El desafío

El Gobierno aguanta y seguirá aguantando. Como ha dicho nuestro presidente, no es momento de abandonar el barco, pero no hay que olvidar que, si el mar se pone bravo, si surge una tormenta inesperada, el barco se puede hundir. Pero esto, en términos políticos, parece no contemplarse, desafiando así a todo lo que se ponga por delante.

El Presidente del Gobierno está dispuesto al desafío. Porque un desafío es no reconocer que no eran más, mantener la idea de una mayoría de progreso. Un desafío es repartir carnets de inocencia que nada tiene que ver con el sacrosanto derecho a la presunción de inocencia. Desafío es prometer o comprometerse con acuerdos de casi imposible cumplimiento.

Desafío es gobernar como si se tuviera una mayoría garantizada sin dedicar el máximo esfuerzo a las obligadas negociaciones para sacar adelante en el Congreso las iniciativas legislativas y desafío, entre algunos más, es estar dispuesto a seguir en La Moncloa aún cuando no se tengan presupuestos después de desafiar al mandato constitucional de presentar las cuentas públicas y someterlas a votación que es exactamente lo que, con razón, exigía a Mariano Rajoy.

El Gobierno vive en un continúo desafío, no solo ante las encuestas que todas auguran una derrota clara del PSOE, sino ante sí mismo porque todo indica que, al menos el Presidente, tiene la convicción de que, efectivamente, en esta apuesta por el desafío puede salir indemne del mismo.

El hecho de llevar al Congreso la propuesta de reducción de jornada laboral sin tener una mayoría atada no deja de ser un desafío basado en la casi ensoñación de que al retratarse todos los grupos, serían ellos los que fueran percibidos como malas personas que abofetean a la clase trabajadora y el Gobierno. Y hubo retrato. Dese luego que lo hubo y el más elocuente es que una vez más se comprobó la extraordinaria debilidad del Gobierno, su dependencia, más allá de lo razonable, de siete votos. Un desafío absoluto y una muestra más de que se negocia mañana, tarde y noche o el periodo de sesiones se va a convertir en la foto casi permanente de una realidad a la que el Gobierno también está dispuesto a desafiar.

Los inicios del curso político son la antesala, las vísperas de lo que nos espera en los próximos meses, que no es otra cosa que una permanente y creo que incluso peligrosa polarización que ya genera una extraordinaria fatiga en la opinión pública. Y mientras tanto, el mundo patas arriba, muy arriba.

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