Sánchez se aferra
Un periódico de esos que llamamos "nacionales" titula: "Sánchez se aferra a la izquierda" -la noticia sería que se aferrara a la derecha-, aunque hubiera sido suficiente titular "Sánchez se aferra" porque eso es lo que define el momento actual del presidente del Gobierno.
Aferrarse significa agarrarse fuertemente a algo o a alguien, ya sea físicamente o de forma figurada, asir con fuerza, insistir en una opinión obstinadamente o volverse dependiente de algo como refugio o esperanza. Así que, si quitamos lo de la izquierda, el título es perfecto. Sánchez se aferra. A lo que sea con tal de permanecer en el poder unas semanas más, unos meses más.
Se aferra a unos socios de Gobierno que tragarán lo que sea con tal de seguir en el poder. Como él. Y a unos socios de legislatura que, salvo Bildu que ha prometido "lealtad y apoyo incondicionales" a cambio del blanqueo, sólo le soportan por lo que sacan de él. El PNV en su histórica ambigüedad no quiere al PSOE, aunque le apoya, y tampoco al PP porque la ultraderecha vasca dice que son muy de derechas y tienen miedo a que pacten con Vox. Ellos de momento se conforman con el traspaso de la Seguridad Social, aunque las pensiones se las seguiremos pagando el resto de los españoles. Junts ya ha dicho que le cambien a Sánchez por alguien que no mienta y que eso de apoyar los Presupuestos es una quimera. Y ERC juega en el mismo terreno porque el PSOE solo les vale para sacar más réditos para Cataluña contra España.
El curso político va a comenzar con una quita de 17.000 millones a Cataluña, el acuerdo de financiación singular (es decir privilegiada frente al resto de las comunidades autónomas), un cupo como el vasco (que restará fondos al resto de los ciudadanos españoles), la recaudación y gestión de los impuestos y una agencia tributaria catalana (es decir, la ruptura de la Hacienda pública). Estas cesiones, si finalmente salen adelante con la complicidad de todos los diputados socialistas de las demás autonomías damnificadas, sólo garantizan que Sánchez seguirá en el poder durante el mes de septiembre. Para octubre y los meses siguientes tendrá que conceder otras nuevas demandas de los nacionalistas.
El presidente comienza el curso con la apertura de un año judicial en el que el fiscal general del Estado se sentará, sin pudor, al lado del Rey, obligándole a ser cortés con quien está a punto de sentarse en el banquillo. Cualquier gesto del Rey será vigilado por decenas de cámaras e interpretado en clave sectaria. Sánchez empieza el curso sin capacidad -ni voluntad real- de alcanzar un pacto sobre la lucha contra los incendios o, como él prefiere, la emergencia climática después de un verano que ha demostrado la incapacidad de las Administraciones públicas para afrontar un problema grave. Tampoco estará en condiciones, por tercera o cuarta vez, de aprobar un techo de gasto y unos Presupuestos, que son la clave de la actuación polìtica y sin la aprobación de los cuales no es posible gobernar. Y aunque lo intente, no parece en condiciones de aprobar la reforma de la justicia, la ley Bolaños que pretende doblegar y domesticar la principal oposición que tiene el Gobierno, ni esa ley que pretende controlar, domesticar y doblegar a los medios de comunicación opuestos al Gobierno. Y sobre todo ello sobrevuelan los juicios a su mujer, a su hermano, a sus números dos, a "su" fiscal general...
En fin, mientras los Reyes visitaban las zonas afectadas por los incendios, cerca de los ciudadanos que lo han perdido todo, el presidente del Gobierno pasaba de sus vacaciones de privilegio, pagadas por todos, en La Mareta a otras vacaciones de lujo en Andorra. Mientras los líderes europeos buscan soluciones para la crisis de Ucrania, Sánchez sigue encerrado en sí mismo y con un cordón de seguridad. Nadie le ha convocado para escuchar su opinión. Aferrándose a las vacaciones, como se aferra a la izquierda, a sus socios, a lo que sea para seguir en La Moncloa. Lo dicho, Sánchez se aferra. Con uñas y dientes.