino de prioridades y percepciones enfrentadas. Don Juan Carlos se resiste a ser relegado al olvido y busca reivindicar su legado, mientras Felipe VI intenta proteger la Corona del pasado que todavía proyecta sombras.
Desde que abandonó España, Juan Carlos I ha intentado mantener un perfil discreto, confiando en que la superación de varias causas judiciales cerradas sin cargos contribuiría a rehabilitar su figura. No ha sido así. El debate en torno a su papel histórico sigue abierto, y su entorno más íntimo lamenta que, pese a los años de silencio, no se le reconozca “ni el mérito ni la prudencia”.
La última acción legal —una demanda contra el presidente cántabro por unas declaraciones en las que aludía a la conducta pasada del Emérito— parece haber sido la gota que ha colmado el vaso en Palacio. Juan Carlos I no acudió al acto de conciliación celebrado el pasado 16 de mayo en Santander y ha optado por seguir adelante en los tribunales. Una decisión personal que, según apunta la mencionada información de MC, ha generado “una profunda decepción” en el Rey Felipe VI.
El Monarca ha dejado claro en su entorno que este tipo de movimientos judiciales “no cuentan con el respaldo de la institución” y que forman parte del ámbito estrictamente privado del antiguo jefe del Estado. Pero, a efectos prácticos, lo privado y lo público se entremezclan inevitablemente cuando se trata de la Familia Real.
En Palacio se vive con pesar que, tras un periodo de aparente calma, vuelvan a reactivarse las viejas fracturas. Los estilos de ambos monarcas —el Emérito, impulsivo y reivindicativo; Felipe VI, comedido y contenido— ya no solo marcan una diferencia generacional, sino una separación de fondo.
“La distancia entre ambos ya no es solo simbólica”, apuntan las fuentes. “Este nuevo episodio refleja una ruptura latente, que puede llegar a ser definitiva si no se reconduce. Lo que está en juego no es solo una relación personal, sino la estabilidad emocional de la institución”.
Zarzuela guarda silencio. Pero el silencio, en este caso, suena más fuerte que nunca.