De la negación a la adaptación
La ecología nos habla de integración y dependencia mutua. Su mirada es amplia porque estudia las relaciones entre los seres, y entre los seres y el medio.
De esa mirada racional y científica ha surgido el concepto de "Antropoceno" y también una explicación del cambio climático, con sus múltiples derivadas.
Empeñarse en disociar o aislar, como si manejásemos el portaobjetos de un microscopio, problemas que requieren de una mirada amplia y de conjunto, de una mirada ecológica, es un ejercicio de ceguera que solo puede conducir a la ineficacia.
Esa mirada minúscula y reducida puede inspirar soluciones momentáneas y aparentes, para la galería, como las que propone Feijoo, tal que poner pulseras a los pirómanos para combatir los incendios, pero poco más.
Separar, disociar, mirar unos hechos y permanecer ciegos ante otros que están íntimamente relacionados con los primeros, a los que determinan y conducen, es parchear en el ámbito de las soluciones.
Intentar separar y disociar la gestión de los bosques, las actuaciones en el medio rural, o la prevención de los incendios, del hecho mayor del cambio climático, es tan difícil (si no imposible) como la cuadratura del círculo.
A la hora de buscar criterios confiables para nuestra actuación, conviene dudar de los que de forma tan rápida han pasado de la negación a la adaptación. O sea, adaptación -ahora sí- rápida y a toda prisa, a la realidad que ayer mismo se negaba, o aún hoy.
¿Adaptarse a una realidad que se niega?
Si uno quiere levantar una casa, lo primero que tiene que conocer y respetar es la Ley de la gravedad. Esa exigencia física y arquitectónica es conocida desde hace tiempo, y se asumía de forma unánime tanto a la hora de levantar dólmenes como a la hora de levantar palacios renacentistas.
¿Podemos considerar las exigencias ecológicas hoy, a la hora de abordar ciertos problemas, con el mismo rango que la ley de la gravedad a la hora de levantar una casa?
Todo parece indicar que sí, y que esta conclusión se nos ha hecho con el tiempo cada vez más evidente.
A medida que la Humanidad, en su progreso, se ha extendido sobre la Tierra y el efecto de sus acciones se ha hecho notar en el conjunto (la biosfera, la atmósfera, etcétera), la trascendencia y consecuencias de sus acciones tienen que ser calibradas con parámetros distintos. Nada que ver con las consecuencias sobre el medio ambiente del hombre de Neandertal.
La distancia que separa al hombre de Neandertal del hombre moderno, es la misma que separa la mirada minúscula y tribal de la mirada ecológica, que no es otra cosa al final que una mirada informada y "cosmopolita".
"Cosmopolita" es palabra que incluye dos conceptos "cosmos" y "polis", y puede servirnos para entender la amplitud y trascendencia (ya global) de nuestra acción, y por otra su carácter tecnológico y artificial, simbolizado en la polis.
Inevitablemente.
Ese cambio de dimensión histórica, que es también necesariamente un cambio en la amplitud de nuestra mirada y en el horizonte contemplado, viene propiciado por el concepto de "antropoceno", que no está muy alejado del concepto de "globalización", y que ya busca y encuentra los marcadores geológicos de la impronta humana a nivel planetario.
Así que efectivamente, podríamos y deberíamos considerar los imperativos ecológicos a los que debe sujetarse nuestra acción como una nueva Ley de la gravedad con la que debemos contar a la hora de levantar nuestra casa futura. Y también a la hora de prevenir y protegernos de los incendios presentes.
Conviene hacerse las siguientes preguntas:
¿La actitud negacionista durante la pandemia COVID determinó un número mayor de muertos? ¿El retraso en percibir esa realidad pandémica y la necesidad de actuar frente a ella, multiplicó el número de víctimas?
Y en el mismo sentido: ¿La negación del cambio climático puede determinar una mayor negligencia a la hora de prevenir y combatir los incendios, o a la hora de prevenir y combatir otros desastres (inundaciones, etcétera)?
Escribía Cristina Monge en un artículo reciente ("Claves para un pacto de Estado frente a la emergencia climática" / El País 26 ago 2025):
"La crisis climática es el principal desafío al que se enfrenta hoy la humanidad, como insistentemente repite el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres. España no sólo no es ajena a ello, sino que por su ubicación geográfica es especialmente vulnerable, como se comprueba tragedia tras tragedia: danas, olas de calor, incendios, sequías, y un largo etcétera. De ahí que si estos pactos de Estado son importantes en todos los países, en España lo sea todavía más”.
Y luego en ese mismo artículo, tras recordar unas palabras sobre el cambio climático y la responsabilidad del hombre en el deterioro del clima y del medio ambiente, pronunciadas nada menos que por Margaret Thatcher en la Asamblea general de Naciones Unidas de 1989, Cristina Monge hace la siguiente reflexión:
"Aunque los populares españoles tardaron décadas en enterarse, sus colegas europeos llevan tiempo preocupados por el clima”.
Esa es nuestra ceguera particular que estamos obligados a superar ya mediante una reflexión profunda y colectiva que conduzca a un pacto de Estado.