Equivocarse de enemigo
Equivocarse de enemigo es estar esperando con pavor a que lleguen los "bárbaros" para destruirnos y quienes llegan y efectivamente nos destruyen, son los "civilizados", los de nuestro propio bando.
Esta es la moraleja que cabe extraer del "efecto Trump" referido a Europa, pero no solo a Europa.
Resulta -entre otras cosas- que estamos asociados en un club militar con nuestro enemigo más peligroso, aquel que nos amenaza y extorsiona continuamente. Y lo descubrimos demasiado tarde, sin capacidad para la reacción o la defensa.
Es nuestro enemigo más peligroso aquel que nos obliga mediante amenazas, extorsión, o violencia, a someternos a su voluntad. Es decir, aquel que acaba con nuestra libertad y de paso con nuestra dignidad como seres humanos y como países.
Asociarse con el matón geopolítico que esparce violencia por el mundo para protegernos de otras amenazas potenciales, comprobamos ahora que puede volverse en nuestra contra.
Equivocarse en definitiva de enemigo y confundirlo con un amigo acarrea graves consecuencias, que son las que estamos viendo ahora en vivo y en directo. Europa se deshace ante nuestros ojos.
Este era el objetivo de Trump y de los neofascistas antieuropeos coaligados con él, muy apoyados estos últimos por los propios líderes europeos que hoy nos conducen de forma acelerada a la debacle.
Una pregunta que conviene hacerse:
Equivocarse de enemigo o de adversario ¿Es equivocarse de ideología?
Algunos dirán que a partir de la posmodernidad, que nos predicó el fin de las ideologías, no tiene sentido hacerse tal pregunta. Sin embargo por mucho que nos vendieran y aún nos vendan el fin de las ideologías los que sí la tienen y muy extremista (una publicidad de venta con potentes y muy exclusivos intereses económicos), las ideologías, o sea las ideas, siguen estando en la raíz de todo o de casi todo.
De manera que sí tiene sentido preguntarse si nos equivocamos cuando en un momento de ofuscación, Europa optó por entronizar oficialmente la ideología del neoliberalismo, en la estela de Reagan y Thatcher, sin percatarse de que el neoliberalismo acaba en neofascismo, como era de temer y lo demuestra el "efecto Trump", con sus secuelas de extorsión y autoritarismo. O el hecho más próximo de que Ayuso, heroína impostada de la libertad de ultraderecha (ese oxímoron), o Abascal, profeta absurdo de la revolución reaccionaria, sean declaradamente "trumpianos". O sea, hijos del neoliberalismo evolucionado y revolucionado hasta sus ultimas consecuencias, que como era de esperar son consecuencias muy poco amigables y muy poco democráticas: xenofobia, eugenesia, racismo, supremacismo, intolerancia, desigualdad extrema, y autoritarismo.
O sea y como ellos mismos predican, “pensamiento único” "sin alternativa" y por tanto sin libertad.
Y de fondo Gaza, cuyo ejemplo e ignominia perdurará mucho tiempo para vergüenza de victimarios y colaboracionistas.
No fue fácil obtener o no fue tan extenso como el caso merecía, el testimonio gráfico sobre el genocidio y las matanzas nazis en la Europa de los años 30 y 40. Sin embargo es un testimonio que ha ido creciendo y todos tenemos grabadas en la memoria imágenes terribles, como las de los niños famélicos y abandonados a su suerte en el gueto de Varsovia.
Hoy, con una masacre y un genocidio en directo en pleno siglo XXI, en Gaza, y a pesar de los asesinatos estratégicos de periodistas, los testimonios para el futuro que ha de juzgar estos hechos inhumanos, no faltarán.