Psicopolítica
Quiero comenzar este artículo diciendo que me merecen un gran respeto aquellos militantes del PSOE que hartos de tantas cosas, de tantos retrocesos, de tantos recortes, y de tantos giros giratorios hacia el neoliberalismo, a la hora de escoger entre lo viejo (el PPSOE neoliberal) y la renovación, escogieron la renovación, o sea apostaron por Pedro Sánchez.
Pienso sinceramente que en su encrucijada interna y en su disyuntiva de aquel momento critico, en que el "PPSOE" era el símbolo del enfado unánime de la ciudadanía española, hicieron la elección correcta. No deben ser días fáciles para ellos estos que estamos viviendo.
Seguro que a la vista de los últimos acontecimientos bastante indicativos de corrupción en algunos altos cargos del PSOE de Pedro Sánchez, muchos de sus contradictores y adversarios se frotan las manos y se han dicho: "esta vez sí que sí" cae Pedro Sánchez, o algo parecido.
Sin embargo tenemos que considerar significativo el hecho de que la campaña para la deslegitimación y anulación de Pedro Sánchez (hay en esto un cierto paralelismo con la campaña antidemocrática contra PODEMOS) ha sido tan prolongada en el tiempo que prácticamente se confunde con el principio de su carrera como candidato. Y por otro lado, la frustración de ese intento de tumbarlo del poder ha sido tan reiterada, que ha contribuido a dotarle de un aura probablemente merecida y aún así mítica, de solidez y resistencia. Lo cual a su vez ha aumentado la hostilidad de algunos de sus adversarios, porque como es bien sabido la frustración se convierte no pocas veces en agresividad.
Además ese acoso primigenio e inaugural a Pedro Sánchez, al impulsarse inicialmente desde "dentro", es decir desde el mismo aparato viejo del PSOE (que era en ese tiempo considerado unánimemente un aparato del PPSOE) y con formas tan zafias como aquellas de las que fuimos testigos, plantaron la primera piedra de la creación del mito de Pedro Sánchez como héroe, en cuanto que para su militancia socialista aquel aparato caduco y felipista actuaba como traidor en esa acción, y ese candidato tan inesperado como rebelde era la víctima propiciatoria de oscuros poderes fácticos.
Que más o menos eran los mismos poderes fácticos (conviene situar cronológicamente los acontecimientos que aquí se narran) que nos habían vendido a la plutocracia (lo de venderse a los plutócratas quedó meridianamente claro como ejemplo pedagógico para todos después con Trump) y nos habían llevado a la estafa financiera de 2008 con el austericidio subsiguiente.
Por tanto creo que no se ha prestado suficiente atención en esta dinámica de acoso y resistencia (para explicarse precisamente esa resistencia tan sorprendente), a un aspecto del juego político que podríamos denominar como "psicopolítica". Quiere decirse que más allá de la fría mecánica de dicho juego político, en el que de forma legítima son determinantes ciertas cifras relativas a los apoyos numéricos con los que se cuenta y los pactos que se sabe entretejer para que salgan las cuentas, influyen otros factores difícilmente cuantificables y que están más ligados al drama y la poesía (poesía épica, trágica, y mitológica) que a las matemáticas.
Desde el principio y desde el mismo aparato anquilosado y felipista del PSOE, que no supo interpretar ni manejar la crisis histórica de 2008, a lo que se sumó su torpeza y malas formas, similares a las del PPVOX en todo este tiempo, se ha hecho crecer por esos mismos agentes el mito de Sánchez como héroe de la resistencia. Ese mito además ha sido favorecido por un sinfín de crisis y desafíos que han concurrido durante su mandato y que él ha sabido aprovechar oportunamente, pero también manejar con indudable eficacia, gracias a la colaboración, el consejo, y/o la presión de sus socios.
Esas crisis han tomado la forma unas veces de pandemia (en la que por cierto, intervinieron ya negacionistas, bulos, y terraplanistas, como elementos de la nueva irracionalidad); otras han tomado la forma de volcán; otras la de escenario económico de inspiración neoliberal en deriva imparable hacia el fracaso (a la contra de ese modelo dogmático y gracias a la presión de sus socios más a la izquierda, la economía española ha tenido logros brillantes y avances notables, junto a otros episodios oscuros y peor resueltos, como la retirada de impuestos a las empresas energéticas, el retraso de la edad de jubilación, o la no solución de la estafa cometida contra los interinos), todos ellos en cualquier caso constituyen desafíos tan enormes e inusitados, que parecen configurar el itinerario de obstáculos que todo héroe de la antigüedad debía superar -como Hércules- para alcanzar la luz. O sea, psicopolítica.
Añadan a ello el encauzamiento de la cuestión catalana, tan soliviantada por los que le precedieron.
Pero más allá de que la índole de algunos de sus opositores (su falta de autoridad moral por ejemplo) haya contribuido todo este tiempo a fortalecer y blindar a Pedro Sánchez, y computando en su debe el factor de debilidad que implicó la ruptura con PODEMOS (un error garrafal para Sánchez es y será siempre apartarse de planteamientos y políticas de izquierda), quizás han sido los últimos acontecimientos geopolíticos los que le han regalado un nuevo balón de oxígeno y han vuelto a fortalecer la imagen de Sánchez como héroe ante sus bases y su militancia, ayudando también a amortiguar las tensiones con sus socios.
Mientras algunos de nuestros políticos más torpes y rudimentarios se apuntaban y aún se apuntan al "trumpismo" salvaje, esa novedad tan rancia, no solo en España sino en Europa, él se desmarcaba de esa barbarie y se ponía en frente (el lugar correcto).
E hizo bien porque hoy el mayor peligro para el planeta y sus habitantes se llama Donald Trump.
Mientras la mayoría de los líderes europeos callaban y aún callan vilmente ante el genocidio en Gaza, con el escándalo generalizado que esa actitud pasiva y condescendiente ha provocado en la ciudadanía europea, que se manifiesta en las calles una y otra vez contra esa matanza y que empieza a descreer de esta Europa, él levantó la voz contra esa masacre de inocentes, como lo hacía el resto de la izquierda.
Y ahora, mientras tantos callan y otorgan servilmente respecto al disparate del gasto del 5% del PIB en defensa, ordenado por el capo americano para engordar sus negocios de armamento (Trump necesita recuperar la economía estadounidense esquilmada por la supresión de los impuestos a los muy ricos), va él, Pedro Sánchez, y frente a todos dice en voz alta que no.
¿Valentía? ¿Coherencia? ¿Responsabilidad frente a los ciudadanos españoles y el gasto social que se necesita mantener o incluso incrementar en España?
¿Oportunismo?
En cuanto a esto último del "oportunismo" como explicación en clave interna y actual de este gesto, conviene decir que era su postura conocida y previa al escándalo de corrupción que hemos conocido estos días.
Todo esto tiene indudables efectos psicopolíticos que hace muy difícil predecir si Pedro Sánchez caerá o no caerá en el breve plazo, salvo evoluciones contundentes de la dinámica judicial.
E igual efecto psicopolítico, aunque en sentido contrario, tiene el hecho de que quien ordena dicho gasto en armamento a los líderes europeos, teóricamente soberanos y libres, es el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha utilizado precisamente esa presidencia y ese cargo para promocionar sus negocios y enriquecerse él y su familia.
Y también adopta forma psicopolítica el hecho de que el mamporrero de Trump en este asunto sea Rutte, cuyas formas ante Sánchez y ante otros son frecuentemente las de un matón de taberna (las mismas que las de Trump ante sus interlocutores), y que fue precisamente de aquellos líderes europeos que más nos apretó las tuercas a los ciudadanos del sur con ocasión de la estafa financiera neoliberal de 2008, estafa que se hizo pagar a sus víctimas mediante el austericidio. Ese austericidio que Merkel dijo después que fue un error garrafal y contribuyó al ascenso de la ultraderecha y quizás también al brexit.
Serían esos mismos paganos (los ciudadanos del común) los que ahora pagarían de nuevo la factura del rearme ordenado por Trump, como entonces la factura de la estafa neoliberal.
El recorte de derechos y el hundimiento del Estado del bienestar sería ahora definitivo y letal (incluso para la propia idea de Europa), demostrando a las claras que la OTAN se ha convertido de alguna forma en el brazo armado de una ideología extremista y antisocial: el neoliberalismo.