A examen, PSOE

A pesar de un aparente cambio de estilo del PSOE de Pedro Sánchez, intentando no perder definitivamente su sitio en el espacio de la izquierda progresista (y esto como respuesta al fracaso del neoliberalismo de Felipe González, traducido en aquella crisis de prestigio que cristalizó en el anagrama PPSOE), y a pesar también de una inteligente y oportuna estrategia de alianzas que le aportase un toque más progresista y socialdemócrata (con algunas pérdidas notables por el camino), el PSOE actual, el que lidera Pedro Sánchez, sigue sin abandonar del todo aquella querencia tan potente de los años 80 y siguientes, que le lleva una y otra vez a hacer el trabajo sucio de la derecha neoliberal. Que esa fue la principal tarea y seña de identidad del PSOE de Felipe González.

Y esto lo vemos claramente en dos temas trascendentales de nuestro tiempo que no pueden pasar, por su importancia y repercusiones, desapercibidos, porque por decirlo suavemente, claman al cielo. Al cielo progresista, ese que intenta descender un poco de las alturas del capitalismo tecno-financiero para instaurar en la tierra el reclamado Estado del bienestar. ¡Qué menos!

Estos dos temas cruciales, definitorios de la naturaleza política de un partido y de todo un gobierno, son por un lado la estafa y abuso de temporalidad cometidos contra los trabajadores interinos de los servicios públicos, burlando además para ello la legalidad europea (de ahí las sanciones que España ha recibido y que ahora intenta sacudirse), y por el otro el retraso de la edad de jubilación, un recorte drástico y dramático en un derecho conquistado por muchos y con mucho esfuerzo.

Dos hitos que teóricamente habría que adjudicar de forma natural a una derecha muy de derechas y neoliberal, pero que quedará si nadie lo remedia en el currículum del PSOE y el gobierno de Pedro Sánchez.

En el caso de los interinos de los servicios públicos, la estafa y el abuso cometidos empiezan mucho antes de que Pedro Sánchez alcanzase el liderazgo, y beben de la corriente neoliberal anterior impulsada por Felipe Gonzalez y colegas, pero luego, con el poder en sus manos, el gobierno de Pedro Sánchez no lo ha sabido o querido reparar. Lo cual era un imperativo urgente, no solo porque la justicia europea estuviera apremiando y apretando las tuercas a España con este tema y amenazándola con sanciones, sino porque era obligado desde una perspectiva progresista de justicia, y también de eficacia de nuestros servicios públicos, a los que se ha privado de esa fuerza experimentada, imprescindible y esencial para su funcionamiento, ya que es la que los ha sostenido todo este tiempo. Y hablamos de décadas, pues han sido décadas lo que ha durado (y dura) el abuso.

Un personal en precario, en un contexto más amplio de precariedad laboral, con la misma responsabilidad y las mismas obligaciones pero con menos derechos (he ahí un truco típicamente neoliberal), abusado de temporalidad y tirado a la calle, por ejemplo tras 20 o 30 años de servicio eficiente, es el medio más rápido de deteriorar nuestros servicios públicos según ordena el catecismo ultra, y es algo que debería repugnar a un gobierno que se dice progresista.

Actualmente están en marcha iniciativas legislativas que deberían solventar mediante la fijeza (a la que esos interinos tienen derecho) este tema, pero así como vemos una clara interpretación progresista del problema y de las soluciones en algunas formaciones políticas como PODEMOS, que además son coherentes con la jurisprudencia europea, el PSOE sigue renqueando de su cojera neoliberal... como en los peores tiempos, e intenta sacudirse las sanciones de Europa por la vía falsa, o sea, por la vía del engaño.

En el caso del retraso de la edad de jubilación, el progresismo de Pedro Sánchez vuelve a hacer aguas, y esto lo vemos claramente y por contraste con lo que está ocurriendo en Francia. Allí los ciudadanos franceses, de una constancia a prueba de bomba a la hora de defender sus derechos, y movilizados como pocas veces contra el retraso de la edad de jubilación, han hecho caer varios primeros ministros de Macron, y al final han logrado que esa "reforma" se suspenda.

Digamos como inciso, que la "operación Macron", hoy ya en el basurero de la Historia, abunda en la obsesión repetitiva y siempre fracasada de disfrazar a la ultraderecha económica (léase neoliberalismo) de "centro" político.

Es tal el fracaso de Macron que ha logrado que "Frexit" -en la estela del "Brexit"- sea hoy una palabra de moda. Lo cual abunda en la querencia suicida de una Europa que no acaba de comprender cual fue la clave de su éxito pasado: la construcción y defensa de un Estado del bienestar.

Hoy y debido a una ceguera ideológica muy reconocible, la que prodiga a manos llenas el dios mercado, un dios que enloquece a aquellos a los que quiere perder, Europa se dirige como un sonámbulo hacia otro "exit" o incluso otros "exit" en plural.

Con esas dos asignaturas pendientes, que son asignaturas mayores -el abuso cometido contra los interinos y el retraso de la edad de jubilación-, no cabe dar el aprobado a un gobierno que aspira al título de progresista.

Y eso que cuenta entre sus acciones el haber hecho frente de manera orgullosa y en la medida de sus fuerzas, al trumpismo avasallador y antiespañol del gánster máximo: Donald Trump. Y también haber introducido el contraste y el debate en el silencio atronador de Europa frente al genocidio en Gaza.

Sin embargo, aquellos errores, aquellos retrocesos, el trato dado a los interinos y el retraso de la edad de jubilación, son tan notables que le lastran mucho.

Otro fleco que cuelga bastante deshilachado a la vista de todos: la macroeconomía va bien, pero la vivienda, que es donde vive la gente, no. Y si la gente no encuentra una casa asequible donde poder vivir (por ahí empieza todo) ¿Como vamos a poder decir urbi et orbi, con justificado orgullo, que vivimos en un país progresista?

Comentarios