El secuestro de la vivienda

La dificultad para el acceso a la vivienda es un tema recurrente, que se repite como asunto en los medios de comunicación, en los debates políticos y en las conversaciones diarias de cualquier ciudadano. Sin duda, es reiterativo porque es ya una emergencia nacional que sufre toda la sociedad y nadie escapa a los efectos perniciosos de esta situación, desde un joven que busca piso para estudiar una carrera universitaria a un emprendedor que tiene que alquilar un local para mantener un negocio. Ya no digamos de aquellas familias que, con ilusión, planean su proyecto de vida en un hogar, como hicieron sus padres y abuelos.

Son muchos los artículos y ensayos que se publican sobre la vivienda, sobre la subida de precios de alquiler y de venta. Estos expertos, por lo general economistas y sociólogos, analizan con datos y estadísticas las causas en las que se encuentra la vivienda en España, que debería ser el quinto estado del bienestar tras la sanidad, educación, las pensiones y los servicios asistenciales. El antropólogo Jaime Palomera ha publicado El secuestro de la vivienda y pretende ser contundente, indicando que la vivienda como producto financiero y el rentismo normalizan formas del siglo XIX, con la exclusión social en torno a la propiedad y la herencia.

En cierta medida, el listón de los precios se pone tan alto como si de un récord de salto de altura se tratara, en una competición olímpica que se desarrolla en nuestros pueblos y ciudades, puesto que el problema es como una mancha de aceite que se extiende sin parar en zonas urbanas y rurales. Por supuesto, que en los destinos turísticos es dramático, como es el caso de una maestra de Mallorca a la que le compensa pasar gran parte del día enlazando vuelos para trabajar en Ibiza, ya que la única alternativa es pagar 600 euros al mes por dormir en un sofá.

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