En el umbral

Si quisiéramos señalar una etapa de transición en nuestro tiempo en que el ser humano (trabajador o de otro tipo) deja de ser prioritario y pasa a un segundo plano, subsidiario y prescindible en relación a las cosas y exigencias del capital y el dinero, habría que situarla entre finales de los años 70 y principios de los 80, tomando en esta última década una plena conformación ideológica y estratégica (extremista) que nos ha llevado hasta donde ahora estamos: democracia en retirada, barbarie en auge, plutocracia omnipotente, y malestar extenso.

Y junto a todo ello, y en sintonía con ello, una destrucción violenta y decidida del Derecho internacional, aceptada de forma pasiva y complaciente por los mismos países occidentales que impulsaron aquella transición deshumanizadora y reaccionaria de los famosos ochenta.

"Las grandes democracias occidentales propiciaron entonces un programa de deslocalización industrial masiva, privatizaciones de sectores estratégicos, desregulación financiera, libre movilidad del capital, debilitamiento sindical, flexibilidad del mercado laboral y reducción de la progresividad fiscal" (Daniel Fuentes Castro / "El malestar económico en Occidente" / El Pais 03 sep 2025).

"El final de la Guerra Fría, sin embargo, alteró profundamente la agenda política de las democracias occidentales, que habían hecho de la fiscalidad progresiva, de la seguridad social, y de la educación y la sanidad públicas condiciones de partida para el desarrollo de las clases medias". (Artículo ya citado)

En esta excursión "desacomplejada" hacia un pasado sin reglas, y hacia una reedición de la Ley del más fuerte, que impulsa el retorno a una forma de civilización feudal basada en la Ley de la selva y el poder militar y económico, se interpretó que se podía contar con el contagio fácil del antiguo y derruido bloque soviético, abducido ahora sin resistencia hacia esta nueva forma de barbarie occidental, completando así Este y Oeste un todo totalitario (en el sentido ideológico) que no dejase resquicio a la alternativa.

Ni a la alternativa ni a la esperanza, podríamos decir.

De forma que nos vale para describir esta deriva, aquella frase que Dante vio inscrita en la puerta del infierno: "Abandonad toda esperanza quienes aquí entráis" (Divina Comedia).

El caso es que ante la invitación a entrar en ese ámbito oscuro y sin retorno, sin alternativa, Putin, educado en el KGB, jugó el juego del portero que tiene copia de las llaves, más diablo consumado que sus invitadores y más conocedor que ellos de esos vericuetos siniestros. Fue por tanto más extremista, neoliberal y plutócrata que sus instructores y promotores de Occidente, y al final incluso más salvaje y feroz que ellos. Todos, en medio de la guerra donde mueren los demás, están en su salsa.

Le quisieron enseñar una lección que él ya se sabia, la Ley del más fuerte, y él la aplicó enseguida, sin necesidad de pasar por la fase de alumno aplicado.

Se repara poco y se reflexiona menos en el hecho incontrovertible de que la Ley del más fuerte -sin reglas- en el plano socioeconómico, se expande y se expresa siempre en la Ley del más fuerte -sin reglas- en un plano superior: el plano geopolítico.

Cuestión de principios o de sensibilidades que concuerdan o no concuerdan. Y ahora concuerdan todos ellos, en perjuicio de todos nosotros.

Es ahora muy difícil perfilar los frentes, o distinguir entre aliados y enemigos, pues todos ellos conforman un frente común de señores feudales y señores de la guerra que actúan de consuno contra la democracia y los derechos civiles, y a favor de la plutocracia y la Ley de la selva. Y como señores feudales que son, se enfrentan entre ellos llevándonos a nosotros a sus guerras particulares como carne de cañón. Mientras tanto, las desigualdades entre ellos y nosotros no para de crecer.

Síntoma, causa coadyuvante, o resultado esperable, al final llegó Trump con su gorra roja y sus maneras de gánster, y se completó el cuadro dantesco que ya anunciaba aquella famosa inscripción desesperanzada a la puerta del infierno.

"Que EE UU se sienta agraviado por estas transformaciones, con estratos enteros de su población como víctimas de una globalización made in USA, sólo puede explicarse porque la primera potencia del mundo no ha sabido distribuir entre los suyos la prosperidad alcanzada durante estos años. La propia retórica MAGA está admitiendo, aunque sea implícitamente y con una traducción política calamitosa, que el problema de los ganadores y los perdedores importa. Y que el país del New Deal lleva décadas desatendiéndolo". (Daniel Fuentes Castro / "El malestar económico en Occidente" / El Pais 03 sep 2025).

Algo similar podríamos decir de Europa, que también es Occidente, cada vez más a la forma americana. El malestar se incuba a ambos lados del Atlantico y tendrá probablemente resultados similares.

Un buen diagnóstico, incluso en el umbral del infierno, no basta, pero puede suponer un último resquicio para la esperanza antes de traspasar ese umbral.

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