Apatía frente a la corrupción
España tiene problemas serios y difíciles de resolver en cuestiones tales como el paro entre los jóvenes en edad de trabajar, la cifra más elevada de la UE. Problemas también para encontrar una vivienda de alquiler o compra a precios asequibles porque los precios de los alquileres suben muy por encima del incremento de los salarios. Y qué decir del desorden y la dispar sensibilidad social con la que las diferentes administraciones -estatal, autonómica y local- conciben y gestionan la llegada de emigrantes.
A lo apuntado se podría añadir la sanidad pública como problema pendiente en este caso de mejora: listas de espera, urgencias saturadas, falta de médicos de atención primaria, privatización de algunos servicios, poblaciones desatendidas en las zonas rurales, etc. Sin olvidar las insidiosas campañas contra los jueces que atienden los casos de corrupción en los que hay algún político implicado. Son problemas reales, tangibles, sin aplazamiento justificable pero hay otros intangibles que también llaman la atención exigiendo un cambio.
Necesitaríamos dotar a la política de sentido moral. No es de recibo la apatía generalizada ante el fenómeno recurrente de la corrupción. Raro es el día en el que no tenemos noticia de algún caso en el que comparece señalado algún político en activo o la justicia -que tiene sus tiempos- sentencia sobre causas antiguas que seguían latentes. No quisiera generalizar, pero frente a semejante panorama resulta sorprendente la apatía de nuestra sociedad. La falta de reproche a determinadas conductas más allá de las declaraciones de los dirigentes políticos - criticando o justificando según les toque o afecte al contrario.
Cuesta concebir una sociedad libre y democrática en la que el sentido crítico esté ausente o para el caso está adormecido. Es como si una parte importante de nuestra sociedad permaneciera ajena a los asuntos del común. Entregada al acontecer privado de sus vidas sin otra inquietud que la derivada de sus problemas cotidianos. Una parte de la sociedad que comparece situada en la periferia de la vida pública y sin juicio crítico acerca de los asuntos que nos afectan a todos es fácil de manipular. Y ahí estamos. Quizá estamos tardando en darnos cuenta de por qué vamos mal.