Salvar al soldado Feijóo

¿Salvar al soldado Feijóo? He ahí la pregunta.

Dos artículos como introducción a esta cuestión actual:

"El dilema político que (probablemente) tendremos que afrontar" (Ignacio Sánchez- Cuenca; El País, 09 sep 2025), y "¿Debemos salvar al PP de VOX para proteger la democracia?" (Joan Coscubiela; El País, 15 sep 2025).

Quizás el núcleo de este debate sea un cierto miedo -muy posmoderno- a la democracia.

Proponer que hay que "salvar" al PP de VOX, algo así como protegerlo (para protegernos a todos nosotros y a la democracia) de su nociva influencia, es a mí juicio una afirmación o una propuesta que al día de hoy no hay por donde cogerla y tan fantasiosa como proponer que hay que salvar al PP de Ayuso, política madrileña que es absolutamente indistinguible de Abascal o de VOX.

Y esa es la cuestión que pone de manifiesto lo poco verosímil de intentar inducir semejante divorcio en una pareja que al día de hoy son uña y carne, tanto desde el punto de vista ideológico como desde el punto de vista de su práctica política.

Es cierto que puede hablarse de un cierto contagio unidireccional desde el último brote de la ultraderecha de nuestro país, es decir desde VOX hacia el PP, el cual junto al PSOE de Felipe González jugó durante un periodo de tiempo prolongado (el del bipartidismo turnista PPSOE) al juego estratégico y publicitario de parecer el "centro". Farsa que ya no se sostiene porque el neoliberalismo -un extremismo en el que ambos incurrieron y concurrieron- no es ni por asomo el "centro". Y esto, después de la estafa financiera y neoliberal de 2008, la gente ya lo sabe.

Y es que dicho contagio unidireccional desde VOX hacia el PP ha sido tan buscado, potente, y asumido por la parte invadida, el PP, que hoy ya son definitivamente la misma cosa, aunque ahora el juego estratégico consista precisamente en parecer diferentes para ampliar el número de votos destinados a la suma.

"El electorado del PP es muy plural, pero sus estructuras comparten buena parte de los postulados ideológicos de Vox y no estoy seguro de que en el PP quieran ser salvados", dijo con mucho tino Joan Coscubiela en el artículo citado.

Fijémonos en Ayuso como la manifestación más estrepitosa y "auténtica" de este nuevo PP inclinado definitivamente a la ultraderecha, y comprobaremos que viene a ser algo así como un sosias de Abascal pero con dotes más elaboradas de actriz. Incluido el pinganillo.

Veremos así que hoy tanto PP como VOX son trumpianos (una nota definitoria muy importante en el contexto actual), y ambos defienden el genocidio en Gaza. Y por lo tanto, y por ambos motivos, son partidarios y copartícipes de la burla del Derecho internacional (del Derecho en general) y el desprecio de los Derechos humanos, junto a la barra muy crecida de depredadores y señores de la guerra que hoy definen y destrozan nuestro mundo, definitivamente inclinado a la "incivilidad" y la barbarie.

Barra que no excluye a Putin, un colega más de este frente difuso pero homogéneo en su intención de barbarie, y colega a su vez muy estimado por Abascal, que se apunta a todo lo que tenga el sello de un poder violento y desatado, sobre todo si de esa colaboración le cae alguna migaja económica.

Coinciden también todos ellos en querer acabar con el Estado de todos y con todo lo público, llevados de la mano de un catecismo que dicen "libertario" (aunque secuestran de hecho la libertad) y que no es otra cosa que un catecismo y guía de salvajismo decimonónico, o incluso una involución hacia un nuevo “antiguo régimen”. En todo caso, una guía segura hacia el peor de los escenarios posibles: la sociedad como selva.

Conviene no confundirse (ni confundirnos con ellos) sobre cuales son las ideas que defienden. Aceptemos que es su opción en el juego democrático que salvo intentos puntuales de golpes de Estado, como el protagonizado por Trump (en que la máscara se les cae del todo), de momento respetan, y defendamos los demás una opción distinta y netamente democrática.

Conviene sin embargo tomar nota (nota importante) de que estos neolibertarios liberticidas ya nos han enseñado sus garras censoras y xenófobas. Abogan ahora por una suerte de “racismo cultural”, fieles a su espíritu inquisitorial.

Como en otros precedentes históricos, la careta irá cayendo poco a poco, y acabaremos viendo (ya lo estamos viendo) el auténtico rostro de Trump, Ayuso, o Milei, como ocurre de forma metafórica en la gran novela de Óscar Wilde: "El retrato de Dorian Grey”.

Y además no todo es aggiornamento publicitario, o disfraz, sino que en muchos aspectos siguen una línea de actuación muy arraigada y conocida, para nada oculta. Si Aznar todavía no ha pedido perdón por su patrocinio de los crímenes de guerra en Irak (una guerra ilegal en la que también se masacró a miles de inocentes, y que aún está esperando la actuación de la justicia internacional), no parece que ahora les vaya a pesar mucho en sus conciencias el haber justificado y apoyado también el genocidio en Gaza. De hecho niegan ese genocidio de la misma manera que muchos de sus antecesores ideológicos (o incluso actuales) negaron el genocidio judío a manos de los nazis.

Eran otros tiempos.

Siendo este el panorama, ciertamente desolador, que tenemos delante, yo diría que la propuesta de intentar salvar al PP de las garras de VOX, peca de ingenua e inoportuna. La dinámica democrática aconseja defender ideas distintas y diferenciadas, precisamente para cumplir con el juego democrático y salvar la democracia. Porque ¿De quién habría que salvar al soldado Feijóo? ¿De Abascal?

¿De Ayuso? ¿De Aznar? ¿De todos ellos, que son la misma cosa? ¿O de sí mismo?

Más eficaz -y es urgente- sería la unión en un frente común de todos aquellos que defienden el socialismo, la democracia, la socialdemocracia, los servicios públicos, y el Estado del bienestar. Y junto a ello y como elemento consustancial e imprescindible de esa forma de entender el mundo, la defensa de la dignidad humana (sin racismos físicos o culturales), los derechos humanos, y el derecho internacional.

Esa unión es la clave y también la asignatura pendiente, que ya nos pilla con poco tiempo hasta el examen. Esa es la "gran coalición" que necesitamos.

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