Corruptos y genocidas
Leo en la prensa la reseña de un libro: "La fiesta del fin del mundo. Apocalipsis cultural en el periodo entre crisis (España, 2008-2023)". Su autora es Natalia Castro Picón.
"La investigadora y poeta menorquina acaba de ganar el Premio Anagrama de Ensayo 2025. En su libro imagina soluciones ante el fin del mundo que nos anunció la Gran Recesión" (El País).
Como vemos, muchos análisis y analistas siguen coincidiendo en que 2008 (La gran recesión) es una fecha clave. No solo tuvimos allí una "Gran recesión", sino también una Gran revelación, la que gira en torno al neoliberalismo como motor del desastre. Digamos de paso que Trump le ha dado un formato creíble a ese Apocalipsis. Lo ha normalizado.
En este contexto no desentona lo afirmado por Steve Bannon (mago de cabecera de MAGA) recientemente: “Hay un plan, Trump va a tener un tercer mandato y será presidente en 2028: es un vehículo de la divina providencia”.
Malo. Cuando a la "divina providencia" se la hace intervenir en política, guiándola hacia las opciones correctas, la cosa suele acabar providencialmente mal.
Como en el fascismo de los años 30, la irracionalidad es un principio básico de este renacido movimiento político reaccionario. Nos conviene estar muy atentos a este presente distópico, ya normalizado, y recuperar la caracterización del "fascismo eterno" que hizo Umberto Eco, al que no cabe negar el mérito de haber escrito previsoramente, providencialmente, tres libros oportunos: "Contra el fascismo", "De la estupidez a la locura", y "A paso de cangrejo".
En la entrevista a Natalia Castro Picón (El País), la autora, que ahora desarrolla su actividad de profesora e investigadora en la Universidad de Princeton, nos cuenta que en la USA de Trump ya hay palabras y expresiones que no se pueden utilizar. Por ejemplo: "justicia social", ""activista"... etcétera. Esto nos trae el recuerdo de Víctor Klemperer y su famoso libro "La lengua del tercer Reich". Y es que en esta nueva era del pensamiento único, el miedo es un ingrediente fundamental, junto al odio.
Decía Klemperer describiendo la lengua del tercer Reich: «las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo del tiempo se produce el efecto tóxico».
Quizás una de esas palabras de objetivo tóxico sea MAGA. Y otra de ellas MENA. Pequeñas dosis de arsénico bien empaquetadas para el consumidor mediático.
En esa rama filológica, tiznada de arsénico, también habría que incluir la expresión "No hay alternativa", cuya rotundidad ya tiene un cierto sabor amargo a fascismo y que algunos adjudican a la inefable Margareth Thatcher, madrina de tantos desastres contemporáneos.
Y quien dice las palabras dice su ausencia por prohibición. ¿Quién se atrevería hoy en Occidente a decir la palabra "nacionalización", tan frecuente y normal en otro tiempo? Ni siquiera en relación con recursos estratégicos de primer orden y esenciales para una país. De ahí que ocurra cada vez con más frecuencia que si nos falla -vete tú a saber por qué- el chiringuito de un ricachón tecnócrata del que dependemos como del oxígeno, se nos cae todo el sistema encima. Acabamos coleando como los peces fuera de una pecera.
Y a esto lo llaman "libertad" los nuevos y falsos libertarios. A la dependencia máxima de un puñado de plutócratas que manejan sus respectivos grifos estratégicos.
Si un plutócrata o un puñado de ellos atesoran tal poder en torno al manejo de esos grifos estratégicos (la energía, lo digital, la información...), que pueden abrir o cerrar por error o según les convenga, dejamos de estar en democracia para estar en otra cosa. De hecho todavía no sabemos cómo se produjo nuestro famoso “apagón".
¿Y acaso no está cada vez peor visto decir en público la palabra "público"?
De ahí a que no se pueda utilizar la expresión "justicia social", por ejemplo, como ocurre ya en la USA de Trump, hay poca distancia.
Sin embargo todavía se consiente en esa USA neoliberticida de Donald Trump utilizar la palabra "democracia", al igual que en los primeros días del golpe de Estado de Franco estaba bien visto y se permitía utilizar la palabra "República". De alguna forma hay que disimular, sobre todo al principio.
La directora de cine Isabel Coixet está dando actualmente clases en Nueva York y entrevistada recientemente por El País también aporta su testimonio sobre la era trumpiana:
"Hay muchísimo miedo a hablar, a decir lo que piensas en alto, algo que nunca había pasado antes. Más aún en un sitio tan distinto como Nueva York. La gente se está autocensurando. El otro día en una pancarta vi un lema que resumía lo que pienso: ‘La gente está obedeciendo antes de lo que toca’. Con todo, ves por la calle a los policías de inmigración, los ICE, y asusta mucho”.
Entre corruptos y genocidas anda el juego. Un juego neoliberal, instrumento de la plutocracia. Y por tanto es muy probable que entre los unos y los otros se alaben, se imiten, y se echen un cable en momentos de apuro. Cabalgan juntos, como los jinetes del Apocalipsis, y despliegan algo así como un espíritu colegial o corporativo que los mantiene unidos contra la Ley y la democracia. También contra el planeta y la vida que sostiene.
Parece evidente que con su inercia genocida y su furor ciego (otros hablan de cálculos meditados y fríos, derivados de su situación personal como corrupto en apuros al que aguardan los jueces), Netanyahu se había metido poco a poco y muerto a muerto, hasta llegar a los 70.000 cadáveres, en un atolladero pestilente y de difícil salida tanto para él como para Israel. Cada día que pasaba la protesta internacional aumentaba, el laberinto se cerraba, y el crimen cometido alcanzaba mayores proporciones a los ojos de todos.
El hecho fue definido como genocidio por los mayores expertos en la materia, y el Vaticano, siempre tan prudente y diplomático, habló directamente de carnicería, que no es precisamente un término suave.
Así como Trump ha sido el principal aliado y colaborador de Netanyahu en el genocidio cometido en Gaza (que aún continúa), pero no el único (también Europa ha colaborado y sigue colaborando), ha sido Trump igualmente (el paradójico criminal de guerra aspirante a Nobel de la Paz) quien le ha echado un cable para salir de ese atolladero. Es decir, en un alarde escénico de criminal de guerra reconvertido en pacificador, cerró de momento (un momento muy breve) el grifo de la matanza, conseguidos en gran medida los objetivos genocidas y comerciales que se perseguían. El momento fue tan breve que el grifo del genocidio se ha abierto otra vez y la matanza continúa.
Si los asesinatos impunes e indiscriminados de los civiles palestinos, víctimas de la acción genocida, hubieran cesado, habría sido una buena noticia, si es que en algún momento fue real. Los asesinatos continúan y aún seguirán muriendo muchos palestinos más por las consecuencias de lo sucedido y el grado de destrucción alcanzado.
Por tanto, es dudoso que lo que sigue a este genocidio cometido impunemente y permitido o incluso alentado por un amplio repertorio de líderes políticos, se le pueda llamar paz. Más bien existe al día de hoy certeza de lo contrario: el genocidio continúa y la supuesta paz ha sido una farsa. Otra más.
Pero como decíamos, hay una entente colegial o corporativa entre corruptos y genocidas.
De ahí que Trump, que salió impune de aquel golpe de Estado en USA que él mismo había patrocinado, intentase y exigiese después esa misma impunidad para Bolsonaro, que arrastrado por el ejemplo de su ídolo, intentó lo mismo en Brasil. Y no descarten que Netanyahu, que no solo está reclamado como criminal de guerra por la justicia internacional, sino como corrupto por los tribunales de su propio país (también deberá dar explicaciones además de cómo fue posible un ataque tan increíble y sorpresivo por parte de Hamás aquel 7 de octubre, en un país tan bien informado y defendido como Israel), pida al gran patrón de los gánsteres y facciosos, Donald Trump, que abogue por él y exija su impunidad.
Todo es posible en la nueva normalidad trumpiana.
Trump de momento sigue en su onda, que consiste en imponer su capricho, y así ha indultado ahora al jefe de Finance.
Algunas referencias sobre este tema:
"Trump indulta al jefe de Binance, la mayor plataforma de criptomonedas del mundo, condenado por blanqueo de capitales".(elDiario.es)
"Zhao tiene vínculos con World Liberty Financial, la empresa de criptomonedas que el presidente republicano y sus hijos Eric y Donald Jr. lanzaron en septiembre". (elDiario.es)
"El jefe de Binance, la mayor bolsa de criptomonedas, se declara culpable de blanqueo de dinero y dimite". (elDiario.es)
"El presidente de EEUU, Donald Trump, ha indultado al fundador de Binance, Changpeng Zhao, quien creó la mayor plataforma de intercambio de criptomonedas del mundo y cumplió una condena de cuatro meses en prisión por blanqueo de capitales y no impedir que delincuentes utilizaran la plataforma para mover dinero relacionado con abusos sexuales a menores, tráfico de drogas y terrorismo". (el Diario.es)
Otro ejemplo: Trump, que si de algo sabe es de fraudes, chantajes, extorsiones, y negocios, y utiliza esas habilidades para su manejo político, adivinó rápido que, puestos a rescatar a Milei del resultado de sus locuras, sería buena idea que los argentinos supieran, antes de las elecciones, que el dinero americano para dicho rescate e intervención de su economía sólo llegaría si el loco Milei las ganaba.
Ahora echen un vistazo retrospectivo y prospectivo a su modus operandi en el ámbito de la política (chantajeando a sus propias universidades por ejemplo) y de la geopolítica (chantajeando por ejemplo a Europa) y observarán que el chantaje es su truco universal que aplica urbi et orbi.
No sé si esto siempre fue así, o si ocurre significativamente ahora mismo, cuando el mercado (el mercado de los muy corruptos) se ha hecho definitivamente con las riendas del imperio.
Cosas de la nueva normalidad trumpiana y de este nuevo Occidente que hace aguas por tantas vías.
Quizás el Apocalipsis no ocurrirá por una gran explosión, sino por un pausado y lento hundimiento. O como vaticina Byung-Chul Han, por una implosión.