Siniestro cambio de cromos

Uno se queda con Ucrania, y el otro con Venezuela, tal parece ser el plan acordado entre Putin y Trump. Si este cambio de cromos tiene algo que ver con la geopolítica es sólo por la proximidad geográfica a Rusia y a EE.UU., respectivamente, de los países que desean satelizados, pues se trata fundamentalmente de una cuestión de negocios. En Ucrania ya se encargará Putin de instalar un Lukashenko, en tanto que Trump ya tiene claro que el suyo será María Corina, su ferviente admiradora.

Sin EE.UU., o más exactamente, con EE.UU. en contra, aliado de Rusia, Ucrania no puede resistir con la única ayuda de la Unión Europea, limitada, imprecisa y débil. El supuesto plan de paz de Trump, a todas luces urdido en pos de ese siniestro cambio de cromos, exige a Ucrania su rendición y, con ella, no sólo la entrega a Rusia de un quinto de su territorio, sino todo él, pues una de sus exigencias, la de la celebración de elecciones en el plazo de un mes, persigue precisamente eso, pues ya se encargará Putin con sus malas artes de vencerlas hacia su interés anexionador.

A cambio, el sátrapa del Kremlin deja vía libre al de la Casa Blanca en Venezuela. Putin se hace con el cromo del granero, y Trump con el del petróleo, o, cuando menos, en ello andan. Disimulo, poco, pero ¿qué necesidad de disimular tienen ante un mundo acobardado y cuando la única instancia que en teoría podría oponerse, la UE, en la práctica no puede? Trump entrega Ucrania a Putin, y éste a aquél, en correspondencia, esa especie de franquicia de Cuba en que se convirtió Venezuela con Maduro, pero queda un eslabón suelto en esa cadena que estrangula la legalidad y el derecho internacional: China. ¿Qué gana China, con tantos intereses de todo tipo en Venezuela? ¿Qué cromo se lleva? Taiwan tiembla.

Y mientras, las violencias y los crímenes sobre los que se cimenta ese ominoso cambio de cromos no cesan, y Ucrania devastada, y Venezuela en capilla.

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