Privatizando el mundo

Hace más de veinte años, el documental “Privatizando el mundo” de  Carole Poliquin analizaba las consecuencias de un mercado global, donde había una privatización de los recursos públicos con sus nefastas consecuencias. La escalada de privatizaciones ha ido erosionando el bien común para sacar unos  beneficios que no llegan a la mayoría de los ciudadanos, menos aún si viven en  lugares en los que la desigualdad social es su carta de presentación tanto en zonas urbanas o rurales como en naciones prósperas o en países en vías de desarrollo.

Si bien es cierto que prácticamente ya no están aquellos gobernantes que aparecen en esta película, el pesimismo se acrecienta cuando nos damos cuenta de que las grandes corporaciones están por encima de las soberanías de los estados gobernados democráticamente y de que la población vive como rehén de los intereses de las multinacionales que pretenden comercializar elementos tan básicos como el agua o tener la propiedad de las semillas de los cultivos.

El eslabón de la colaboración público-privada, que en ocasiones puede ser equilibrada y práctica, se rompe cuando se mira más por el lucro y el negocio que por la equidad.  De esta manera, el documental denuncia que no se puede extraer el agua como si fuera petróleo y venderla al que más pague, rompiendo de esta manera el orden  de la naturaleza.   

En el caso de la salud, indica que hay gobiernos que impulsan a los ciudadanos a contratar seguros particulares y a usar la sanidad privada. Esto provoca que el dinero destinado a este esencial servicio no fluya dentro de la sociedad, por lo tanto estos fondos se desvían hacia las grandes  empresas de seguros y la salud de las personas pasa a ser un “objeto de negocio”.