Historias paralelas
Meditaba el otro día a la vista de nuestras anomalías contemporáneas en una Historia alternativa, paralela, una rama más de ese jardín de los senderos que se bifurcan que fascinó a Borges, en la cual sucede, o sucedió, o está por suceder, que a Hitler le dieron, o le dan, o le darán si nadie lo remedia, el premio Nobel de la Paz, pero no porque fuera un buen tipo, que sobre esto no había ni hay duda alguna (no lo era), sino porque se había impuesto por la fuerza de las armas (muy superiores), y movilizaba ya como líder victorioso sus resortes dictatoriales e imperiales para recibir ese premio.
Pudo verse así, en ese sendero paralelo y extraviado de la Historia, donde también estamos nosotros, o quizás no porque escogimos otra ruta o aún no habíamos comenzado a caminar, que Hitler cometía un genocidio, quizás varios incluso, y aún así recibía el aplauso general y honores sin cuento. Y entre ellos, como decimos, el Nobel de la paz, al que se unió un poco después el de física, por haber patentado y utilizado con suma eficacia mortífera la bomba atómica, antes de que los americanos hicieran lo propio.
No es necesario decir que los fastos que celebraron el Nobel de la paz de Hitler superaron a los espectaculares y militarizados desfiles de Núremberg. Por allí desfilaron, igual de alineados y autómatas, casi todos los líderes mundiales del momento.
Por contra, en otro sendero también extraviado de ese universo bifurcante, ocurría que a Miguel de Unamuno le daban el premio Nobel de literatura (estaba propuesto por la universidad de Salamanca y competía con Paul Valéry y Chesterton), habiendo fracasado todas las maniobras subterráneas y rastreras de Hitler y los nazis para que el ilustre pensador vasco, rector de la universidad salmantina, no fuera premiado con ese galardón. De manera que al fracasar aquellas maniobras obstruccionistas del nazismo, y ya con el premio Nobel añadido a su brillante currículum, la influencia internacional de Unamuno, ya muy extendida, crecía aún más, y sus críticas aceradas y lúcidas contra el fascismo y el nazismo, contra Mussolini y Hitler (a este último lo calificaba como "deficiente mental y espiritual", y al primero como "caudillo peliculero"), muy precoces y plasmadas en tantos escritos, no caían en saco roto, sino que surtían un efecto oportuno y decisivo en la Europa de su tiempo, incluso en Alemania e Italia (cedo aquí a un optimismo quizás exagerado sobre la influencia del pensamiento en los hechos humanos ), de forma que aquellos movimientos ideológicos promotores del racismo, la xenofobia, la irracionalidad, y la violencia, de la estupidez en suma, que tantos desastres trajeron consigo (lógico con ese ideario), eran al final abortados antes de que el monstruo creciera y pudiera producir un daño mayor.
Es dudoso si el derrotero que escoge cada universo y cada mundo en ese extraño jardín cósmico se decide en cada milisegundo de nuestra Historia (de las Historias paralelas en plural), o incluso en cada uno de nosotros con cada acción y decisión que tomamos. La verdad es que estas ensoñaciones a las que la física moderna da un soporte de realidad, producen un poco de vértigo.
Y a vueltas de ello, rememoraba una rama de esta Historia, no demasiado lejana, hoy olvidada o podada de cuajo, en que aquello que algunos llaman hoy "extrema izquierda" (siguiendo el recetario del día suministrado por los fogones de la reacción), se le llamaba entonces socialdemocracia, que era cosa muy valorada y de mucho prestigio en Europa. Solución progresista muy trabajada en el curso tortuoso de la Historia y que no solo era motivo de orgullo para los que disfrutaban de sus beneficios, sino de envidia para los que, sujetos a gobiernos más torpes y menos equilibrados, carecían de ella.
Tampoco está descartado que mediante un salto cuántico de compleja fórmula matemática, brinquemos de una rama del pasado a una del presente, y viceversa. Pero el elemento clave son las decisiones que se toman. Por ejemplo ¿Nos embarcamos o no nos embarcamos en la flotilla hacia Gaza, la cual intenta romper no solo el bloqueo de la ayuda humanitaria sino también la inhibición obscena de los gobiernos occidentales ante un genocidio bárbaro?
Y si no somos tan valientes como para embarcarnos poniendo en riesgo nuestra vida y nuestra libertad ¿Apoyamos o nos mofamos de esa iniciativa generosa y solidaria?
De decisiones como esta depende la Historia.
¿Aceptamos pasivamente o protestamos enérgicamente -como hacen los franceses- contra el retraso de nuestra edad de jubilación y contra la pérdida de otros derechos conquistados con esfuerzo hace tiempo?
¿Cedemos una y otra vez ante los chantajes de Trump o le hacemos frente de forma colectiva?
En cualquier caso, parece plausible que en esa panoplia de posibilidades y alternativas haya encrucijadas más decisorias, nodos más importantes y trascendentes, en los que nos jugamos mucho, a veces la Historia entera del siglo en curso y parte del venidero. Gaza ha sido una de esas encrucijadas.
Conviene estar atentos a esas encrucijadas mayores porque todo parece indicar que estamos atravesando varias de ellas al mismo tiempo. Son tiempos revueltos pero decisivos.
En realidad... ¡Todo parece tan normal!. Tan anormalmente normal.
Más o menos como cuando Hitler daba discursos, recibía aplausos entusiastas de los suyos, y organizaba las Olimpiadas en nombre de todos. Los aplausos hacia ese gran organizador de Olimpiadas y campos de concentración eran... casi unánimes.
En el horizonte inmediato se adivinaba entonces la posibilidad de que recibiera el premio Nobel de la Paz. Como así fue.
¡La paz de los cementerios bajo la luna!