“Reventar a la derecha”
Pablo Iglesias, uno de los personajes más siniestros, inútiles y despreciables de la polìtica española, acaba de decir dirigiéndose al PSOE, que ellos, Podemos, no están para apoyar unos Presupuestos con aumento del gasto militar ni sus conchabeos con la derecha vasca y catalana. Pero, añadió, entre aplausos de su tribu en un acto de la “Uni de otoño”, que “para reventar a la derecha española y a sus activos políticos, ahí nos tenéis, para llegar a donde sea necesario. Pero para eso hay que tener agallas”. Acabo de leer a Irene Vallejo una frase que da respuesta al fracasado líder de la extrema izquierda española, fracasado en todas sus aventuras excepto, al parecer, en las tabernarias: “no podemos permitirnos, dice la escritora, tener más odio que ideas”.
“Hasta donde sea necesario”. Para “reventar” al adversario. Eso lo hacen en los países donde la doctrina comunista que impregna el ideario de Iglesias y de Podemos se impone por la fuerza contra los ciudadanos, los persigue o los encarcela. ¿Lo harían también aquí si pudieran? Odio aquí, entre nosotros, y no sólo en Gaza o en Israel. Odio cercano, próximo.
Por encima de lo imposible que lo tienen Pedro Sánchez y el PSOE con socios como éstos, aunque luego acaban votando casi todo lo que propone el PSOE escondiendo la cabeza, la dignidad y la vergüenza para seguir en el poder y evitar que los ciudadanos puedan elegir a otros, lo que revela este suceso lamentable es que el odio crece en esta sociedad. No sólo a la izquierda, extrema o mediopensionista, también a la derecha. Odio al inmigrante, odio al pobre y al marginado, odio en centros escolares de niños a niños, odio al español en Cataluña o el País Vasco, mientras el Gobierno se apoya en quien extorsionó, aterrorizó y envió al exilio interior a cientos de miles de personas en una limpieza étnica, mató a casi mil inocentes y dejo cientos de familias rotas. Todavía esos etarras y la sociedad vasca que los apoyó no solo no han pedido perdón por el daño causado sino que se vanaglorian públicamente de lo que hicieron, homenajean a los asesinos y amedrentan a las familias de las víctimas. Y deciden el futuro y el presente de todos los españoles con sus votos.
Odio a los que son diferentes, a los que vienen de fuera porque han tenido la mala suerte de no nacer aquí, a los que no piensan como tú, odio visceral en las redes sociales a quienes ni siquiera conocen, odio en el Parlamento y en muchas tertulias de radio o televisión, odio a los jueces que no se pliegan a lo que algunos quieren, odio a los empresarios que crean riqueza, odio a la Iglesia, odio en las canchas de fútbol. Tiene toda la razón, José María Olaizola, una persona que siempre busca lo que nos hace mejores, cuando dice que “me da la sensación de que tras el disfraz de buenos samaritanos que a veces usan nuestros políticos y opinadores, hay en realidad mercaderes del dolor ajeno a quienes les interesa el sufrimiento solo en la medida en que puedan utilizarlo para beneficio propio”.
Hay que acabar con el odio, que solo engendra más odio, y denunciar a los que odian, a un lado y a otro del espectro político, en las redes, en los medios. Por buscar un contrapunto, este domingo los católicos hemos celebrado el Domund, la fiesta que reconoce y apoya la labor de tantos miles de misioneros que lo dejaron todo para irse donde de verdad hay dolor, explotación, guerra sin límites ni normas, abusos de todo tipo, violencia hacia las mujeres, falta de centros educativos y sanitarios, pobreza y miseria, niñas que son vendidas en matrimonios forzados o prostituidas. Allí, estos hombres de fe ponen amor y ayuda. Ni siquiera ellos se atreven a decir que para reventar a los asesinos, a los explotadores, a los traficantes, “ahí nos tenéis, para llegar hasta donde sea necesario”. El odio nunca engendra nada, destruye todo. Sólo designa víctimas, casi siempre inocentes, y se aprovecha de ellas.