¿Y tú me lo preguntas?

"¿Dónde está el Estado?", se preguntaba ya desde el mismo título un editorial del ABC, compartido a toda prisa en Twitter por Esperanza Aguirre (amiga precisamente de suprimir el Estado) para vendernos una vez más la película del libertarismo de motosierra que recorta y mutila el Estado hasta dejarlo en los huesos. Y todo esto sin heridos y para hacernos un favor.

Aprovechan así estos extremistas la tragedia de Valencia para hacer caja, o sea para hacer apología del mercado salvaje, ese cuyo historial de desastres es difícil olvidar porque marca épocas y generaciones vistiéndolas de luto, o conduciéndolas irremisiblemente a conflictos bélicos.

"Gran depresión", "Segunda Guerra mundial", "Gran recesión", "Austericidio"... He ahí algunos de los logros de la ausencia del Estado y del imperio del mercado salvaje y desregulado, como defienden los extremistas de la cuerda Milei, Ayuso, o Aguirre.

Y dicho esto, y en apoyo del buen uso de la lengua, rechacemos el uso del término "libertarismo" en manos de estos extremistas de ultraderecha, que lo usan como disfraz y careta, y quedémonos con su significado original, más noble.

Lo suyo no es "libertarismo", sino neofeudalismo, o sea el gobierno de los magnates, o como decían los griegos clásicos en su sabía y antigua lengua: plutocracia.

Los de la motosierra no tragan la democracia porque en ella todos los votos valen igual y no dependen de la cartera ni de los títulos nobiliarios.

La frustración por las dificultades para imponer su cosmovisión rancia hace que algunos apologetas tradicionalistas rocen ya lo patético, y además de llamar a “ahorcar” y “descuartizar” a nuestras autoridades representativas, hablen también de "chusma gobernante”.

Preferirían estos que nos gobernara el Papa (no el actual -más prudente- sino otro más ultramontano y extremista), sin pasar por las urnas y de consuno con los magnates dueños del mundo.

Ella (y volvemos a Esperanza Aguirre) sabe perfectamente la respuesta a la pregunta retórica, oportunista y cínica, que plantea ahora en medio del desastre de Valencia ¿Dónde está el Estado?

¿Y tú me lo preguntas?

Su problema es que los demás también lo sabemos.

Ella -junto a otros- fue de las más aplicadas en acabar con el Estado, de las más obsesionadas en arruinar primero y suprimir después el Estado de todos, vía recortes, política de impuestos, saqueos, y privatizaciones. Y entre medias y aprovechando la jugada, la corrupción que enriquece a los que promueven ese saqueo de lo público.

Ayuso, antigua relaciones públicas del perro de Aguirre, sigue su estela ideológica y política contra el Estado.

Todos sabemos cómo se nos vendió -y con Felipe González de forma bipartidista- la involución neoliberal impulsada por Margareth Thatcher y Ronald Reagan, y las consecuencias de esa involución en nuestro Estado del bienestar, en nuestros servicios públicos, y el deterioro acelerado de conquistas laborales y sociales consolidadas durante décadas.

En poco tiempo y gracias a aquella labor de zapa de los neoliberales, mucho de aquello que daba solidez y consistencia al Estado social, y también a la democracia, acabó en el cubo de la basura. Y como consecuencia de ello, el autoritarismo pos democrático y la desigualdad extrema, están hoy en auge.

Eran estos mismos que ahora protestan por la falta de Estado los que patrocinaron aquel catecismo que rezaba: "El Estado es el problema", ergo acabemos con el Estado. Y vaya si lo hicieron.

Y también los de aquello otro -tan liberal- de "No hay alternativa", o sea, tiene que ser lo que yo y el catecismo neoliberal digamos.

De ahí a ver a Margareth Thatcher sirviendo el té a Pinochet, hay solo un paso, porque para imponer ese pensamiento único y sin alternativa a veces se necesita de la fuerza y la violencia. Lo vamos viendo.

Como dice Marian Martínez-Bascuñan en un artículo reciente ("Discurso sobre la libertad"):

"Sabemos bien quién ha provocado la merma de muchas de las capacidades que tenían nuestras instituciones para responder a problemas que afectan a nuestro bienestar y a nuestra propia vida".

¡Vaya si lo sabemos!

Es decir, sabemos bien quiénes han puesto todo su empeño en acabar con el Estado, en hacer que desaparezca, y ahora preguntan cínicamente que dónde está el Estado. Deben creerse que somos tontos o que nuestra memoria flaquea. Pues va a ser que no.

Cuando la pandemia COVID nos cayó encima (y pueden venir otras), el "austericidio" neoliberal había hecho ya su labor y nos pilló en cueros, y entre otros servidores públicos a los sanitarios protegiéndose con bolsas de basura y sin EPIs ni mascarillas. Muchos de esos muertos en acto de servicio fue por falta de protección adecuada debido a los recortes.

De repente nos dimos cuenta que el neoliberalismo había convertido uno de los mejores servicios sanitarios del mundo en uno de los más frágiles y vulnerables. Y ahí ya aprovecharon los que metieron la tijera en el Estado (y la mano en la caja) para preguntar que dónde estaba el Estado. Pero también aprovecharon para lo contrario: para protestar por cualquier actuación del Estado guiada por los imperativos epidemiológicos que toda pandemia conlleva.

Pretenden sorber y soplar al mismo tiempo, porque su farsa está hecha precisamente de eso: de aire. Aunque se trata de un aire tóxico cuyas revueltas, en un sentido o en el contrario, según convenga a la propaganda, solo buscan hacer daño.

Me sobra el Estado, dicen, y por eso lo suprimo, y animo a que no se paguen impuestos. Pero cuando se le necesita déjenme preguntar escandalizado (o escandalizada) que dónde está el Estado.

Con ocasión de otra dana (o gota fría) ocurrida en 2023, que también causó muertos (aunque bastantes menos que ahora), un articulista muy conocido decía en Twitter lo siguiente:

"A ver, qué coño es ese pitido orwelliano en cada móvil por mucho que llueva. Cuál es el siguiente paso en la intrusión del Estado en la privacidad del ciudadano".

O sea, otro libertario (falso y retórico) que al querer sorber y soplar al mismo tiempo, se atraganta.

Ahora en Valencia todo indica que lo primero que hizo la administración actual (PP- VOX) fue suprimir un servicio esencial de emergencias y trasladar esos dineros al mundo del toreo. Lo cual es una forma muy eficaz y poco inteligente de hacer desaparecer el Estado que protege.

La tragedia sobrevenida nos ha hecho recordar también que fue Zapatero quien creó la UME, decisión del gobierno “buenista” que fue criticada por el PP. Es decir, que es difícil no sacar conclusiones sobre el doble juego de los que lanzan ahora aquella pregunta cínica: ¿Dónde está el Estado?

¿Y tú me lo preguntas?

Pues mira, ya que lo preguntas he aquí la respuesta:

Una parte y no pequeña de ese Estado se ha ido -se ha esfumado- en los impuestos que no ha pagado -ni paga- el rey emérito, y en el ingente dinero de fondos reservados (dinero público) que ha ido a parar al bolsillo de sus amantes.

Otra parte -tampoco despreciable- se ha esfumado en los múltiples fraudes de dinero público a cargo de novios y novias, amigos y amiguetes, familia y primos.

Y como no, en las múltiples mordidas de los negocios neoliberales y desregulados que patrocináis los que después de recortar y mutilar el Estado preguntáis que dónde está.

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