El elefante y la hormiga

Pongamos que vemos a Elon Musk (uno de los plutócratas que define nuestro tiempo y que se convertirá pronto en el primer billonario del planeta) hacer el saludo nazi con un cierto descontrol juvenil (a pesar de que tiene 54 años). Y pongamos que de ahí deducimos que el auge del fascismo entre los más jóvenes se debe a un conflicto entre generaciones, y que la desigualdad que impulsa ese fascismo juvenil, es concretamente la desigualdad generacional, o sea la desigualdad extrema que existe -según nos cuentan- entre los boomers y sus propios hijos, o entre los jubilados y los trabajadores, y así en general entre unos ciudadanos del común y otros igual de comunes que ellos.

Y digo así "en general" o al por mayor porque conozco a muchos boomers que han sido o siguen siendo albañiles, o carpinteros, o fontaneros, o profesionales en precario, sujetos durante toda su vida biológica a crueles apuros económicos, y durante toda su vida laboral a contratos basura, que ya se prodigaban con generosidad en los tiempos de Felipe González y Aznar, impulsores ambos del neoliberalismo excluyente, precarizante, y polarizante.

Por contra, hoy se dice de forma bastante unilateral que los boomers y los jubilados españoles se pegan la vida cañón. Es su descripción más promocionada últimamente.

Sobre esa brecha "generacional" como motivo del fascismo juvenil ¿Habremos razonado bien o será como ver un elefante detrás de una hormiga y apreciar solo el tamaño de la hormiga? ¿Será una forma de distraernos y confundirnos?

¿Habrá alguna otra "brecha" más real y determinante que quede (o nos la coloquen) fuera de nuestro foco de atención? Como por ejemplo la que existe entre los billonarios neofascistas y el resto de los mortales.

Leo en Twitter un mensaje de Fonsi Loaiza que considero ajustado a este tema: "Desde que dejaron la presidencia, Aznar y Felipe González han cobrado 4 millones de euros de paga pública vitalicia. Ambos suman un gigantesco patrimonio como capos inmobiliarios. A estos pensionistas los medios de comunicación no los llaman privilegiados”.

¿Serán estos a los que se refiere la teoría de la vida cañón?

En cuanto al resurgir del fascismo, también sabemos que el billonario Elon Musk junto a otro puñado de plutócratas han sido determinantes en la elección de Donald Trump (un fascista declarado) como nuevo emperador de Occidente.

Desde luego han sido determinantes en su financiación, pero también en su propaganda política. No olvidemos que estos plutócratas, que han brotado como fruta madura y previsible del modelo neoliberal (modelo que no conduce a la democracia sino a la tiranía), controlan los medios de manipulación de masas más potentes y veloces que hayan existido nunca: las redes sociales.

Como inciso: quizás aquí sí podemos definir claramente una "brecha generacional", porque parece evidente y notorio que los jóvenes están más expuestos a un lavado de cerebro a través de las redes sociales, que no sus padres.

La cadena de razonamiento que estamos siguiendo para intentar averiguar dónde radica la causa fundamental de la desigualdad extrema actual, la cual estaría a su vez impulsando -paradójicamente- un nuevo fascismo, sobre todo y llamativamente entre los más jóvenes (aún sabiendo que el fascismo es siempre el escudo protector de los plutócratas, que promueven y viven de esa desigualdad), nos lleva de nuevo a Donald Trump, el indiscutido y prepotente emperador de Occidente, fascista declarado e instrumento político y geopolítico de aquellos plutócratas que hoy ya son los dueños del mundo.

Hay una dictadura en marcha, made in Donald Trump, que se despliega en un amplio abanico de acciones: desde el apoyo al genocidio en Gaza, pasando por las amenazas imperialistas sobre Groenlandia, hasta llegar a la persecución personalizada de personas críticas, como Francesca Albanese, la relatora de la ONU, o los jueces de los tribunales internacionales.

Y así podemos comprobar que recientemente este nuevo emperador de Occidente (en la vida real un gánster), encumbrado por el "gran dinero", ha dado órdenes directas para apoyar a los partidos neofascistas de Europa (herederos de las viejas dictaduras), al objeto de impulsar esa corriente de "pensamiento" racista, supremacista, machista, violento y xenófobo, que busca debilitar y romper a Europa en unidades menores y menos competitivas. Se trata de distraer y confundir a los pobres y currantes más precarios para que sigan medrando y engordando sus colegas, los muy ricos.

En nuestro tiempo no solo hay un trasvase descomunal de dinero desde los pobres y los trabajadores comunes hacia los muy ricos, como demuestran y constatan multitud de informes, sino que en el mismo sentido están viajando los votos. Tal es el grado de intoxicación. Las víctimas votan ya masivamente a sus verdugos.

Vemos también que entre nosotros, Abascal y Ayuso (PPVOX), monaguillos también del "gran dinero", alzan la mano para apuntarse los primeros a esa tarea de intoxicación y destrucción de Europa, ya en marcha.

En realidad esto ya lo estaban haciendo Trump y sus secuaces hace tiempo y con eficacia comprobada, a veces apoyando directamente a golpistas, como en el caso de Bolsonaro en Brasil. Ahora solo se trata de plasmar lo que ya se hacía sobre el papel.

Tenemos el problema añadido de que todos (o casi todos) aquellos a los que llamábamos "líderes", obedecen hoy a Trump sin rechistar, aún sabiendo que están obedeciendo a un gánster y un fascista, y que esa obediencia servil nos llevará a todos a la ruina.

Si la lógica de Aristóteles consiste en atar cabos, uniendo estos cabos llegamos a la paradoja del elefante y la hormiga, señalada un poco más arriba. Y a la conclusión no menos paradójica y extraña (sumamente errada a mí juicio) de que la culpa de todo este desorden político y geopolítico, económico y social, que constituye nuestro pandemónium actual y global, el cual coexiste con una desigualdad obscena protagonizada por billonarios, con un nuevo rearme que ha de alimentar nuevas guerras de carácter extractivo, la tienen los jubilados españoles y sus vapuleadas pensiones, así como sin querer.

De forma que si pasado mañana a Donald Trump le da por invadir Venezuela en busca de petróleo, o Groenlandia en busca de tierras raras, podremos sin duda echar la culpa de todo ello a los boomers y jubilados españoles.

¿Será tan extraño como dicen?

Lo cierto es que mientras los jubilados españoles sean los que carguen con la culpa, y los jóvenes los que mueran (ya están muriendo) en las nuevas guerras de depredación, los milmillonarios depredadores se frotarán las manos y todo irá bien... para ellos y para Donald Trump.