Banalidades

En medio del lodazal de la vida política, con los socialistas reunidos en Sevilla, sintiéndose acosados, la vida, en el resto del país, sigue con sus quehaceres y sus dificultades.

Tanto es el protagonismo de la batalla partidista y sus banalidades que, de forma preocupante, se empieza a dejar de lado lo fundamental, como son los derechos de la ciudadanía a una sanidad pública, una educación pública o una justicia que funcione. No para interferir en la batalla política, sino para aplicar la ley y la defensa de los derechos de todos los españoles.

Viene esta aclaración a cuento por el recorte en las partidas presupuestarias que la Comunidad de Madrid está aplicando tanto a la sanidad como a la enseñanza pública. Su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, que ha conseguido, con la ayuda de su inseparable Miguel Ángel Rodríguez, convertir el caso de su novio en el caso Moncloa y fiscal general, no ceja en su apoyo a la privada.

Tal es el caso que la Universidad Complutense acabó el año pasado con un déficit de sesenta y cinco millones de euros. Si se tiene en cuenta que la inmensa mayoría de los estudiantes de bachillerato aspiran a obtener la nota suficiente para ingresar en sus aulas, no se entiende este castigo que el PP lleva aplicando desde que gobierna en Sol.

Los estudiantes no sólo lo hacen por los altos costes de las privadas, sino porque el prestigio académico, de momento, solo lo tiene la pública. La Complutense, la Autónoma, la Carlos III o la Politécnica son las mejor valoradas y, sin embargo, su presupuesto para el año próximo solo sube un 0,9%. Una miseria que va a obligar a dejar de impartir determinadas carreras. ¿Este país se puede permitir el derrumbe de un pilar que garantiza el futuro de las nuevas generaciones?

Y qué decir de la Sanidad pública. Resulta que seis de los hospitales de Madrid lideran el ranking de los diez mejores de España. La Paz, el 12 de Octubre o el Gregorio Marañón encabezan la lista. Y eso, a pesar de que Madrid sigue a la cola del gasto sanitario comparado con otras comunidades autónomas. Porque la costumbre, fijada por Ayuso, es presupuestar menos dinero que el gastado en el ejercicio anterior.

El prestigio de los grandes hospitales recae sobre las espaldas de sus médicos, muchos de los cuales soportan renovaciones de contratos cada tres meses y pésimas condiciones salariales. ¿Se puede sostener así mucho tiempo? ¿Hasta dónde van a llegar las listas de espera?

Ayuso, que la semana que viene tiene una reunión con los rectores de las universidades madrileñas, deberá explicarles por qué una Comunidad tan rica está cargándose el prestigio de servicios imprescindibles para la ciudadanía.

Eso es gobernar, su pelea, no interesa a nadie. 

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