Nada es lo que parece
Viajando por algunos países de Centroeuropa que comparten las aguas del Danubio, se podría caer en la tentación de pensar que la vida es una foto fija y que la eternidad ha hecho suyos estos paisajes austriacos, alemanes, rumanos, croatas... Sin embargo, traspasando las apariencias, la realidad golpea sin contemplaciones.
En los cafés se escucha reiteradamente una palabra: recesión. Es como un fantasma, no se ve pero se intuye. De recesión hablan los comensales en los restaurantes, los camareros en las terrazas, los recepcionistas de los hoteles, los dependientes de las tiendas, y si, claro, los periódicos de todos los signos y tendencias.
Unos aseguran que la recesión ya está aquí, otros que llama a la puerta, pero nadie se engaña sobre la realidad: vienen tiempos duros para la Unión Europea y no cabe consolarse diciendo que parte del problema lo ha originado Donald Trump con su guerra de aranceles.
Sin duda Trump ha dado una patada al avispero, pero las avispas ya estaban ahí como consecuencia de que tanto la política exterior de Estados Unidos y también la de la Unión Europea no han sido precisamente un acierto en lo que se refiere a las relaciones con Rusia. Después de ganar la "guerra fría" quisieron dar un paso más: llevar a Rusia a la irrelevancia utilizando a Ucrania. Y Rusia hizo lo que nadie esperaba: utilizar la fuerza bruta invadiendo Ucrania, provocando una guerra que se ha cobrado miles de muertos. Hay una generación de jóvenes ucranianos que están muertos. Jóvenes que tendrían que estar vivos construyendo el futuro pero a los que la guerra ha dejado reducidos a cadáveres.
No, Rusia no va a ganar la guerra pero tampoco la va a perder, y Ucrania no la puede perder pero tampoco ganar, de manera que para regresar a la casilla de la paz la diplomacia norteamericana, pero también la europea tienen que apostar por lograr un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania. De ahí la importancia de la reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin que tanto parece molestar a los gobiernos europeos, quienes bajo la batuta del canciller alemán han improvisado una conferencia en la que, además de Trump, se escuche al presidente Zelenski. Ojalá entre todos lograren ser sentar a Putin y Zelenski y, previamente, convencerles de que esta guerra ninguno de los dos la puede ganar por goleada y por tanto tienen la responsabilidad de tomar la decisión de poner punto final y dejar de sacrificar a las generaciones de jóvenes ucranianos y de rusos que mueren en el frente de batalla.
Y sí, los dirigentes europeos deberían comprometerse a la entrada de Ucrania en la Unión Europea ayudando a este país a que pueda cumplir los requisitos imprescindibles para hacerlo.
Europa también tiene que tomar una decisión respecto a Rusia: dejar de verla como un cuerpo extraño insertado en el continente y aceptar que es parte de Europa, aunque en Rusia habiten otras almas además de la netamente europea.
Desgraciadamente vivimos un tiempo en que no hay líderes políticos ni con visión de futuro ni de presente, ni con capacidad de liderazgo más allá de sus propias fronteras y ni eso.
Mientras, el Danubio, que ya lo ha visto todo, la paz y la guerra, sigue discurriendo impertérrito bañando las tierras de Austria, Hungría, Eslovaquia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Rumania, e incluso un trecho por tierras ucranianas. Como el agua, el tiempo pasa y hoy no es ayer.