Siete años después se destapa: las fotos prohibidas que evitan a toda costa Letizia y Zarzuela
Según recoge EsDiario, durante años se interpretó como casualidad. Luego, como prudencia. Hoy ya nadie duda: lo que ocurre con las fotografías de la Princesa Leonor y la Infanta Sofía junto a sus primos no es fruto del azar, sino una decisión firme y sostenida en el tiempo por la Casa del Rey. Un veto silencioso, impuesto en 2018, y que continúa vigente más de siete años después.
Aquel año no fue cualquiera. Froilán encadenaba titulares incómodos, Victoria Federica empezaba a perfilarse como presencia mediática constante y el caso Nóos estaba en su punto más crítico, con Iñaki Urdangarin a las puertas de prisión. En ese escenario turbulento, la Reina Letizia —según explican distintas fuentes consultadas por ESdiario— promovió una política tajante: proteger la imagen de sus hijas alejándolas visualmente de cualquier foco de controversia. La orden fue clara: no más posados, no más fotos espontáneas, no más imágenes de Leonor y Sofía en grupo con primos cuya vida mediática no podían controlar.
Desde entonces, ni una sola excepción.
El almuerzo privado celebrado el pasado 22 de noviembre en el Palacio de El Pardo ha vuelto a evidenciarlo. Ese día, los Borbón reunieron a setenta familiares para conmemorar los 50 años de la restauración de la monarquía. El encuentro tuvo un componente histórico: asistieron todos. El Rey Juan Carlos voló desde Abu Dabi. La Infanta Elena llegó acompañada por Froilán y Vic. La Infanta Cristina acudió con Irene, Juan, Pablo y Miguel. Y en ese mosaico de reencuentros, los primos más mediáticos se dejaron fotografiar a su llegada: abrazos, risas, gestos cómplices.
Leonor y Sofía, sin embargo, ni rastro.
Las hijas de los Reyes estaban allí, sí. Compartieron mesa, charla y sobremesa con los demás. Pero la imagen que tanto esperaba la prensa —aquella, tal y como recoge el portal Monarquía Confidencial, que mostrase de nuevo la fotografía completa de la tercera generación borbónica— volvió a quedar enterrada en la zona invisible del almuerzo. No hubo posado. No hubo filtraciones. No hubo siquiera una instantánea robada al salir por la puerta de atrás.
La última fotografía oficial de los ocho primos juntos sigue siendo la misma: 2 de noviembre de 2018, en la escalinata de La Zarzuela. Desde ese día, nada más.
Y no será porque no se hayan encontrado. En Navidad de 2022 compartieron una comida privada en la que sí estuvieron todos: Leonor, Sofía y los seis primos Marichalar y Urdangarin. Aquel encuentro, muy comentado internamente por lo significativo que resultaba, tampoco dejó huella gráfica.
Esta política de invisibilidad selectiva empieza a generar grietas fuera y dentro. En la prensa hay malestar: se considera que un apagón informativo tan prolongado resulta difícil de justificar tratándose de la heredera y de la segunda en la línea sucesoria. Y en ciertos círculos próximos a Zarzuela, admiten que el veto —comprensible en 2018— hoy se percibe anacrónico. Con Froilán asentado en Abu Dabi y los Urdangarin reconstruyendo sus caminos tras el caso Nóos, el contexto es otro. Sin embargo, el cerrojo continúa igual de firme.
La pregunta, por tanto, se instala con más fuerza que nunca:
¿Tiene sentido impedir que Leonor y Sofía aparezcan en público con sus primos, cuando serán precisamente esos vínculos familiares los que definirán el paisaje humano de la futura monarquía?
Porque mientras los Marichalar y los Urdangarin siguen apareciendo juntos, fotografiados una y otra vez, las hijas de los Reyes caminan por un carril propio: sin ruido, sin exposición y sin compartir encuadre con quienes, para bien o para mal, forman parte esencial de su historia.
El almuerzo de El Pardo, que reunió a toda la familia por primera vez en años, volvió a demostrarlo. La relación existe. El contacto existe. La cercanía existe. Lo que no existe —y lo que continúa prohibido— es la foto.