Legislatura abrasada
Por mucho que el incombustible Pedro Sánchez afronte cambios en el partido, o incluso en el Gobierno, la legislatura está abrasada sin remedio. Está muy bien pedir perdón, pero ¿y después que? ¿Cómo se borran las vergüenzas? ¿Como se explica que solo la fidelidad sin fisuras, la obediencia y el amén, fueran los únicos requisitos para acompañarle en el poder?
Si, de verdad, lo que se quiere es hacer avanzar un país, hacer políticas sociales, mejorar su economía y consolidar la democracia, hay que rodearse de los mejores. Si al que rechista se le hecha, no es democracia, es algo innombrable. Si tanto control tenía del partido de sus afines y de los "enemigos"; seguía con minuciosa dedicación las declaraciones de todos y cada uno de los presidentes autonómicos y ministros, ¿cómo no se dio cuenta de la basura que le rodeaba?
Además, el terror de Moncloa es no saber cuánto queda por salir. Cuando Koldo se vio en peligro empezó a grabarles a todos. Abalos "autorizó" la publicación de sus whasapp con Sánchez y ahora la discreción de Santos Cerdán puede saltar por los aires cuando se vea ante un tribunal.
Las miradas de Sánchez a Cerdán en el último pleno del Congreso, cuando todavía no sabía el alcance de sus tropelías, deja claro que algo muy gordo ya conocía por el gesto de cabreo y la tensión en la mandíbula. El presidente del Gobierno está rodeado, pero de las personas que él eligió, además de su familia...
Si Feijóo no fuera tan flojo habría presentado, por dignidad, una moción de censura en lugar de leer un texto sobre el fango y la corrupción. Aunque la hubiera perdido. Pero habría retratado las "tragaderas" de los socios de legislatura. La exposición en el Congreso de su programa de alternativa de Gobierno hubiera mermado las dudas sobre su capacidad de liderazgo. De nada sirve convocar manifestaciones contra la corrupción si, cuando el escándalo llega a niveles intolerables, no se hace nada.
Queda también la duda de si la Guardia Civil no advirtió al ministro Marlaska de la gravedad de sus investigaciones. Al igual que al Partido Popular de Mariano Rajoy, la Generalitat de Puigdemont le convocó un referéndum en sus narices, sin que Interior supiera que tenían las papeletas y toda la infraestructura, ¿que más puede estallar ahora? Si, además, la relación de los poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial están bajo mínimos.
Sin presupuestos, con la vida política convertida en un barrizal, y los ciudadanos hartos de crispación, las urnas son la mejor opción para la democracia.