La tiranía del mérito

Hay discursos políticos que proclaman que, por humildes que sean nuestros orígenes, todos deberíamos poder ascender tan alto como nuestro talento y nuestro esfuerzo nos impulsen. Nos convencen de que podemos triunfar si ponemos empeño en ello, gracias a la meritocracia que es el ascensor en un mundo jerarquizado, como si la clase social a la que pertenecemos desde nuestro nacimiento fuera un estamento feudal.

El anhelado “sueño americano” es el proyecto de vida para los emprendedores que quieren crear una gran empresa en el garaje de su casa. De esta manera, cualquier ciudadano puede conseguir su ideal, a pesar del lastre de la herencia y del medio donde vive, que era el motivo literario recurrente de los escritores naturalistas de la segunda mitad del siglo XIX para reflejar la cruda desigualdad de la época.

El filósofo Michael J. Sandel en el ensayo “La tiranía del mérito” analiza y desmonta algunos mitos sobre la meritocracia, indicando que ensalzar el mérito nunca llegará a ser bueno, pues tiende a generar soberbia en los ganadores, y a su vez humillación y resentimiento entre los perdedores.

Aparece en este texto la idea de que la globalización neoliberal da lugar a enormes desigualdades de renta y de riqueza, a una economía dominada por las finanzas y a un sistema político en el que el dinero lleva la voz cantante en detrimento de los ciudadanos. El autor indica que la retórica de ascenso social suena a vacía porque los estadounidenses que nacen en familias pobres tienden a seguir siendo pobres al llegar a adultos.

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