El futuro de Europa
¿Por qué proliferan hoy en el mundo los regímenes autoritarios y de ultraderecha? Respuesta: porque se necesita defender mediante la fuerza y contra los propios ciudadanos la desigualdad alcanzada. Una desigualdad extrema y obscena que solo puede defenderse y mantenerse con un régimen autoritario, un régimen de fuerza. Mejor de ultraderecha.
El camino de Europa, salvo que quiera renunciar a la democracia y por esa vía suicidarse, debe ser otro. Un camino propio.
Pero analicemos cuál es nuestra situación actual, cuáles son los rumbos equivocados que hemos tomado y cuáles nos pueden salvar si reaccionamos a tiempo:
Una Europa desunida -que es el objetivo de la ultraderecha- no va a ningún sitio, pero una Europa unida bajo la bandera del neoliberalismo (y ese fue el experimento fallido) nos ha traído al desastre actual: una Europa rota y que hace aguas por todos sus flancos, amenazada de "Frexit" y otros "exit" en plural, siguiendo la estela del "Brexit".
Si pensamos por ejemplo en el "Frexit" (la amenaza más reciente para la unidad europea), vemos enseguida su relación directa con las acciones del extremismo neoliberal y una de sus medidas más conocidas e impopulares en cuanto al recorte de derechos: el retraso de la edad de jubilación. Esta medida recortista (ninguna medida recortista estará justificada mientras persista la desigualdad obscena actual) ha acabado de hundir políticamente a Macron, símbolo de una institucionalidad distanciada a la vez que privilegiada, y una medida más del paquete de medidas de recorte que busca deteriorar o suprimir el estado del bienestar europeo.
Una Europa cuyos ciudadanos se sienten desconectados o incluso traicionados por unas élites apuntadas al dogma neoliberal, y que obedecen las órdenes de los plutócratas, y actualmente las de Trump, está destinada irremediablemente a romperse y desaparecer.
¿Por qué ha fracasado el experimento, o sea, la integración europea bajo la bandera del neoliberalismo? Pues precisamente porque era la bandera equivocada para convocar a la unión y la unidad. La bandera neoliberal es una bandera de efectos disolventes e introduce el germen de la discordia en el seno de la sociedad.
Aparte de las grandes potencias que desde fuera quieren ver rota a Europa (Estados Unidos, Rusia...), ella sola se ha roto desde dentro. Las varias y sucesivas crisis que nos avisaban sobre este derrotero (especial mención a la estafa financiera de 2008 y su falsa solución en forma de austericidio), no fueron correctamente interpretadas ni resueltas. Y eso a pesar de que Ángela Merkel acabó reconociendo el grave error de ese nefasto, sesgado, e injusto austericidio. Pero vayamos al origen:
El germen de la unidad europea tiene su impulso inicial en el desastre de la segunda guerra mundial. Los soldados aliados victoriosos, esa gente corriente que combatió y ganó con sangre, sudor y lágrimas esa guerra, ya habían sufrido previamente, antes de la guerra, los golpes del capitalismo desregulado y salvaje que culminó en el "gran crack", el de los años 30, la "gran depresión", determinante de lo que vino después: polarización, fascismo, segunda guerra mundial.
Consecuencias, todas ellas desastrosas, de aquel "neoliberalismo" de entonces.
Como esos soldados se sentían victoriosos y con derechos conquistados (sociales, laborales...) derivados de esa hazaña bélica contra el fascismo, dejaron claro que no querían volver a aquella etapa oscura de capitalismo salvaje, desregulado, germen de desigualdad y abusos, tendente a las grandes estafas, raíz de la polarización y detonante del conflicto bélico. Como luego lo hemos olvidado, hemos vuelto otra vez a la posición de salida. Pero en aquel entonces, los soldados victoriosos jugaron sus cartas oportunamente y exigieron lo que luego hemos dado en llamar el "Estado del bienestar", que no solo es un estado de "bienestar" sino un estado de "fuerza", el gran pegamento de la unión europea desde sus inicios, y que otros europeos posteriores, olvidadizos, heredaron pero no supieron defender. Contrariamente a lo que se pregona, el Estado del "bienestar", que no se basa en el lujo desvitalizante sino en la suficiencia tonificante, produce "fuerza". Y esa fuerza es lo que necesitamos para enfrentarnos a los adversarios de Europa de ambas orillas del Atlántico, los trumpianos de allí y los trumpianos de acá.
El Estado del bienestar -hoy en sus últimos momentos de vida política y civil- era como decimos el pegamento social, el centro político, y la raíz sólida del consenso, el eje sobre el que basculaba la singularidad europea y su fortaleza, junto a su potente presencia inspiradora en el plano internacional. Desaparecido o a punto de desaparecer el Estado del bienestar en Europa, todo eso se viene abajo a través de una desigualdad extrema cuyo efecto solo puede ser deletéreo. De ahí la ruptura, la desunión, la polarización y el desastre. Al perder el Estado del bienestar hemos perdido la clave de nuestra fuerza.
Hace ya unas décadas y coincidiendo con la caída del muro de Berlín (que bien caído está como muro infame contra la libertad civil), muchos interpretaron erróneamente ese momento histórico y comenzó un ataque sistemático y brutal contra el Estado del bienestar europeo, contra los derechos laborales, contra nuestros servicios públicos, y en definitiva contra todas aquellas conquistas, beneficiosas para la sociedad y su cohesión, que aquellos soldados victoriosos en la segunda guerra mundial pagaron con muchos muertos y mucha sangre. A esa involución se le llamó "neoliberalismo" y se puso de moda como "pensamiento único", "sin alternativa", porque la Historia había finalizado, decían sus apóstoles, pelín fanáticos.
O sea, nada nuevo bajo el sol, sino una recuperación de lo muy viejo en la estela de nuevos "crack", que sin faltar a su cita llegaron después.
Pues bien, si ese ha sido el derrotero hacia la ruptura y el deterioro, hacia una Europa sin características propias, rota, servil, débil y sometida a las órdenes de un botarate (Trump), con una población y unas élites divergentes, cuando no enfrentadas, con un nuevo fascismo tan rancio como el antiguo, que dice -con falsedad, como siempre- defender derechos sociales y que pesca en este río revuelto, la solución solo puede venir de recuperar lo que insensatamente se tiró por la borda: el Estado del bienestar, como bandera de una Europa que renace expulsando de su seno y de su configuración institucional el extremismo neoliberal, y con él al nuevo fascismo. No veo otra salida.
Eso o nos vamos al garete.