La brecha

En un artículo reciente de Daniel Innerarity titulado "Futuros amenazados, presentes perturbados” (El País), autor cuyos artículos siempre son interesantes y de recomendable lectura, se contenía la siguiente reflexión:

"El actual paisaje político se caracteriza por la retirada progresiva de apoyo a medidas de salvaguardia del futuro a costa del presente, sea en materia de pensiones o de políticas medioambientales”.

Entiendo lo que esa reflexión tiene de argumento que combina conceptos razonables, comprensibles por todos, y desde una perspectiva solidaria entre presente y futuro, pero yo aprecio a su través otra trama más profunda, otra realidad más determinante, que nos señala y nos conduce a la obscena desigualdad que en nuestro mundo y en nuestro presente no para de crecer, y que nos obliga a precarizar aún más si cabe (y ya no cabe más) el mediano o el muy precario pasar de la mayoría para sostener el exceso y el lujo obsceno (que ya es también un exceso de poder) de una minoría privilegiada.

Si al presente (en el plano temporal) y al mediano o precario pasar de la inmensa mayoría (en el plano social) se le quieren apretar más las tuercas en solidaridad con un futuro que sea sostenible, antes habrá que dejar de apretárselas por causa de sostener la obscena desigualdad de ahora mismo. O sea, habrá que apretar las tuercas a otros, y concretamente a ese 1% privilegiado por el lujo que acumula más riqueza que el 95% de la población mundial en su conjunto.

En este sentido, la renuencia al sacrificio en el presente en materia de pensiones (retraso de la edad de jubilación, por ejemplo) o en materia de exigencias ecológicas para salvaguardar el futuro del planeta, único hogar al que nos podemos acoger, no vendría dado por un egoísmo inaudito e inexplicable por parte de los sacrificados de ahora (que son los mismos sacrificados de siempre), a los que no les importaría el futuro, sino más bien por la conciencia cada vez más extendida de que, dada esa desigualdad extrema y obscena descrita más arriba, es obvio que no se están abordando en materia de sacrificios los resortes principales ni de manera justa.

Es decir, se prescinde de partida a la hora de repartir los sacrificios para lograr un futuro posible, de aquellos que más tendrían que aportar. Con lo cual el sacrificio de las condiciones del presente (más aún) de cara a lograr llegar al futuro, se vuelve poco realista, poco equilibrado y muy poco asumible. Directamente injusto, como lo fue el reparto de la factura de la estafa financiera de 2008.

Leíamos recientemente este titular en El País: "Los artífices del Pacto de Toledo alertan sobre la creciente brecha entre jubilados y trabajadores", titular que hace referencia precisamente al tema de las pensiones, y que abunda en la ceguera y la pasividad ante aquella otra desigualdad, decisiva y abismal (la del 1% frente al 95%), en el reparto de la riqueza, de manera que, desviando la mirada de esa fuente principal de desequilibrio, se promueve, en modo alternativo, el enfrentamiento entre trabajadores y jubilados, entre jóvenes y ancianos, o entre boomers y sus hijos.

Al parecer aquella otra brecha mucho más determinante entre el 1% y el 95% en el reparto de la riqueza, es intocable o incluso inaccesible al análisis. De tal forma que, no pudiendo enfocar sobre los paraísos fiscales y otros agujeros negros de nuestro modelo neoliberal y desregulado, enfocamos en modo sustitutivo sobre las pensiones, que salvo en Francia y casos similares parece que no ofrecen una defensa potente.

No obstante existen otras opciones, y así vemos que en Francia, como decimos, la presión ciudadana ha logrado suspender la reforma de las pensiones que pretendía retrasar la edad de jubilación de los franceses de los 62 a los 64 años.

Y seguro que en esa presión ciudadana coronada por el éxito frente a una de las "reformas" (recortes) estrella del neoliberalismo, se han unido jóvenes y ancianos, trabajadores y jubilados, boomers y sus hijos. Esa unidad de acción es la que no existe aquí en España, la que debería servirnos de ejemplo, y la que de hecho se intenta evitar promocionando el enfrentamiento entre unos y otros. No sea que todos ellos recapaciten, se unan y de manera coordinada se enfrenten (política y pacíficamente) a los plutócratas y sus esbirros, que como muy bien dice Nicolás Sartorius en un artículo reciente ("El vaciamiento de la democracia"), lo que buscan no es otra cosa que vaciar la democracia acabando con el Estado del bienestar.

En resumen: Más que el dilema o el conflicto entre presente y futuro (todos queremos tener presente y futuro), el conflicto se plantea en términos de los sujetos paganos de las renuncias y sacrificios que exige llegar a ese futuro, o sea en términos del reparto de la factura.

¿Seguiremos obstinadamente señalando y designando a los sacrificados de siempre, aquellos que no tienen poder ni dinero para defenderse y a los que el "sistema" (neoliberal) tampoco parapeta ya, o abordaremos de una vez por todas opciones más justas, precisamente para que el futuro sea posible y compartido?

Puede enfocarse efectivamente el problema de las renuncias que exige un futuro sostenible como una acción que afecta a costumbres, identidades y modos de vida, pero más primordialmente debe enfocarse como una acción que decide de qué bolsillos ha de salir el dinero, si de los que ya están esquilmados o de los que están llenos a rebosar.