Su hija Andrea Janeiro desata la alarma sobre el verdadero estado de Belén Esteban

Según recoge EsDiario, la vimos resurgir mil veces. De traiciones, enfermedades, operaciones, separaciones y hasta algún que otro descalabro televisivo. Pero lo de ahora con Belén Esteban no es solo un bajón: es una caída en toda regla. Una crisis que no necesita portadas porque se cuece en directo, ante la audiencia, y que ya advertimos en ESdiario: Belén no está bien.
Esta vez no hay filtros ni maquillaje que lo disimule. La propia Belén lo verbalizó en pleno directo, sin dramatismos impostados pero con una verdad punzante:
“No soy la mujer que quiero ser. Soy una Belén que no me aguanto ni yo”.
Esa frase, dicha por quien siempre presumió de ser la más auténtica, es la prueba definitiva de que algo se ha roto. Y no hablamos solo de audiencias o de un programa que no despega, es un fracaso total, (La familia de la tele de La 1 de TVE va camino del olvido más prematuro). Hablamos de una mujer desfondada emocionalmente, con la autoestima por los suelos y el corazón a medio gas.
En las redes, donde solía compartir mensajes de fuerza, ahora se desahoga con lamentos velados. Uno en particular retumbó como un grito mudo:
“Te echo tanto de menos”, escribió en referencia a su hija, Andrea Janeiro.
Un texto corto, pero tan revelador como devastador. Detrás de esa frase hay más que nostalgia. Hay vacío en la princesa del pueblo. Hay angustia. Hay una madre rota que no encuentra consuelo ni siquiera bajo los focos que tanto le dieron.
Andrea Janeiro está en California, y allí estudia, crece y trata de vivir una vida lo más normal posible para alguien que ha crecido con la vida de su madre convertida en espectáculo. Pero desde la distancia, la hija de Jesulín de Ubrique también sufre. Porque el hundimiento anímico de Belén no es solo perceptible para los espectadores: en casa lo viven como un drama en tiempo real.
Fuentes cercanas a la familia aseguran que Andrea está profundamente preocupada. La describen consternada, impotente, sin saber cómo tender la mano a su madre cuando lo único que las une ahora son mensajes de WhatsApp y videollamadas cargadas de silencios. No puede venir, y eso la tortura.
Belén Esteban, que siempre se ha definido por su autenticidad, se ha desdibujado. Ya no es la mujer divertida que lo decía todo sin miedo. Ahora se sienta en plató y lo único que transmite es tristeza. A veces ni habla. A veces, simplemente no está.
Del plató a la nada
Lo cierto es que La familia de la tele ha sido, más que un nuevo comienzo, una losa. La audiencia no responde, la crítica ni se molesta, y Belén no logra conectar ni con ella misma. El programa no solo se ha estrellado; se la ha llevado por delante a ella. Y eso pesa.
El brillo de los focos, ese que tantas veces la rescató, esta vez no basta. Ni las cámaras, ni el plató, ni las viejas fórmulas funcionan. La “princesa del pueblo” ha perdido el trono, pero lo que es peor: ha perdido la ilusión.
Y lo más trágico de todo es que el sufrimiento de Belén ya no se oculta detrás del espectáculo. Ahora se muestra a pecho descubierto, en prime time. Lo que antes era un personaje, ahora es una persona que duele. A ella. Y a los que, como su hija, ven desde lejos cómo se desmorona.