El divorcio

El divorcio entre las instituciones europeas y un número creciente de ciudadanos, es cada vez más evidente. Y no solo a nivel electoral, donde un número de votantes que no para de aumentar opta ya por partidos neofascistas y antieuropeístas, o sea, por partidos que quieren acabar con las instituciones europeas y resucitar los anteriores nacionalismos xenófobos.

Desde esas instituciones se han tomado decisiones cuyas consecuencias han sido muy mal calculadas, como si hubieran adquirido la extraña manía (casi desde su misma refundación posmoderna y neoliberal) de pegarse un tiro (una vez tras otra) en su propio pie. Merkel al menos lo reconoció: con el austericidio habían metido la pata hasta el fondo, dijo.

A las ya repetidas "crisis" mal solucionadas por las instituciones europeas, como la que nos propinó el "austericidio", con su punto de partida en un modelo ideológico extremista y antisocial (el neoliberalismo como nuevo carnet de identidad de Europa, otro error evitable), se suma ahora la infamia y la vergüenza que produce en los ciudadanos europeos más conscientes la pasividad de sus instituciones ante el genocidio de Gaza. Los ciudadanos europeos no quieren ser cómplices de ese genocidio y de esa masacre de inocentes.

Al parecer la lección del Brexit sirvió para poco, ni siquiera como vacuna de futuras deserciones, y no ha evitado el distanciamiento creciente entre instituciones y ciudadanos.

Parece como si nuestros representantes hubieran decidido permanecer ciegos a la realidad que les rodea (al estilo de Macron) y estuvieran guiados por una pulsión suicida. Es más, se dejan contagiar y van asumiendo alegremente el ideario neofascista de sus verdugos, o sea de los partidos que (¡oh paradoja!) quieren acabar precisamente con las instituciones europeas.

Si a todo esto se le suma el reciente e impactante descubrimiento de nuestra vacuidad como alternativa de civilización -dentro de Occidente- a la América fundamentalista de Trump y sus secuaces en el Este (incluido Putin)... y lo que los ciudadanos europeos ven a diario es nuestra falta de consistencia, no solo política sino también moral, y la sumisión obediente a todo lo que se le antoje mandarnos este gánster mequetrefe, cuyos antojos suelen ir precisamente en nuestro perjuicio, se está gestando un panorama que no augura nada bueno para la idea y el futuro del proyecto de Europa.

Síntoma de este estado de cosas es lo expresado por Greta Thunberg con ocasión de la nueva flotilla humanitaria (cada vez con más barcos, más participantes, y más nacionalidades representadas) que intenta llevar ayuda a Gaza frente a las tormentas y el riesgo muy cierto de ataques violentos: todo parece indicar que ya ha sufrido dos ataques terroristas.

"La activista Greta Thunberg, a su llegada al puerto de Túnez, pidió a todos los que le escuchaban que “mantuvieran sus ojos en Gaza”: “Se está cometiendo un genocidio que está siendo permitido y apoyado por gobiernos e instituciones que nosotros hemos votado y que supuestamente nos representan. Que termine ya esta complicidad”, añadió". (El País 09 sep 2025)

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