Heráclito de Éfeso

De los falsos "libertarios" posmodernos y de ultraderecha cabe decir que la "libertad" que predican es tan rara que su lema es "No hay alternativa".

Así por ejemplo Donald Trump dice que Groenlandia tiene que pertenecer a Estados Unidos, sin alternativa. O sea, la nueva "libertad" geopolítica que traduce la nueva libertad de los individuos en los regímenes "libertarios", en los que si eres anciano o jubilado tienes muchas papeletas para ser aporreado.

Los profetas neoliberales, aprovechando un momento de debilidad de la razón ilustrada, se obcecaron en ese principio dogmático y bastante pueril: "No hay alternativa".

Pueril digo, en cuanto que esa rigidez de espíritu se parece mucho al capricho de los niños malcriados. Las cosas tienen que hacerse como ellos dicen. O incluso las cosas son y funcionan como ellos prescriben que son y funcionan.

Ese aspecto emocional e irracional del asunto hace que este autodenominado "libertarismo" de ahora se parezca al "autoritarismo" de siempre como dos gotas de agua.

Si nos fijamos en Trump y en algunos otros políticos anexos, representativos de esta nueva hornada "libertaria" (degeneración involutiva del neoliberalismo precedente), hay un aspecto que sobresale de todos los demás: la inmadurez emocional y un precario control de los impulsos.

No hay que olvidar sin embargo que la emotividad exaltada, que torpemente se confunde con la irreverencia crítica, resulta enormemente atractiva para determinados sujetos y hace su agosto en tiempos revueltos.

Las performances de gran patetismo escénico de Hitler mantienen una relación íntima con las performances histriónicas de Milei. Son formas aparentemente distintas de una misma sustancia, y han sido estudiadas suficientemente en todo lo que tiene que ver con la psicología contagiosa de las masas.

No podemos descartar que esta emotividad tan exaltada e histriónica, conformada con la levadura del odio, capaz de adquirir un volumen enorme en el fogón adecuado, tenga una relación directa con la proliferación actual de guerras de todo tipo (poco a poco va siendo afectado, directa o indirectamente, todo el orbe planetario) y con la violencia política, como recientemente hemos visto en los Estados Unidos de Donald Trump, donde un "cristiano evangelista" ha tiroteado y asesinado a representantes demócratas:

"En el coche de Boelter, un cristiano evangelista, había una lista de otros objetivos, hasta 70…".

Si pasamos del aspecto emocional que subyace en el lema "No hay alternativa" (un signo de inmadurez) al aspecto intelectual que cabe deducir de esa afirmación, veremos que los que sostienen tal cosa apuestan por Parmenides y no por Heráclito, el cual cuando contemplaba la realidad representada por un río que fluye (conviene observar la Naturaleza de cerca para descifrar sus misterios), afirmaba aquello otro tan sugerente y mucho más sabio de que "Nunca te bañas dos veces en el mismo río", como metáfora de una realidad dinámica y no estática.

Que es como veía también las cosas Darwin y lo que le llevó mediante sesudas investigaciones a descubrir los cambios enormes y la evolución que había transformado la vida sobre la Tierra en el transcurso de muchos millones de años. La vida, como realidad plástica, dinámica, y moldeable, ha jugado con las distintas alternativas y circunstancias que se le han ido presentado, de manera que lo que empezó siendo un reptil acabó siendo un pájaro, que en su vuelo demuestra que las alternativas son múltiples, y no solo las que establecen rígidamente la Biblia o el catecismo neoliberal.

Esta evolución biológica desde el reptil que se arrastra al ave que vuela, es metáfora muy oportuna de otras evoluciones y transformaciones, como las que puede experimentar la cultura humana o la organización social.

Podríamos considerar el feudalismo una fase reptiliana de nuestra civilización que desemboca, al perder las escamas y adquirir alas, en las sociedades modernas organizadas en torno a un Estado del bienestar. En ese sentido, el neofeudalismo libertario (valga el oxímoron) es claramente una involución reaccionaria. Es decir, se pierden las alas para adquirir de nuevo escamas y arrastrarse por el suelo.

Ahora los que vuelan, entre humaredas explosivas y cadáveres, son los drones.

No pocos de los que sostienen que "No hay alternativa" en la dinámica social y económica, son los mismos (o se coaligan con ellos) que los que afirman que la Tierra y la vida que alberga tienen 6000 años de edad, exactamente, y que nada cambia. Tal como eran las cosas entonces son ahora, sin alternativa ni remedio.

"Algunos fundamentalistas religiosos, basados en interpretaciones literales de la Biblia, creen que la Tierra tiene aproximadamente 6.000 años de antigüedad" nos dice a vuelapluma la IA, cosa que por cierto ya sabíamos a través del instrumento natural de la lectura de libros.

El problema es que luego estas interpretaciones erróneas de la realidad conducen a emociones exaltadas y a un deseo irrefrenable de que esas creencias tan exóticas y absurdas sean aceptadas y obedecidas urbi et orbi.

Pues va a ser que no.

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