El abandono de los pueblos

Si los pueblos están abandonados, y con ellos los servicios indispensables para una vida digna, las huertas, los bancales y los labradíos que los circundan, los colegios, las acequias, las estaciones de tren que alguna vez los conectaron con el mundo y, al cabo, los proyectos de vida de sus habitantes, que tuvieron que emigrar por no atisbar en ellos proyecto de vida ninguno, ¿cómo no van a estar abandonados sus campos, sus montes, sus fragas, sus bosques, sus dehesas y sus arboledas, que los que se fueron cuidaban con la dedicación con que cuidaban el hogar, el ganado o los aperos? ¿Cómo no van a arder si los pocos que en esos pueblos abandonados quedan son ancianos que no pueden hacer otra cosa que desfallecer de dolor al contemplar cómo todo cuanto remite a la vida, a sus vidas, se quema? ¿Cómo no va a estar abandonado el monte, entregado a la seca maleza, si antes se abandonó a las personas?

La poca gente que queda en los pueblos, o bastante tiene con salir adelante en el día a día con sus languidecientes oficios tradicionales, o ha sucumbido al inmenso poder deformador del turismo, convirtiéndolos en simulacro de lo que fueron mediante el llamado turismo rural, que, como se ve, no sirve para mantenerlos vivos, a salvo de las llamas. Algunos de esos pueblos abandonados no conservan otra población que la dedicada a la explotación de ese turismo, y el refuerzo de los "ruralitas", de los escapados de las ciudades en pos de una Arcadia feliz, no alcanzan con sus teletrabajos o sus neo artesanías románticas a insuflarles la vitalidad que sabe enfrentarse al incendio que un rayo, la barbacoa de algún imbécil, la negligencia en una quema de rastrojos, la chispa de una cosechadora o algún desalmado provoca.

Ya sé que estos días la bronca política, sectaria, lo inunda todo, y que los responsables regionales de que esta tragedia de fuego no se diera, o se atajara pronto, aún tienen la osadía de culpar de su incompetencia y de sus consecuencias a otros, al estilo Mazón, pero las razones profundas de la catástrofe son las que desde hace mucho venía anunciando el abandono de los pueblos, y que aquellos a quienes correspondía escuchar, no oyeron.

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