Un lugar en la historia

Hace siete años en los compases iniciales del nuevo Gabinete surgido de la moción de censura que de manera artera tumbó a Mariano Rajoy uno de los ministros nombrados por Pedro Sánchez se vio forzado a dimitir -por haber tenido un contencioso con Hacienda que cuando trascendió ya había regularizado-.

El propio Máximo Huerta que así se llamaba y felizmente sigue llamándose ha contado que cuando fue a despedirse de Pedro Sánchez le llamó mucho la atención que en vez de interesarse por el estado de ánimo del colaborador que había visto truncada su fugaz carrera ministerial Sánchez estaba en otra cosa. Hasta el punto de preguntar al hundido y efímero ministro no por cómo se sentía sino qué lugar creía él que ocuparía Pedro Sánchez en la historia. Así lo ha contado Máximo Huerta legándonos un impagable retrato sicológico del personaje que amparándose en el apoyo de la "coalición Frankenstein" lleva siete años al frente del Gobierno de España.

Máximo no pudo responder a aquella pregunta propia de un individuo narcisista pero con la perspectiva que otorga el tiempo ahora sí se puede responder. Hoy sabemos que a la debilidad política Pedro Sánchez une el descrédito personal. Debilidad política que procede del conocimiento de los casos de corrupción que investiga el Tribunal Supremo -dos ex secretarios de organización del PSOE, uno de ellos exministro de Fomento. Y descrédito personal y pérdida de glamour en razón de los sórdidos detalles que se han ido publicando en relación con las actividades empresariales de su familia política tal y como le fue afeado por Alberto Núñez Feijóo en el último pleno del Congreso.

Sánchez es un zombi político y por lo mismo un personaje peligroso porque al saberse acorralado la única salida para mantenerse en La Moncloa es ceder a las nuevas exigencias de sus socios separatistas. Cada vez más lesivas para los intereses de la nación española. La última, la cesión a Cataluña de todas las competencias de la Agencia Tributaria como pago del peaje exigido por Oriol Junqueras, el dirigente de ERC hoy condenado por malversación y antes por haber sido una de las cabezas del intento de golpe del "procés". 

Tienen a Sánchez en sus manos y para esa servidumbre que le ha llevado a tantos retorcimientos de las leyes en contra de sus compromisos electorales, la lengua española reserva un nombre: arribista. Persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. Sombrío lugar el que le reserva la historia.

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