Duro veto y bronca de Felipe a su padre Juan Carlos con graves consecuencias
Según recoge EsDiario, lo que debía ser un almuerzo cálido, casi terapéutico, acabó convertido en un episodio incómodo que muchos en la Casa del Rey preferirían borrar. El 22 de noviembre, el Palacio de El Pardo acogió una comida familiar destinada a celebrar los 50 años de la restauración de la monarquía, una cita pensada para exhibir unidad en un momento político demasiado tenso como para permitirse grietas. Es lo que se proyectó al inicio: sonrisas prudentes, conversaciones suaves, el retrato de una familia que —al menos durante una sobremesa— quería parecer normal con dos protagonistas principales, el Rey Felipe VI y su padre, Don Juan Carlos.
Pero la armonía duró menos de lo previsto.
Según cuenta el portal Monarquía Confidencial, y ha podido comprobar ESdiario después de consultar con fuentes cercanas a Zarzuela, en un momento de mayor privacidad, Felipe VI decidió abordar lo que muchos en su entorno consideran el verdadero elefante en la habitación: las memorias, Reconciliación, de Juan Carlos I, publicadas en el peor momento posible. El Rey, siempre diplomático en público, abandonó esta vez el guion y se mostró más firme que nunca. Señaló directamente que algunos pasajes del libro eran “inoportunos”, que abrían heridas que la institución había trabajado durante años para cerrar y que, lejos de ayudar, alimentaban un ruido que vuelve una y otra vez como una ola que la Corona ya no puede permitirse.
El monarca fue aún más claro en otro punto: las estancias del Rey Emérito en Sanxenxo. Cada aparición en las regatas, dijo, provoca un estallido mediático que desbarata cualquier intento de estabilidad. Y en esta etapa, marcada por la consolidación del reinado y el ascenso público de la Princesa Leonor, la Casa necesita silencio, no titulares enloquecidos. Se pueden acabar las estancias tan frecuentes en Sanxenxo, algo que "mantiene vivo" a Don Juan Carlos, tal y como explica a ESdiario una fuente cercana al Emérito.
El gesto que lo dijo todo
La reacción de Juan Carlos I fue un silencio denso, casi físico. Quienes estuvieron cerca aseguran que el Emérito abandonó El Pardo con un gesto de decepción que intentó disimular, pero no consiguió del todo. No esperaba —dicen— una advertencia tan directa de su hijo. No en un día así. Para él, el libro no es dinamita: es un ajuste de cuentas consigo mismo, un intento de reivindicar lo que cree que la historia no le reconoce.
Pero Felipe VI no habló en clave emocional. Habló en clave institucional. Y eso dolió.
Lo vivido recuerda inevitablemente —según apunta MC— a aquel episodio en el hospital de Botsuana, cuando el entonces heredero le espetó a su padre un ya célebre y seco: “¿Estarás contento?”. Ese tono, firme hasta la incomodidad, habría reaparecido en esta conversación. Felipe VI intentó en varias ocasiones frenar la publicación de las memorias; no lo logró. Y ahora, con el libro circulando, ha querido dejar claro al Emérito que cualquier paso en falso suyo repercute directamente en el reinado que él intenta consolidar desde hace diez años.
El almuerzo, que debía reforzar la fotografía de unidad, terminó convirtiéndose en un recordatorio de que entre padre e hijo la cordialidad sigue existiendo… pero la confianza absoluta, no. Y que, aunque se hagan esfuerzos por esconderlo tras la vajilla de gala, hay conversaciones que nunca acaban realmente. Sólo se posponen.