El origen del delincuente

Mejor harían la Ertzaintza y los Mossos d'Esquadra en indagar sobre las causas y el origen del delito que, como van a hacer, reseñar en sus comunicados el origen del delincuente. Lo primero les proporcionaría valiosa información para mejorar la eficacia en su trabajo, en tanto que lo segundo, lo de publicar la nacionalidad del delincuente, no sólo no la mejora, sino que la tiñe de un color inequívocamente xenófobo.

Con ésta decisión policial, muy en la onda regresiva que va anegando las democracias, se atenta contra el más básico de los fundamentos penales civilizados, que no es otro que el que establece que lo que la Ley persigue es el delito, sin que en su calificación importe ni mucho ni poco la procedencia geográfica, la religión o el color de la piel de quien lo comete. Mucho se luchó en su día para que los medios de comunicación obviaran en los titulares de sus secciones de sucesos la nacionalidad o la etnia de los delincuentes, a fin de no estigmatizar al conjunto como se venía haciendo desde hace seis siglos con el pueblo gitano, para que se venga ahora a destruir institucionalmente lo tan fatigosamente logrado.

La Ertzaintza, la primera fuerza en resucitar la errada reseña policial, aduce para justificarla un argumento absurdo: lo hace, dice, para demostrar que no todos los delitos los cometen extranjeros. ¿Había que demostrar eso? ¿Y precisamente señalando a los extranjeros? Los Mossos, por su parte, abundan en esa dislocada idea insinuando que se trata de restar argumentos anti-inmigración a la ultraderecha. ¿Cómo? ¿Dándoselos? Parece mentira que a estas alturas se ignore que no es un inmigrante, un gitano, un musulman o un rumano el que delinque, sino un delincuente, un tipo que puede haber nacido en Girona, en Madrid o en Groenlandia sin que ello importe nada. Sí importa, en cambio, el origen del delito, que puede empezar a buscarse en la desatención social, en la marginalidad o en la miseria en cualquiera de sus formas. ¿Se reseñará también eso?