Apoteosis

Parece evidente que Isabel Díaz Ayuso está convencida de su significación apoteósica, a lo Margaret Thatcher, de la cual, la dirigente madrileña del PPVOX, sería una especie de reencarnación local en una provincia del imperio.

De la apoteosis thatcheriana, a estas alturas de la Historia, que no se detuvo por cierto sino que se aceleró, sabemos bastante. Apoteosis en el sentido de "divinización" o endiosamiento de un catecismo dogmático (el neoliberal) y de "culminación" de un proyecto: acabar con todo lo "público" (no solo la sanidad y la educación, sino también los avisos que alertan sobre las danas), y dar finiquito al Estado vía caos y motosierra.

Dar finiquito al Estado y dar finiquito al Estado del bienestar, forma parte del mismo paquete. Y si para culminar apoteósicamente ese proyecto se precisa apalear jubilados (como ya se hace en Argentina) pues se hace. El dogma es el dogma.

La jubilación retrasada o el apaleamiento de jubilados, son fases de un mismo proceso en el desarrollo de ese ideario.

Cuando contemplamos la actualidad, estupefactos o pensativos, una actualidad bastante confusa donde a la extrañeza de lo que vemos se suma la invitación a asumir una "nueva normalidad" extravagante, lo que percibimos con claridad es una evolución coherente desde un origen ideológico concreto (el catecismo neoliberal) hasta una apoteosis de hechos previsibles. Y así podemos afirmar con bastante fundamento que Trump y Elon Musk no constituyen ninguna sorpresa, a pesar de que muchos se muestren ahora escandalizados, sino que representan la apoteosis y culminación del ideario de Friedrich Hayek, pasando por la intermediaria "dama de hierro", eslabón imprescindible de toda esta cadena.

Y aunque muchos lo vieron venir, a raíz sobre todo de desastres tan notorios que era imposible ocultar (verbigracia la estafa financiera de 2008), e intentaron nadar y guardar la ropa haciendo un llamamiento a la refundación urgente del capitalismo, a un “cambio de rumbo político, a un "hemos entendido el mensaje" de los ciudadanos, y demás parafernalia retórica, siempre se hizo ese llamamiento a rectificar con la boca chica, y todo siguió atado y bien atado en esta cadena de sucesos vertiginosos y enloquecidos que nos ha traído hasta Donald Trump y Elon Musk, inevitables tras vender nuestros líderes la democracia al mercado.

Se mire hacia donde se mire, por todas partes vemos el poder del dinero para imponernos sus desafueros e intereses.

El eje Reagan-Thatcher (no olvidemos que muchos líderes políticos europeos alimentaron ese fuego) se ha transmutado hoy en el eje Putin-Trump, con Elon Musk engrasando la máquina, y Abascal, Ayuso, Orbán, o Meloni, haciendo de caballo de Troya. Y todo ello obedece a lo que podríamos denominar la "lógica interna" del paradigma triunfante, que podemos describir con un verso de Quevedo: "Poderoso caballero es Don dinero".

De la democracia se olviden, incluso para decidir la guerra y comprar sus armas. Que por cierto, se las compraremos a Donald Trump siguiendo sus órdenes, y falseando cualquier teoría publicitada sobre la "autonomía estratégica" de Europa como objetivo del gasto de 800.000 millones de euros en armamento.

A lo peor compramos más aviones F-35 que, según dicen los entendidos, Estados Unidos (o sea, Trump) puede desactivar pulsando un botón.

Leemos: "Ante el miedo a perder una fortuna, EEUU niega un botón de apagado de sus F-35. Tiene algo peor: el control de la "línea azul".

O sea, que se llame botón o no, de "autonomía estratégica" europea, nada de nada.

Un Donald Trump que, por cierto también, tiene a su país en bancarrota tras seguir al pie de la letra el principio neoliberal de suprimir los impuestos a los muy ricos (y entre ellos a él mismo). De ahí la necesidad de sacar dinero a toda prisa recortando programas públicos, y cargando sobre los ciudadanos de a pie la retirada de los impuestos a los supermillonarios.

De todo ello cabe concluir que nuestra realidad actual no aparece ex novo, de la nada, sino que lo hace como desarrollo y cristalización de un ideario específico, y a través de una deriva coherente con ese ideario, donde la falta de reglas y la Ley del más fuerte, establecen el marco moral e ideológico donde se desarrolla nuestra vida social, económica, financiera, y geopolítica. No esperen excusas. Esperen guerras y estafas.

Y esto nos induce a pensar que los que diagnosticaron o decretaron el fin de las ideologías (probablemente monaguillos del pensamiento único), tenían mucho interés en ocultar un hecho tan evidente como que las ideas -incluso las más extremistas y extravagantes- se traducen fácilmente en hechos a través de su promoción eficaz, y que esta rutina no ha cambiado a lo largo de la Historia, sino que lo que cambia en su transcurso son las ideas, las ideologías, y los hechos que -debido a su naturaleza- aquellas producen.

En función de la consideración que nos merezcan estos hechos y la realidad que ahora vivimos, sabremos si las ideas que nos han conducido hasta aquí han sido las óptimas y más sensatas. Desde luego cabe albergar muchas dudas sobre las recetas aplicadas (neoliberales), vistos los resultados obtenidos en forma de desigualdad extrema, deterioro de la democracia, malestar social, y peligros bélicos.

En esta escala de desarrollos, la tercera guerra mundial sería la apoteosis y la consagración definitiva de ese ideario.

Y es lógico que una receta no puede ser óptima ni eficaz cuando el diagnóstico es incorrecto. Pienso ahora en los analistas poco reciclados que nos metían miedo hasta ayer mismo, afirmando que se nos venían encima los "comunistas" y bolcheviques que habitaron las primeras décadas del siglo XX. Muchos analistas (y políticos) se han quedado anclados en esa época, como guardianes de un museo arqueológico.

Otros intentan progresar, y el coco que nos pintan ahora como amenaza terrible, es lo que llaman lo "woke", o incluso la ecología... pero no las danas mortíferas intensificadas por el cambio climático.

Hoy ya sabemos que lo que se nos venía encima, mientras ellos agitaban esos espantajos de pura tramoya, eran los neonazis -muy reales- del siglo XXI, y una alianza estratégica entre estos, Trump, y Putin. Y además, con todo el dinero de los plutócratas de la casta tecno-financiera (que hemos alimentado impunemente con nuestra política neoliberal) a su servicio.

Lo dicho:

¡Vaya tino en el diagnóstico y el pronóstico!

Ni la Historia se detuvo, sino que se aceleró, ni las democracias proliferaron, sino que se encogieron. Las pocas que había, hoy no se tienen en pie.

Evidentemente, el diagnóstico de las amenazas que deberían habernos preocupado seriamente, no es lo suyo. O lo que es más probable: manipulan y falsean ese diagnóstico en función de sus intereses. En cualquier caso, y descubiertos los errores cometidos, necesitan de forma urgente cambiar el relato y poner a salvo los muebles. Nadar y guardar la ropa. Seguirán apostando no obstante por equiparar a VOX con PODEMOS. No esperen que desechen por inútil y tramposa esa ceguera.

En este contexto de desaciertos diagnósticos repetidos y mala imagen -ganada a pulso- de nuestra derecha nacional, que hasta el día de hoy se identifica con VOX tanto en el plano estratégico como en el ideológico, y una vez conocidas en tiempo real y en propia carne (carne europea y carne española) las decisiones ejecutivas de Donald Trump, que se ha vuelto un peligro real para España y Europa, pero al que VOX baila el agua, fiel siempre a quien le financia, surge la necesidad urgente de alejar la imagen promocional de Díaz Ayuso de ese mundo neofascista y trumpiano -tan reivindicado y condecorado por ella-, llevándola de excursión a Londres para intentar mejorar su imagen, maquillar su extremismo evidente, y hacerla pasar eventualmente por liberal anglosajona.

Su inclinación hacía VOX y TRUMP se había hecho demasiado notoria y ahora mismo es desaconsejable. De ahí la necesidad perentoria de un maquillaje londinense a toda prisa, con anécdotas lingüísticas incluidas.

Leo en la prensa de estos días lo siguiente: "Porque Trump, Putin, Netanyahu y otros coinciden en un objetivo: nos quieren divididos (a los europeos)" (El País). Pues sí, parece evidente, pero es que también el PP de Feijóo (que forma parte del partido popular europeo) nos quiere divididos a los europeos, desde el momento que se alía con VOX, aliado de Orban, aliado a su vez de Putin, y sin embargo socio europeo. Algunos ya a este frente neofascista lo llaman el "caballo de Troya" que acabará destruyendo a Europa. O dándole la puntilla tras el destrozo neoliberal.

Porque si me apuran, hasta el mismo dogma neoliberal que rige nuestra vida económica y política europea de forma oficial, nos quiere divididos a los europeos, desde el momento en que es un dogma que no cree en el Estado, no cree en la sociedad ni en las reglas que la armonizan, y aboga por la desigualdad extrema y la Ley del más fuerte. Un escenario este muy poco propicio desde luego a las ideas de solidaridad o de unidad, y más favorable sin duda a la división y la polarización.

Así que efectivamente, son muchos los que nos quieren divididos, empezando por los que suprimen impuestos a los muy ricos o a las empresas energéticas. Que hasta en eso hemos copiado a los Estados Unidos de Donald Trump, Biden, y Bill Clinton, perdiendo de esa forma nuestra "identidad europea".

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