Rearme y desconcierto

¿Qué entendemos actualmente por "modelo europeo"? Pues depende.

Una posible respuesta: "1.600 euros por 12 horas al día". O también podríamos responder que el "modelo europeo" significa jubilarse cada vez más tarde, casi con un pie al borde de la fosa.

"1.600 euros por 12 horas al día" es el título de un artículo que Jordi Amat publicó hace pocos días en El País, y que hace referencia a la precariedad laboral en España. Precariedad que está en el origen de otras muchas precariedades que de ella se derivan. Por ejemplo la precariedad en el acceso a la vivienda. Pero también el deterioro del acceso a la sanidad pública, cada vez más difícil. Quien tiene posibles, opta ya por un seguro privado.

¡Mal negocio para la vida civil este de deteriorar lo público! Ya lo vimos durante la pandemia COVID.

Por cierto, y ya que hablamos de aquella pandemia, como los errores cometidos no nos enseñan ni nos corrigen, durante la última dana de Valencia hemos vuelto a comprobar que hay quien pone el lucro y el negocio por delante de la vida de las personas. Tal como vimos durante aquella terrible crisis sanitaria.

El periodista de El País, Jordi Amat, encuadra su artículo -aunque se centre a la precariedad laboral- en el marco de tambores de guerra que resuenan por doquier. No es el único que estos días establece esa relación entre lo que se llama a defender con urgencia (el denominado "modelo europeo") y la realidad de los hechos defendibles.

Hay otras posibles respuestas a la pregunta en cuestión sobre el modelo que se defiende, sin duda bien fundamentadas, pero no debemos olvidar este aspecto de deterioro de nuestro "modelo europeo" (de bienestar), por lo que puede llegar a suponer en la consistencia y el ímpetu del ardor guerrero que se nos pide ahora, en medio aún de los recortes del austericidio neoliberal y de los efectos de la pandemia COVID. Y entre esos efectos, por ejemplo, la "nueva normalidad" pospandémica de no poder acceder fácilmente ni a tiempo a nuestro sistema sanitario público.

Vivimos tiempos complicados, tras encadenar varias crisis y con la crisis climática de fondo, y nuestros líderes nos exigen ahora, y además con máxima urgencia, los sacrificios de un rearme cuantioso y costoso.

La precipitación y la urgencia, probablemente no sean buenas nunca para decidir grandes volúmenes de gasto (sí lo fue en el caso de la pandemia COVID). Ese desembolso cuantioso y urgente en defensa estaría destinado a guerras actuales o futuras, cuyo origen, naturaleza, y soluciones más factibles, no se han perfilado con claridad.

Todo es bastante confuso, como lo es el estatus actual de la OTAN.

Junto a la circunstancia concreta y doliente de la guerra de Ucrania, la motivación del sacrificio guerrero que se nos pide en este momento se apoya en la defensa de un modelo envidiable, el europeo. Su prestigio data de más o menos 1945, cuando la realidad de los muertos en la segunda guerra mundial, la destrucción generalizada, y la reflexión sobre sus causas, obligó a recapacitar sobre los errores cometidos y a buscar soluciones y modelos de futuro. La duda que surge ahora es si ese prestigio del modelo europeo se mantiene indemne y firme en sus principios o vive de las glorias del pasado, la ilusión, y el recuerdo, sobre todo tras el vendaval neoliberal y el empuje (hacia el precipicio) de la plutocracia.

¿Acaso no hemos ido perdiendo nuestras señas de identidad propias (ese "modelo europeo") para adquirir postizamente las de, por ejemplo, Estados Unidos?

El modelo al que nos referimos, sustentado en "El espíritu del 45" (por utilizar las mismas palabras del documental de Ken Loach), ha sufrido desde entonces tantos ataques, distorsiones, y recortes, por parte del neoliberalismo tronante, que hoy resulta prácticamente irreconocible.

La bandera que plantaron aquellos soldados victoriosos en la segunda guerra mundial, hoy está hecha jirones. No solo aquel modelo de democracia y de bienestar económico y social que conquistaron con sangre, sudor y lágrimas, está siendo atacado y destruido por doquier por el vendaval neoliberal (ahora "libertario"), sino que las ideas reaccionarias derrotadas en aquel conflicto (que también fue ideológico o cultural), fascismo, nazismo, y racismo, viven hoy una segunda primavera gracias a aliados "internos" (por ejemplo VOX, Meloni, y Orban) y promotores "externos" (Trump y Putin).

En el intervalo entre aquel momento histórico de prestigio y el momento presente de ruina (ruina de valores), las ideas de solidaridad, justicia, igualdad, democracia, derechos laborales, y derechos humanos, han sido vilipendiadas y sustituidas por las de competitividad, desregulación, depredación de recursos, explotación laboral, saqueo de lo público, puertas giratorias, privatizaciones, pelotazos, subcontratas, recortes, y demás eslabones en la cadena de ascenso de la plutocracia, que hoy nos domina y controla, y que está acabando con nuestra democracia y con nuestro modelo europeo.

Cuando los políticos halcones diseñan sus estrategias de poder en sus despachos de altura, manejan un tablero que no representa el mundo de a pie. En un entorno artificial de privilegio, distancia, y alejamiento, las apreciaciones sobre la realidad que viven los ciudadanos, suelen ser erróneas, y esos errores se pagan caro y los pagan otros.

A medida que la democracia se convierte en plutocracia y oligarquía, el alejamiento de la realidad común produce dislates, que luego exigen ser corregidos a toda prisa mediante austericidios o rearmes bélicos.

Como resultado, hoy debemos mostrarnos decididos a rearmarnos hasta los dientes como si viviéramos en el tiempo de las lanzas y los tirachinas, y no en el tiempo de las bombas atómicas, que en un par de intercambios de fuego pueden acabar con todos nosotros.

He ahí la cuestión:

¿Que supone el rearme y la carrera armamentística en este momento, tras un periodo histórico de auténtico terror a la conflagración nuclear?

Este regreso del espíritu guerrero, con algunos arsenales muy concretos llenos de bombas atómicas ¿Pudo evitarse? ¿Puede corregirse? ¿Nos llevará a la tercera guerra mundial

¿Fue un error garrafal no suprimir la OTAN, y mucho más aspirar a su expansión hacia el Este, tras la desaparición del PACTO DE VARSOVIA?

Son cuestiones que nos interpelan, después de que la prudencia y las advertencias de los científicos impusieran durante un tiempo frenos y controles al armamento nuclear

¿Cuánto daño nos han hecho la soberbia "occidental", la prepotencia y el supremacismo del "pensamiento único", tras el hundimiento del bloque soviético y la caída del muro de Berlín? ¿Era y es el neoliberalismo un extremismo cuyas consecuencias no supimos adivinar?

En cualquier caso, este nuevo impulso al belicismo, tiene también otros responsables. Y entre ellos, aquellos que sabiéndose poseedores del arma nuclear (por ejemplo Putin), se dedican a abusar de sus vecinos, a ejercer sin escrúpulos la Ley del más fuerte, y a echar por tierra el Derecho internacional.

Pero en el caso concreto de la guerra de Ucrania, la responsabilidad parece ciertamente compartida entre una OTAN prepotente y temeraria con ánimos de expansión militar (que por cierto, ahora nos ha dejado solos a los europeos ante el toro ruso) y un nacionalista autócrata (Putin) que añora el medievo de los popes y el imperio de los zares.

De aquí deberíamos deducir que la equiparación que se hace entre VOX y PODEMOS en su rechazo al rearme, es errónea y falsa, porque mientras los primeros (VOX) ven en Putin un campeón de sus ideas reaccionarias y antieuropeas, y de ahí que le apoyen, los segundos (PODEMOS) hacen un análisis de la responsabilidad compartida (OTAN-Putin) en el conflicto actual (con responsabilidad importante de la OTAN), de manera que proponen una solución diplomática, negociada y no bélica.

El poderoso siempre puede optar por la responsabilidad o por el abuso. Es una elección ética. En consonancia con los tiempos ideológicos que vivimos y con nuestro modelo cultural y económico, los poderosos de hoy han optado y optan casi siempre por el abuso. La Ley del más fuerte. Y el más fuerte en el ámbito geopolítico es el que más armas atómicas tiene, como en el económico lo es el que puede imponer a nuestros políticos "representativos" sus intereses particulares, como vemos que están haciendo ahora Elon Musk y sus secuaces plutócratas.

Por cierto, que en lo de elegir la responsabilidad en vez del abuso, "Occidente" no está para dar muchas lecciones a nadie, si pensamos por ejemplo en las guerras de Irak o de Gaza.

Y es que entre las ideas que impregnan una época (eso que se llama paradigma) y los hechos que al final conforman nuestra realidad, hay un trecho muy corto y una barrera muy permeable, de manera que la desregulación económica y la barra libre para explotar, subcontratar, atravesar puertas giratorias, y estafar, puede muy bien inspirar y llevar a la desregulación y la barra libre en otros ámbitos, como el geopolítico, y condicionar desde la actitud ante el cumplimiento del Derecho internacional, hasta las decisiones que se toman sobre el control de las armas, o el respeto a la soberanía de otras naciones. O incluso la subcontratación de la vulneración de los derechos humanos de los emigrantes y refugiados a cargo de terceros países bienpagados.

Si en el ámbito económico y en el juego social se promueve una especie de darwinismo mal entendido y peor interpretado (basado en la Ley del más fuerte), es muy probable que junto a las estafas financieras en el ámbito civil nos encontremos con guerras desreguladas en el ámbito geopolítico.

Este componente militar del nuevo supremacismo (un matonismo gansteril armado hasta los dientes de bombas atómicas) no desentona en el marco ideológico que ha validado y justificado el matonismo económico y la desigualdad extrema. O sea, el matonismo neoliberal que impregna desde hace tiempo, intoxicándola, a nuestra sociedad.

El liberalismo extremista del "laissez faire", degenerado en libertarismo de motosierra y coherentemente en ambiciones territoriales de conquista, imperan hoy tanto en el Este como en el Oeste. Y en medio de todo ese caos estamos los ciudadanos de a pie y nuestro medio ambiente, cada vez más deteriorado por la depredación y la irresponsabilidad.

Está claro el deseo de paz de muchos europeos y la defensa de un "modelo europeo" recuperado de su prestigio en ruinas. Y si no en ruinas, en proceso ideológico de arruinarse.

No está tan claro cómo y de qué manera se consigue esto. Desde luego no con aliados como VOX y no con extremismos como el que propone el catecismo neoliberal.

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