El recibo de la luz sube

El bolsillo de los consumidores vuelve a resentirse: el precio de la electricidad sufrirá un nuevo incremento en las próximas semanas. Todo apunta a que el origen de este repunte se encuentra en el apagón registrado el pasado 28 de abril, cuyas causas continúan envueltas en un silencio preocupante por parte de Red Eléctrica Española (REE). Desde entonces, el sistema eléctrico ha dado un giro estratégico claro: el recurso a los ciclos combinados, es decir, a la generación de energía a partir de gas, ha aumentado más de un 60%.

Este cambio no es menor. La dependencia del gas -una fuente más cara y sujeta a la volatilidad del mercado internacional- ha disparado los costes de producción energética, lo que inevitablemente se traslada al recibo de la luz. Las comercializadoras eléctricas, agrupadas en la patronal Aelec, ya alertan de sobrecostes que superan los 200 millones de euros tan solo en el último mes. Unos costes que terminarán, tarde o temprano, afectando directamente al consumidor final.

Mientras tanto, la presidenta de REE sigue sin ofrecer explicaciones claras sobre el apagón de abril. Aunque insiste en que este no está relacionado con la configuración del mix energético -supuestamente determinado por el mercado-, la realidad muestra un sistema cada vez más tensionado y con decisiones que priorizan la urgencia sobre la sostenibilidad a largo plazo.

A este panorama se suma el fracaso del primer intento por prorrogar la vida útil de la central nuclear de Almaraz. El Ministerio para la Transición Ecológica ha exigido un consenso entre todas las empresas con intereses en las cinco centrales activas en el país, lo que ha paralizado de momento cualquier avance en este sentido. Esta demora choca con la posición de la Unión Europea, que considera estratégica la energía nuclear y prevé una inversión conjunta de los países miembros de 241.000 millones de euros hasta 2050.

Con un sistema eléctrico tensionado, costes disparados y sin una hoja de ruta clara, el consumidor español vuelve a ser quien paga las consecuencias de una gestión energética cada vez más opaca , improvisada y de cariz ideológico.

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