Y viceversa
Quizás un día de estos, en un descuido de nuestra hipocresía oficial y estratégica, reconoceremos que no solo Putin tiene oligarcas, de esos a los que Occidente paraliza cuentas y confisca yates (o viceversa), sino que también nosotros, demócratas occidentales, y antes que nada extremistas neoliberales, los tenemos, y que unos y otros, en el Este y el Oeste, se dedican a lo mismo: robar a mansalva, delinquir en lo que les dejan, y ejercer el poder en función de unos intereses propios y exclusivos (de clase), que tienen muy poco que ver con los de la inmensa mayoría. Para eso se llaman oligarcas y su régimen oligarquía, prima-hermana de la plutocracia.
De los griegos aún conservamos, gracias a Dios o a Dionisos, ciertas palabras que nos ayudan a entender y nombrar lo que tenemos delante.
Si ellos roban y agreden países y pueblos por allí, en el Este, los nuestros (oligarcas) roban y agreden pueblos por acá, en el Oeste y sus zonas respectivas de influencia. Ucrania, Palestina, y lo que se ponga por medio. En fin, el culmen de una civilización que quiere hacerse "grande otra vez" a base de destrozar fronteras, aniquilar pueblos, y deshumanizar colectivos enteros, y en resumen matar cuánta más gente mejor, bien sea por efecto directo de las guerras, o a través de hambrunas, desplazamientos forzados, y enfermedades.
Conviene señalar que nuestro emperador máximo (Donald Trump) está crecido en este momento y ya apunta, inmisericorde y "vengativo", a Groenlandia, Canadá, Panamá, y Gaza. Su espíritu 'emprendedor" (es un decir) basado en el fraude no oculta, ni siquiera a efectos retóricos, su espíritu depredador.
Algunos de sus apologistas, que predican el espíritu proverbial y pragmático de cualquier empresario emprendedor para manejar bien su país, ya buscan desesperados en este momento un agujero dónde meter la cabeza.
Quizás solo se trate de una competición entre imperialistas bien avenidos e igual de salvajes, o simplemente la constatación de que también los bárbaros (del Este y del Oeste) son capaces de ponerse de acuerdo en un objetivo común: esparcir el mal y el dolor por doquier.
Richard Gere ha llamado "matón" a Trump. Robert de Niro lo ha llamado "gánster". Como la naturaleza de este personaje (condenado por la justicia) no solo está a la vista de todos sino que arrastra una sórdida historia fácil de conocer, muchos estaremos de acuerdo con esa opinión: matón y gánster, desde luego, aunque De Niro también ha añadido los calificativos de psicópata, sociópata, idiota, y narcisista nocivo, que traducen su preocupación por ver a un sujeto semejante al frente de su país.
Otros ciudadanos estadounidenses se agarran a la esperanza de que su idiotez limite el alcance de su maldad. Desde luego alguien que aconseja combatir la COVID mediante inyecciones de lejía es idiota profundo, pero también peligroso.
Pero entonces la conclusión disyuntiva que se nos ofrece es, por un lado, que los que le han votado son lerdos y no se han tomado el esfuerzo mínimo de conocerle (en el pecado llevan la penitencia), o la otra alternativa que nos queda para explicar su elección, es que los ciudadanos que le han votado querían precisamente eso, un matón y un gánster (además de psicópata, sociópata, y narcisista nocivo) en la presidencia de su país.
Vete tú a saber para qué.