Y se hizo el caos
Pero ¿qué ha pasado? El "apagón" que ha sufrido España, Portugal y parte de Francia, nos debería llevar a reflexionar sobre la fragilidad del sistema que sostiene nuestro "bienestar". Es decir, todas esas cosas de las que disponemos en el "primer mundo": abrir un grifo y que salga agua caliente, apretar un botón y que se haga la luz, teclear los números del teléfono móvil y poder conectar con familiares y amigos no importa lo lejos que estén, "navegar" por Internet o encender la tele y tener acceso a las últimas noticias que están sucediendo en cualquier lugar.
Todos los cimientos sobre los que se asienta la sociedad que conocemos son más frágiles de lo que podíamos imaginar.
De repente la electricidad e Internet se quedaron en suspenso, provocando no solo un "parón" en nuestra cotidianidad sino incluso poniendo en peligro vidas. Si, ya sé que en los hospitales hay generadores y también en otros lugares estratégicos, pero poco más.
Los ascensores se quedaron suspendidos en la nada. El metro parado en los túneles, los trenes en las vías... Y en ese momento miles de pasajeros lamentando que ahora los vagones sean cubículos cerrados, donde las ventanas no se pueden abrir y por tanto los claustrofóbicos, yo lo soy, sufriendo ataques de ansiedad.
Nos hemos dado de bruces con una realidad inesperada: los cimientos de nuestro sistema han demostrado ser frágiles y nuestra dependencia de Internet nos ha revelado lo poco que empezamos a saber de cualquier cosa si no tenemos a mano la posibilidad de teclear preguntas.
Sí, es imprescindible que tengamos alternativas a los "apagones", que el mundo no dependa tantísimo de las nuevas tecnologías. Por eso recuerdo un ensayo del gran escritor Umberto Eco y de Jean Claude Carriére que llevaba por título "Nadie acabará con los libros" en que defendía que no hay medio más eficaz para guardar y difundir información que los libros mientras que un ordenador tiene que conectarse a la Red.
En los libros de papel están las huellas de los descubrimientos y conocimientos mientras que hoy guardamos en los soportes tecnológicos cuánto sabemos, con el consiguiente riesgo de que si un día hay un "apagón" el mundo se quedaría a oscuras de conocimientos.
En los libros está todo, y no hace falta enchufarlos a ninguna parte. De manera que si un día el "apagón" nos devolviera al principio del principio, al menos podríamos buscar en los libros todo el conocimiento albergado que permitiría volver a poner en marcha el sistema en que hemos vivido allá donde lo dejamos.
Ahora queda por saber la verdad, es decir: ¿Qué ha provocado el "apagón? Y no caben medias verdades.