Efluvios golpistas
De vez en cuando en nuestro país se respiran efluvios golpistas. Todos lo sabemos. Algo no se hizo bien durante la transición y arrastramos esa tara.
En esa dinámica ha habido momentos estelares, con participación de altas instancias, que incluso tienen su registro televisivo para la Historia, como ocurrió con el 23F.
El efluvio golpista en nuestro país va y viene, pero no desaparece.
Hubo un pico cuando el bipartidismo corrupto de aquel entonces perdió comba, y aparecieron en escena algunos partidos nuevos e inesperados, herederos del 15M, aspirantes a un cambio regenerador.
Ante la amenaza de ese cambio, el efluvio golpista se tornó tufo de cloaca, como si efectivamente allí en los bajos fondos existiera una rata gigante en forma de Estado profundo, capaz de organizar una policía "cloaquera" a favor de un solo partido, el PP, o a favor de un estado de cosas que ha de ser impuesto (por las buenas o por las malas) y que ha de ser inmutable.
Quiero aquí copiar un mensaje reciente de Enric Juliana en X (antes Twitter): "Mantengo que el principal mensaje del congreso del PP fue: ‘¡Sánchez a prisión!’ El nuevo llamamiento de Aznar a los aparatos del Estado. Supera esto, Abascal. Vox ha reaccionado proponiendo la deportación de 8 millones de inmigrantes". (Hasta aquí el mensaje de Enric Juliana).
O sea, una nueva onda del crónico y reconocible efluvio golpista, que como todas las anteriores ondas resulta demasiado impaciente, y cuyos ritmos temporales y mecanismos de acción tienen muy poco que ver con la democracia o con el Estado de derecho. Tienen mucho más que ver con las consignas misteriosas del tipo: "El que pueda hacer que haga" (Aznar), en el ámbito de la acción, o también "El que quiera entender que entienda" (Felipe González), en el ámbito del acuerdo.
¿Hacer qué o entender qué?
Pues cualquier cosa, porque en esos subterráneos donde se mueve a sus anchas la gran rata del Estado profundo, no hay reglas.
En realidad el ya dilatado periodo de ejercicio del actual gobierno, tan traqueteado por crisis de todo tipo y que aún no ha acabado de desarrollar su acción política, o de resistir simplemente (casi siempre las dos cosas al mismo tiempo), abunda en picos notables y sucesivos de ese efluvio tan característico del golpismo patrio.
Así el acoso o los ataques directos a algunas sedes de partidos políticos, tienen un carácter golpista que ni se oculta ni se disimula.
La calificación de "ilegítimo" de un gobierno legítimo, tan persistente y continuada en el tiempo, a ver si cala y cuela, también.
Y como Frankenstein resulta una figura literaria aparentemente repugnante, pues se utiliza y se dice "gobierno Frankenstein", a ver si los ciudadanos -que son como niños- se asustan.
Un hito bastante más macabro de este efluvio golpista fue aquel chat de militares retirados, con participación de militantes o simpatizantes de VOX, que proponían fusilar de una sentada a 16 millones de españoles, niños incluidos.
Estos días VOX vuelve a la carga y propone expulsar a 8 millones de inmigrantes (incluida la segunda generación). Luego aclaran, para dejarlo más confuso, que se expulsará a aquellos que no se adapten a "nuestras costumbres" típicamente españolas.
Damos por sobreentendido que VOX expulsará -en caso de llegar al poder de una forma o de otra- a aquellos ciudadanos a los que no les gustan los toros ni practican la caza. También a aquellos otros que no van a misa (católica) o no rezan el rosario como Dios manda. Igualmente será expulsado aquel hereje o laico que coma carne en viernes santo. Cosas así.
Aunque no se puede descartar la posibilidad de una expulsión aún más indiscriminada, porque Abascal es vasallo directo de Trump, y de Trump sabemos que comenzó por tomar ojeriza a los inmigrantes que comían mascotas (no sabemos cuantos hay si es que hay alguno), y luego expulsó a diestro y siniestro sin tener en cuenta esas consideraciones gastronómicas, o sin ni siquiera tener en cuenta los derechos humanos.
Como en todo discurso irracional, que es la especialidad ideológica de VOX, de Trump, y de todos sus adláteres, las grandes cifras y las grandes palabras son imprescindibles, y casi siempre el daño con que se amenaza a diestro y siniestro se estima en millones: 16 millones de fusilados por un lado, 8 millones de expulsados por el otro.
Trump tampoco se anda con chiquitas con las palabras y los calificativos, y así por ejemplo si hace una Ley que vulnera los Derechos humanos, va y dice que ha hecho una "Ley grande y hermosa”.
Como en España tenemos este quiste anexial -VOX- que se nutre de la placenta trumpiana, no deben extrañarnos ciertas coincidencias en el origen o incluso la implementación de determinados efluvios golpistas.
Sí Trump promovió un golpe de Estado en USA mediante el conocido asalto al Capitolio, otro tanto hizo Bolsonaro, que también tiene vocación de quiste anexial del trumpismo.
Ahora Trump, cuyo ego no ha quedado saciado del todo con imponer (con tanta facilidad) a los líderes europeos un determinado esquema de gasto, favorable a la industria bélica americana, quiere también intervenir en la justicia brasileña e imponer la exculpación de Bolsonaro, juzgado por crimen de golpismo.
Ya dijimos que un mafioso nunca queda satisfecho ni saciado de las humillaciones que va prodigando en su entorno. Y el entorno de Trump es el mundo entero, así que tiene mucho espacio para ejercer su malacrianza.
Esperemos que los ciudadanos más sensatos, que oyen todas estas cosas (como si fuera normal decirlas o escucharlas), reflexionen un poco sobre ellas, y aparte de hacer las cuentas pertinentes al respecto, saquen alguna conclusión oportuna sobre la obscenidad moral, política, y legal, que implican las amenazas de VOX de expulsar a 8 millones de inmigrantes.
En cuanto a nuestras "costumbres" tan característicamente españolas y a partir de ahora obligatorias para no ser expulsado de España por VOX, Eloy Fernández Porta, filósofo español, comentando esa amenaza tan chusca, ha escrito lo siguiente en X:
"No se han adaptado a nuestras costumbres."
¿No ven Netflix? ¿No comen en el Burrikín? ¿No se compran los muebles en Ikea?
¿No encargan por Amazon? ¿No tienen un Samsung? ¿No están con unas Nike en una clase de zumba con bolerazos de Marc Anthony?”.
Con eso queda dicho todo y descrita la torpeza de la amenaza y de quienes la profieren.