La inseguridad de la OTAN

Bruselas nos habla ahora de un rearme (el negocio de las armas) por valor de 800.000 millones de euros.

Ahora de repente sí los hay, para armas, a pesar de que hace un rato no los había para el Estado del bienestar. Aún sabiendo que es el malestar social, precisamente, el que hace crecer a los bárbaros de la ultraderecha en las urnas, y que es ese crecimiento de los bárbaros lo que nos lleva a la necesidad de rearmarnos.

¿O ustedes creen que un bárbaro como Putin habría tenido alguna posibilidad de hacerse con el poder, de no habérselo facilitado el malestar ciudadano que la purga de capitalismo salvaje, presidentes peleles y ebrios, junto a oligarcas corruptos, produjo en el pueblo ruso?

Ahora sí se pueden suspender las reglas fiscales, para el negocio de las armas. Pero ayer mismo, para las necesidades de los ciudadanos, no se podía, y eran intocables e inflexibles, hasta llegar al austericidio, que como su propio nombre indica, fue un error letal.

Demasiados errores.

Todo este modus operandi recibe un nombre: neoliberalismo. Que no solo las estafas financieras, sino incluso las guerras, las enfoca desde el ángulo del negocio y como una oportunidad para imponer su programa.

Aceptemos nosotros también que las crisis son un buen momento para replantearse dogmas oficialmente incontestables. Y así por ejemplo conviene preguntarse si nos merece la pena seguir en la OTAN, o habrá que disolverla e inventar algo nuevo, visto que a nuestro principal aliado, Estados Unidos, le resulta indiferente la seguridad europea, puede aliarse incluso con quien la amenaza, y a su vez enfocar esa inseguridad europea como una oportunidad para el negocio de su industria bélica. O incluso amenazarnos directamente con saqueos, anexiones, y extorsiones varias.

Visto, en definitiva, que la intemperie y amenaza que percibimos nos lleva ahora a gastar una inconmensurable fortuna en armas (retirándolo de cosas más útiles) porque no creemos en la protección que nos ofrece la OTAN ¿Para qué seguir en ella?

La deriva bélica y de rearme que se avecina, llevará a que los ciudadanos europeos vean aún más recortado su Estado del bienestar, ya moribundo, y frenará todavía mas la lucha contra el cambio climático, al mismo tiempo que ese dinero va a engordar las arcas de los fabricantes de armas, entre los que cabe incluir a los líderes estadounidenses (delincuentes metidos a empresarios) que nos animan a gastar más en armas, y comprárselas a ellos.

Acabar con las guerras para evitar el imperio de la muerte y para que los negocios de las armas no nos arruinen y den la puntilla al Estado del bienestar, o paralicen la lucha contra el cambio climático, debería ser la prioridad de todos, y empieza por no votar a energúmenos, belicistas y negacionistas.

Suponiendo que el deseo de paz sea un deseo compartido (no cabe esperar que lo comparta la industria bélica), la cuestión es cómo se acaba con la guerra para que no sea el preámbulo de otra más gorda.

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