¿De qué cambio hablamos?

Todo cambia, según la tesis defendida por Heráclito. Y en política, salvo que estemos ante una dictadura con vocación de durar cuarenta años, también.

El término "cambio" suele utilizarse en política como metáfora de ilusión y palabra de enganche, casi mágica, que por sí sola, sin concretar su contenido, obra milagros.

Pero ¿De qué cambio hablamos, justamente en este momento?

Conviene averiguarlo porque la forma sin contenido es "flatus vocis", o como aquella zanahoria que tira del asno de la noria arrastrado por la pura inercia.

Cuando Pedro Sánchez conquistó democráticamente el poder en el PSOE, este partido político estaba bajo mínimos, con malas expectativas electorales (como otros partidos socialistas europeos y por las mismas razones), y presa además del descrédito reflejado en el anagrama -que se hizo famoso- "PPSOE".

Este anagrama a su vez representaba, para un número importante de ciudadanos, la identificación de ambos partidos (PP y PSOE) con el dogma neoliberal y con la corrupción, un tándem muy bien avenido. Ambas lacras (extremismo neoliberal y corrupción), en el caso del PSOE, se asociaban en su principal impulso a la etapa felipista, que supuso un claro giro a la derecha y tuvo en su haber numerosos casos de corrupción. Todo ello en consonancia con el contexto ideológico de moda -neoliberal o "libertario"- del cual se absorbía el influjo tóxico sin tasa ni complejos, y de ahí el resultado final: PPSOE, estafa financiera, y austericidio. Ellos a salvo, y nosotros en el hoyo.

Parece evidente que Pedro Sánchez sacó al PSOE de ese agujero, y forzado o no por el contexto, adoptó unas alianzas un poco más coherentes con el término "socialista" y con un programa de izquierdas. He ahí un "cambio".

Pero además hizo de la lucha contra la corrupción un elemento fundamental de su programa. Conviene retener este dato.

En ese sentido fue un revulsivo y un motor de ilusión para muchos militantes socialistas que se sentían desde hacía tiempo defraudados por la deriva derechista de su partido, a lo que se sumaba una participación desinhibida (elogio del "pelotazo") en la corrupción de altos vuelos. La mayoría no entendió nunca las alianzas de González con partidos de derechas y su muy demostrada "tolerancia" (por decirlo suavemente) con la corrupción.

Esta etapa de ahora, que ha sido y sigue siendo de ilusión resistente para muchos de los votantes socialistas, se ha estirado en el tiempo a pesar de las crisis sobrevenidas, los baches, y las zancadillas, que han sido muchas.

Así como contra la segunda república se conspiró con ánimo golpista desde el primer día, algo parecido ha ocurrido con este gobierno, calificado de ilegítimo desde sus mismos inicios. Lo cual, a pesar de las expectativas de sus adversarios respecto al rendimiento de esa estrategia deslegitimadora, le otorgó al gobierno si cabe más apoyos, pues esa calificación de "ilegítimo" recordaba a muchos aquel otro espíritu golpista de antaño.

En cuanto a las crisis enfrentadas por este gobierno, algunas han hecho Historia, tal ha sido su dimensión y gravedad. Baste mencionar como ejemplos de ello la crisis en Cataluña y la pandemia COVID.

Existe además una impresión bastante generalizada de que la oposición del PPVOX lo habría hecho bastante peor en esas situaciones críticas. Luego ha venido la dana valenciana para reforzar esa impresión. Aunque ya existía el antecedente conocido y deprimente de las residencias de ancianos gestionadas por Ayuso. Dana valenciana y residencias de Ayuso están a la espera de la averiguación judicial.

Todo eso quedó atrás y nos encontramos ahora, después de superar tantos obstáculos y zancadillas, en una nueva etapa, peliaguda por varios motivos. Y entre esos motivos destaca que la corrupción ha hecho acto de presencia en los aledaños del gobierno, y a partir de esa nota todo cambia, y obliga, como poco, a actuaciones radicales de averiguación y limpieza.

Pero lo preocupante del escenario actual, contempla otros aspectos además de esa aparición imprevista e indeseada de la corrupción, aspectos que conviene observar con detenimiento. Como por ejemplo, lo que parece a ojos de muchos ciudadanos la actuación sesgada (por motivos políticos) de una parte de nuestra justicia. Sobre esta realidad o este sesgo -para muchos más que evidente-, la opinión de los técnicos y expertos en la materia se divide. Cosa que también ocurre entre los analistas profesionales y los propios ciudadanos de a pie. En cualquier caso es un tema grave por su incidencia en la credibilidad de nuestra democracia. Una justicia sesgada y no independiente, toqueteada por detrás (como dijo Cosidó), no es justicia. Y donde eso ocurre, no hay democracia.

Junto a todo esto está el hecho de que la alternativa que se ofrece para el "cambio" regenerador es lo que podemos denominar, utilizando otro anagrama, el paquete PPVOX: fusión de un partido (PP) experto en corrupción (el "más corrupto de Europa") y experto también en la demolición de servicios públicos, muy ineficaz e insolidario frente a las crisis; fundido en negro con otro partido (VOX), neofascista, que aspira a acabar con el proyecto europeo e introducir de paso el trumpismo en nuestro país. O al menos ponerse a las órdenes del magnate-emperador experto en fraudes y triquiñuelas, Donald Trump, líder también neofascista, sin escrúpulos, que tiene una especial inquina a nuestro país y quiere debilitarnos a nosotros y al resto de Europa.

Una alternativa para el cambio que une trumpismo, neofascismo, y un historial en corrupción difícil de igualar, muy atractiva no parece.

Esta opción de cambio regenerador está encabezada de momento por Feijóo. Y si bien no conocer a fondo a los colaboradores en los que confías tiene su riesgo, como ha podido comprobar Pedro Sánchez, no conocer a fondo a los amigos del alma con los que te vas de vacaciones y compartes yate, ignorando que tu colega de juergas y navegaciones es un narcotraficante, no tiene perdón de Dios.

Y no solo eso, sino que no augura nada bueno sobre su candidatura si a la hora de tomar decisiones de gobierno (un suponer) aciertas tanto como a la hora de escoger tus compañías.

Que no sirva esto para disculpar a nadie sino para describir la oferta electoral que más respaldo mediático y plutócrata tiene detrás. Ya sabemos que otras opciones son menos atractivas para los plutócratas, y por tanto para los medios que controlan.

No debe extrañarnos que muchos ciudadanos, que ni son trumpistas ni neofascistas, que no les gusta la corrupción ni el neoliberalismo, y que prefieren la democracia a la plutocracia, no lo vean claro, aunque piensen que efectivamente alguna alternativa incontaminada y óptima debe haber, en alguna parte. Todo es cuestión de otear el panorama político y seguir buscando.

Mientras seguimos buscando esa aguja en el pajar, o ese grial de los santos remedios, no perdamos la esperanza ni la ilusión por la democracia, porque eso sería fatal, contrario a nuestros intereses, y probablemente irreversible.

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