Desnudos falsos

Los desnudos falsos creados por la inteligencia artificial son, efectivamente, falsos, pero el sufrimiento que provocan en las víctimas falsamente desnudadas es verdadero. Julia, una modelo belga que lo ha padecido, explica muy bien qué sintió al contemplar su apócrifo desnudo: «Sabía que no era mi cuerpo, pero me sentí desnuda». Esto es, desnudada contra su voluntad, de suerte que la aviesa intención del indeseable autor del montaje había conseguido sobreponerse a la realidad, profanándola.

Con 2.000 euros, 1.200 por pronto pago, ha sancionado la Agencia de Protección de Datos a uno de los adolescentes que «desnudó» hace un par de años a varias chicas de entre 11 y 15 años, algunas de ellas compañeras de clase. Se trata de una sentencia pionera en Europa, pero los cuerpos de las niñas no son datos, y resulta tan perentoria como obvia la necesidad de protegerlos de alguna otra manera de la insaciable estupidez de la IA, que es trasunto o consecuencia de la estupidez humana, y de la maldad que tantas veces lleva aparejada. Pionera y todo, esa multa, ni aun otra de monto superior, ni castiga (la pagan los padres del cretino) ni protege, pero en esto no es sólo que la leyes penales vayan muy por detrás de los delitos, sino que van irremediablemente rezagadas respecto a los que genera el mundo oscuro de la realidad virtual.

Todos los cuerpos humanos, también los que idea vicariamente y escupe la Inteligencia Artificial, son parecidos, y de eso se valen quienes desnudan falsamente a las mujeres para crear en ellas la sensación de haber sido realmente violentadas, una sensación verdadera. Basta darle a la tecla del buscador de Internet, que, por cierto, está ya colonizado por la IA, para hallar instantáneamente los anuncios de las aplicaciones que permiten esa crepuscular violación.

Hay una que por 10 euros faculta para plantificar un cuerpo falso, pero parecido al ser un cuerpo humano, a 25 mujeres o niñas. Garantiza un resultado hiperrealista, y el hecho de que la realidad no es hiperrealista, sino real a secas, no alcanza a disipar la dolorosa turbación de las víctimas. La cuestión ahora, cuando las mierdas de la IA lo van emporcando todo, es qué se puede hacer desde la realidad para combatir la perversa estupidez sin límites de lo hiperreal.

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